jueves, 30 de septiembre de 2010

Nuevos vientos en el asunto del clima mundial

Puede que no sea más que un espejismo o la flor de un día, pero parece que algo se está moviendo en sentido positivo en el turbio asunto del cambio climático. Desde luego, razones no faltan: el Climategate, las temperaturas globales que no terminan de subir, la comunidad de escépticos que no para de crecer, la crisis económica que obliga a replantearse el cambio de sistemas energéticos…
El caso es que ciertas instituciones científicas de prestigio están entrando en razón y alejándose de los extremismos a los que les estaban empujando los activistas políticos. La Royal Society británica, con una historia centenaria dedicada a la ciencia, ya admite que hay “incertidumbres en las predicciones climáticas” que se han venido publicitando desde medios oficiales como el IPCC de la ONU. Se nota que ya no hay tanto miedo a exponer públicamente dudas que, aunque sean aún tímidas, hace sólo un par de años les habrían granjeado epítetos como “negacionistas”, “tierraplanistas” y otros similares. Los años de plomo, cuando los científicos del Climategate como Phil Jones y Michael Mann, junto con políticos como Al Gore y su asesor, el científico activista James Hansen, formaban una especie de inquisición climática haciendo de “martillo de herejes” cual modernos Torquemadas contra los escépticos, parece que acabaron ya, pero la batalla sigue, y cualquier evento climático se puede aprovechar si es en pro de… “salvar al planeta” ¡Tachaaan!
Los últimos inviernos han sido bastante más fríos de lo normal en la mayoría de los países desarrollados y también en algunos emergentes como China y Rusia, es decir, en los países más influyentes, los que de verdad cuentan en el mundo. Paralelamente, el pasado verano han sido también excepcionalmente cálido en esos mismos países. Como a lo del calentamiento global se le ha visto el plumero y no nos asusta tanto, ahora los alarmistas están pasando de “calentólogos” a “cambioclimatistas” (y los más modernos se están convirtiendo en “cambioglobalistas”), así que ahora lo que nos quieren colar es que los eventos extremos, tanto de frío como de calor, los produce el ser humano con sus contaminantes emisiones de CO2.

Desgraciadamente para ellos, ya hay revistas, hasta hace poco estrictamente oficialistas, que empiezan a incluir otras teorías, como New Scientist, en donde ha aparecido recientemente un artículo declarando que el sol juega un papel más importante de lo que se creía (en realidad lo que creían los del IPCC, no los escépticos que siempre lo han sabido) en la aparición de los últimos eventos climáticos extremos como las olas de frío y de calor que hemos comentado.
Algo es algo.


Imagen:
http://astronomia2009.es/data/imagen/archivo_182.png

domingo, 26 de septiembre de 2010

¿Son de fiar las mediciones superficiales de CO2?

Hace unos días falleció el gran científico alemán Erns Georg Beck.
Él consideraba imposible que el calentamiento global moderno estuviese causado por la pequeña subida del CO2 y dudaba de que la curva del crecimiento de CO2 atmosférico ocurrido desde 1957 pudiera extrapolarse hacia atrás en el tiempo hasta el siglo XIX. Beck consideraba que las mediciones de CO2 realizadas antes de 1957 no debían ser despreciadas como hace el oficialismo climático actual, entre otras cosas porque estaban efectuadas por científicos de reconocido prestigio internacional, incluso premios Nobel como Otto Warburg, en consecuencia, analizó decenas de miles de mediciones antiguas (finales del siglo XIX y primera mitad del XX) descubriendo que el CO2 había variado mucho más de lo admitido comúnmente, incluso le apareció que en los años '40 del siglo XX había estado tan alto como en la actualidad.
Estos descubrimientos le hicieron ganar el odio eterno de muchos climatólogos del régimen, que le lanzaron furibundos ataques desde múltiples foros, tachándolo de científico aficionado, naif, falsificador de datos, etc.
Es curioso que, en cambio, en el blog escéptico más famoso, WUWT, apareciese hace poco un artículo criticando su trabajo, a pesar de que no es la línea habitual de los artículos del blog, lo que dice mucho a favor de la libertad que impera en los blogs escépticos (un hecho semejante en los blogs pro-calentamiento antropogénico sería impensable).
Centrándome en las críticas a Beck más científicas (no voy a entrar en los ataques "ad hominem" )me gustaría puntualizar a la que aparece en WUWT firmada por Ferdinand Engelbeen:
Según Engelbeen, los trabajos que analiza Beck no miden el CO2 de fondo de la atmósfera sino el superficial, que está muy influido por emisiones humanas y animales, la fotosíntesis de las plantas, los vientos, etc, magnitudes todas ellas muy variables en el tiempo y difíciles de medir para tenerlas en cuenta, por lo que afirma que las medidas buenas son las realizadas en lugares alejados de fuentes y sumideros tanto naturales como artificiales de CO2, como desiertos, regiones polares, islas oceánicas (como Hawaii), etc.
Esta crítica es razonable, y sería aceptable si se hiciese lo mismo con las mediciones de la temperatura, ya que se da la circunstancia de que los científicos oficialistas utilizan las mediciones de temperatura de ciudades y aeropuertos para confeccionar sus gráficas tipo palo de Hockey. Por tano, ¿en qué quedamos, sirven o no las mediciones superficiales?. Porque lo que es un fraude es intentar que valgan para una cosa sí (temperatura) y para otra no (CO2). Si solo valen las mediciones de CO2 de lugares alejados, también se debería hacer lo mismo para la temperatura, que varía mucho de unos lugares a otros y está igualmente influida por multitud de factores (efecto isla de calor urbano, cambios en los usos del suelo, etc etc.)
Beck ha hecho lo mismo que ellos hacen, es decir, ha cogido las mediciones de CO2 disponibles y ha sacado una media. Si se invalida el trabajo de Beck, también se deben invalidar, y por el mismo motivo, todas las curvas y gráficas elaboradas con datos de estaciones meteorológicas superficiales localizadas en sitios como ciudades (tanto grandes como pequeñas, en las dos hay sesgo de calentamiento) y aeropuertos, es decir, la inmensa mayoría.
Si se hiciese bien, es decir, comparando el CO2 de estos lugares aislados con la temperatura de esos mismos lugares aislados, entonces quizás nos enterásemos mejor de lo que pasa. No lo hacen así, y no porque no se pueda hacer, sino porque entonces no aparecen las curvas en palo de Hockey que se utilizan para meternos miedo con el "catastrófico cambio climático antropogénico" que nos anuncian.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Aerosoles, la gran incógnita

Según el IPCC:
Mientras que los cambios radiativos debidos a los gases de efecto invernadero se pueden determinar con un alto grado de precisión [...] las incertidumbres relacionadas con los cambios radiativos debidos a los aerosoles siguen siendo grandes, y dependen en gran medida de las estimaciones de los estudios de modelos mundiales, que son difíciles de verificar en la actualidad
Esta admisión de incertidumbres por parte del IPCC es sospechosa en un organismo que no reconoce las incertidumbres aún mayores que existen en cuanto al efecto del CO2 en el clima.
¿Es real esta incertidumbre? Para intentar averiguarlo habría que estudiar los aerosoles, empezando por delimitar lo que entendemos por tal:
Para mucha gente, los aerosoles son, simplemente, partículas de insecticida, laca y otros líquidos que salen de tubos metálicos a presión. Desde un punto de vista más técnico, sin embargo, aerosol es toda partícula, sólida o líquida, que pueda permanecer suspendida en el aire un periodo relativamente largo de tiempo (desde varias horas hasta varios años), lo que incluye una variedad enorme de sustancias: desde gotitas de agua hasta polvo, pasando por cristales de sal marina, cenizas volcánicas, diferentes esporas de plantas, polen, bacterias, moléculas como los clorofluorocarbonos (CFC) que propulsaban antes los sprays comerciales, sulfatos emitidos por combustión de carbón y petróleo, etc. La cosa se complica debido a las reacciones químicas que pueden ocurrir entre esas sustancias y los diferentes gases de la atmósfera, lo que puede producir compuestos químicos que en principio no estaban presentes. Como siempre pasa, sin embargo, hay divergencias en cuanto a la delimitación del término aerosol, ya que algunos autores dejan al margen las gotas de agua que forman nubes y nieblas y otros las incluyen.
El tiempo de permanencia en la atmósfera es variable, dependiendo del tamaño de la partícula y de la altura a la que se encuentre: el tamaño de las partículas generalmente oscila entre 1 y 1000 micras, pero hay partículas que exceden por arriba o por debajo de estas dimensiones. Cuanto más grandes sean, menos tiempo permanecerán en el aire. En cuanto a la altura, los aerosoles que están cerca del suelo (a menos de kilómetro y medio) permanecen de medio a dos días en el aire. A medida que aumenta la altitud el tiempo de residencia aumenta también. Los aerosoles, lanzados a la estratosfera durante erupciones volcánicas, pueden permanecer de 1 a 2 años en la atmósfera.
La abundancia relativa varía según el medio, así en el aire rural hay unos 70 mg/m3, y en el urbano unos 300 mg/m3, en fábricas y talleres 1.000 mg/m3 y los gases de una central térmica pueden tener hasta 100.000 mg/m3. Todas estas cifras, sin embargo, son muy variables de unos lugares a otros.
Efectos sobre el clima: enfriamiento
Prácticamente todos los autores está de acuerdo en que tanto pueden enfriar como calentar la atmósfera, dependiendo del tipo de aerosol. En lo que no se ponen de acuerdo es en el efecto neto que tienen, aunque la mayoría piensa que es de enfriamiento, al reflejar la luz solar hacia el espacio, lo que se traduce en menor calentamiento de la superficie terrestre. En este efecto de enfriamiento se basan los científicos del IPCC para proclamar que, si no se están cumpliendo las catastróficas predicciones de calentamiento global predichas por los modelos climáticos se debe a que ha habido un aumento de aerosoles en la atmósfera, principalmente de compuestos de azufre, procedentes de combustión de combustibles fósiles o de biomasa sobre amplias regiones de hemisferio norte, lo que está contrarrestando una parte importante del efecto calentador del aumento de los gases de invernadero. Como la monitorización de aerosoles por satélite es relativamente reciente, es difícil comprobar estas afirmaciones, aunque hay algunos trabajos científicos que parecen confirmar esta hipótesis como el de Wang et al. (2009), que encuentran un significativo aumento de aerosoles en el mundo desde 1973 hasta 2007, para lo que utilizaron una medida de visibilidad que se obtiene de rutina en distintas estaciones climatológicas del mundo, muchas de ellas aeropuertos (la visibilidad es la distancia máxima a la cual un observador puede discernir la forma de un objeto en el horizonte). Es decir, utilizaron la visibilidad como proxy para calcular la cantidad de aerosoles con una fórmula que se inventaron.
El problema de este trabajo, aparte de lo discutible de la fórmula, es que las brumas y nieblas también influyen en la visibilidad y ya hemos dicho que muchos autores no las consideran como aerosoles. Por tanto, ¿qué aumentó realmente, la cantidad de partículas o los días de niebla en los aeropuertos?. ¿No será que lo que aumentó fue el número de aviones rodando por las pistas y soltando humo y partículas por los escapes?
Por otra parte, los efectos de enfriamiento provocados por grandes nubes volcánicas que llegan a la estratosfera, como las recientes causadas por las erupciones de El Chichón y el Pinatubo (en la imagen), han sido ampliamente documentadas y todo el mundo está de acuerdo en que producen enfriamiento a escala global.
Los aerosoles también calientan
Por otro lado, hay trabajos que apuntan a una subestimación del efecto de calentamiento que tienen muchos aerosoles, como el de Lindzen y Choi, que analizaron los datos sobre la formación de nubes y aerosoles de polvo, o pequeñas partículas de arena y de silicato en la atmósfera, que fueron recogidos por el satélite CALIPSO de la NASA entre junio de 2006 y mayo 2007. Su análisis reveló que había cerca de 20 por ciento menos de partículas de la nube superenfriadas, partículas con una mezcla de agua y hielo que reflejan más luz solar que el hielo solo, en las regiones en que había aerosoles de polvo, lo que significa que las nubes altas reflejan menos luz solar de la que se suponía. Dicha diferencia, Lindzen y Choi sugieren, podría calentar la atmósfera en esas regiones.
En otro estudio, se afirma que las “nubes marrones” (nubes de aerosol repletas de hollín) han incrementado el calentamiento atmosférico sobre India en un 50%: Veerabhadran Ramanathan, oceanógrafo hindú, ha comprobado que nubes marrones de unos 3 kilómetros de altura cubren un área del norte del océano Índico equivalente al tamaño de los Estados Unidos. Este tipo de nubes contribuyen al calentamiento atmosférico porque absorben la energía del sol y luego la liberan como calor al aire que las rodea. Como la bruma alcanza las partes bajas del Himalaya, Ramanathan y sus colegas creen que las nubes marrones pueden jugar un papel importante en el derretimiento de los glaciares de esa cadena montañosa.
En resumen:
Podemos decir para concluir, que el efecto de los diferentes aerosoles (tanto de origen natural como antropogénico) es muy importante pero está aún por dilucidar cuál es la magnitud e incluso el signo de su influencia en muchos casos, (como, por otra parte, lo está la mayoría de las cuestiones referentes al clima) por tanto, las predicciones con los modelos computerizados que se han hecho hasta ahora adolecen de graves carencias en este asunto y no deberían ser tenidas en cuenta para tomar decisiones políticas.

Página web de la NASA con información de aerosoles y ozono por satélite:
Página de Grecia con información sobre aerosoles:



Referencias:
Cita del IPCC: Climate Change 2001:Working Group I: The Scientific Basis. 6. Radiative Forcing of Climate Change. 6.7.8 Discussion of Uncertainties. IPCC
WANG, K., et al, “Clear sky visibility has decreased over land globally from 1973 to 2007”, en Science, 316, 2009, pp. 1468-70.
Noticia sobre Lindzen & Choi
Imagen pinatubo:

miércoles, 15 de septiembre de 2010

¿Influye realmente la biosfera en el clima?

La Tierra, como todos los demás planetas del sistema solar (y, por lo que sabemos hasta ahora, también los extrasolares) es un sistema complejo, con múltiples interacciones entre sus subsistemas físico-químicos como la atmósfera, la hidrosfera y la geosfera.
Pero, a diferencia de los otros planetas, el nuestro contiene vida, que es en sí un subsistema tremendamente complejo, la biosfera, con interacciones entre sus propios componentes internos, los seres vivos, y relaciones con los otros subsistemas no biológicos del planeta a los que está inextricablemente conectada. Esto hace al sistema de nuestro planeta aumentar tremendamente su complejidad, lo que lo hace, a su vez, más difícil de estudiar y de entender.

Se sabe, desde hace tiempo, que algunas algas marinas microscópicas, como los cocolitofóridos (en la imagen el cocolitofórido Emiliania huxleyi), pueden desprender sulfuro de dimetilo a la atmósfera, un gas que reacciona con los gases atmosféricos para producir gotitas microscópicas de ácido sulfúrico. El ácido sulfúrico es un componente esencial de los núcleos de condensación que constituyen las “semillas” a partir de las cuales, y con la energía de los rayos cósmicos, se forman las gotitas de agua que componen las nubes.
El crecimiento de estas algas “productoras de nubes” se ve muy favorecida por el aumento del CO2, ya que de éste no solo sacan el carbono que les permite fabricar su propia materia orgánica, sino que fabrican con él el carbonato de sus minúsculos caparazones calcáreos. Como la cobertura nubosa es, en general, un factor que enfría el planeta, este mecanismo ha sido postulado como uno de los que pueden influir en el clima global.
Algo menos conocido es el hecho de que las plantas terrestres también pueden influir en la formación de nubes, y no solo aumentando la cantidad de vapor de agua disponible en la atmósfera mediante la evapotranspiración a través de sus hojas, sino también emitiendo los llamados “componentes orgánicos biogénicos volátiles” o BVOC (sus siglas en inglés), que son distintas moléculas orgánicas (isoprenos, terpenos, alcanos, alquenos, alcoholes, ésteres, ácidos, etc.) que, en principio, les sirven para otros menesteres, como la disuasión de patógenos, repelente para herbívoros y atractor de carnívoros, para cerrar heridas, atraer insectos y otros animales polinizadores, e incluso para comunicarse con otras plantas a manera de feromonas.
Algunas de estas sustancias desempeñan un papel de protección frente a altas temperaturas, por lo que el calentamiento que se produjo durante el siglo XX (que parece haberse detenido ya) estimularía su producción: según los investigadores Peñuelas y Llusia (2003) este calentamiento habría elevado la producción de estas BVOC en un 10% y si siguiese incrementándose la temperatura como pronostican los medios oficialistas afines al IPCC, su emisión se incrementaría entre un 30 y un 45% para un calentamiento de 2 ó 3 ºC .
Resulta que algunos de los que más BVOC producen son árboles de los géneros Populus (chopos y álamos), Eucalyptus (eucaliptos) y Pinus (pinos), árboles que han sido (y, presumiblemente, seguirán siendo) ampliamente utilizados en programas de reforestación.
Si a esto añadimos que el incremento de CO2 es beneficioso para el crecimiento de las plantas en general, el resultado es un incremento cada vez mayor de la emisión a la atmósfera de estas sustancias a medida que sube el CO2 y la temperatura, sea por causas artificiales o naturales.
Hay, por supuesto, muchos otros factores que influyen en el crecimiento de las plantas (insolación, disponibilidad de agua y de sales minerales, etc.) pero, con las pertinentes incertidumbres de todo sistema complejo, parece bastante claro que es eso lo que ocurrirá.
En líneas generales, el mecanismo funcionaría así:
A mayor calentamiento global y mayor producción de CO2, más crecimiento vegetal (tanto en el mar como en la tierra), lo que lleva a una mayor liberación de sustancias como las BVOC y el sulfuro de dimetilo, formadoras de nubes. Cuantas más nubes, más se enfría la Tierra, lo que lleva aparejado una menor liberación de estas sustancias formadoras de nubes, y menos nubes significan más sol y más calentamiento de nuevo cerrando de esta manera el ciclo, y así una y otra vez.
Esto es un mecanismo de estabilización, dicho de otra forma, un feed-back negativo que tiende a reducir las oscilaciones climáticas de la misma forma que un termostato regula las oscilaciones de temperatura de una habitación encendiendo y apagando la calefacción o el aire acondicionado. Todo lo contrario de lo que profetizan los modelos del IPCC, que se basan casi exclusivamente en feed-backs positivos, es decir, mecanismos que amplifican enormemente las pequeñas variaciones de temperatura que se producen, sea natural o artificialmente.
Si los feed-backs fueran casi todos positivos, como se empeña en sostener el IPCC, hace tiempo que la temperatura se habría desbocado hasta extremos incompatibles con la vida.
Los mecanismos estabilizadores, como el que hemos visto, explican mucho mejor la historia climática de la Tierra, que ha permanecido en un intervalo de valores de temperatura compatibles con la vida durante al menos 3.500 millones de años
La Biosfera, pues, desde hace millones de años, de manera natural y sin ayuda alguna por parte del Hombre, parece jugar un papel fundamental en estos mecanismos climáticos, como los científicos verdaderamente independientes están probando.
Referencias:
Peñuelas, J. and Llusia, J. 2003. BVOC: plants defense against climate warming? Trends in Plant Science 8: 105-109.
Imagen de Emiliania huxleyi:

viernes, 10 de septiembre de 2010

El Unicornio frente al Cambio Climático


El unicornio, el animal mitológico de la edad media, ha despertado siempre la imaginación de los europeos. A su cuerno se le atribuían toda clase de propiedades medicinales e incluso afrodisíacas, cuerno que los antiguos creían situado en la frente de un brioso corcel, pero que ahora sabemos que es un diente hipertrofiado de un mamífero marino, el narval, una especie de cetáceo que, por su hábitat ártico, no había sido visto nunca por los habitantes de las latitudes templadas y cálidas hasta la edad moderna.


El narval-unicornio es un mito y, al mismo tiempo, un ser viviente. Nada mejor para crear la enésima alarma climática.
Según la BBC, los narvales están en peligro por el cambio climático. Un estudio afirma que tienen poca velocidad punta, aunque mucha resistencia. El estudio abunda en la medición de las diferentes fibras musculares de los narvales y calcula incluso la resistencia, el tiempo que tardan en necesitar oxígeno, etc.
Yo me imagino a estos autores devanándose los sesos para intentar, por todos los medios, conectar sus estudios al cambio climático: ya se sabe, sin esa conexión, unos estudios sobre anatomía y fisiología de mamíferos marinos no pasarían de ser reseñados por alguna oscura revista científica local. Ahora bien, si se consigue decir algo que preocupe a la gente, la expectación mediática está asegurada y las subvenciones para posteriores estudios, también. Así que, ¡a especular con alegría!:
Resulta que, según estos señores, los narvales pueden quedar atrapados en el hielo y morir asfixiados por no encontrar a tiempo un lugar por donde respirar. El temido cambio climático hará que los icebergs se suelten más rápidamente y sean más numerosos y veloces, y los pobres, lentos y delicados narvales no podrán nadar por debajo tanto tiempo y morirán.
Dejando aparte el hecho cierto, y cada vez más comprobado por múltiples estudios, de que en el pasado hubo periodos mucho más cálidos que el presente, es increíble que animales adaptados a soportar todos los años deshielos rápidos en verano y crecimiento rápido del hielo en invierno, se vean amenazados por el cambio climático que, recordemos, es una variación del clima a largo plazo, es decir, lenta.
Hay años en los que, por el viento, las corrientes o ambas cosas, los hielos se retiran o avanzan con mucha rapidez, y años en que se sueltan más o menos icebergs, incluso muy grandes a veces, y es posible que algunos animales (siempre los más débiles o enfermos) se vean atrapados bajo el hielo y perezcan. Eso ha pasado, pasa y pasará siempre en la naturaleza, es la esencia de lo natural, como ya Darwin nos enseñó. Esta especie (como todas las del Ártico) ha superado múltiples épocas de hielo-deshielo: rápidas, lentas y de todos los colores, por tanto, está adaptada a ello y no sufrirá ningún daño si aumentase la temperatura global incluso en las cifras más altas predichas.
Hay personas que creen que los animales son como frágiles pétalos de amapola, que se desprenden al menor toque cuando arrancas la flor. Pero no es así. Las especies actuales son supervivientes, han demostrado en el pasado que pueden sobrevivir perfectamente a cambios rápidos de clima (si no, se habrían extinguido). Si se produjese el cambio climático en los términos que se predicen actualmente, ni los narvales ni ninguna especie ártica sufriría en lo más mínimo. De hecho, es posible que se viesen favorecidas: menos hielo = más fotosíntesis = más comida = más población de animales.