Alguien dijo una vez que
hay mentiras, grandes mentiras y estadísticas. Yo estoy de acuerdo, pero solo parcialmente. Me explico: la estadística es una simplificación, una reducción de los datos para hacerlos más comprensibles al cerebro humano, no los datos mismos. Es decir, la estadística en realidad es un cuento, un relato de la realidad, matemático si se quiere, pero no la realidad misma.
Mucha gente entiende la estadística como el típico chiste de los pollos: tenemos dos pollos y dos personas, una de ellas se come los dos pollos pero la estadística dice que de media se ha comido un pollo cada persona. Por tanto, esa gente piensa que la estadística no explica en absoluto la realidad y que todo lo que nos dice es mentira.
En ejemplos sencillos como el del chiste, con muy pocos datos y números bajos, no es necesario reducir ni simplificar nada, los números hablan por sí mismos y el cerebro humano lo entiende fácilmente. El problema viene cuando los números son altos, las alternativas muchas y la complejidad grande. No estamos adaptados a lidiar con millones de datos, hay que simplificar y aquí es cuando entra la estadística. Es decir, la estadística es una herramienta que hemos inventado para intentar comprender mejor la complejísima realidad que nos rodea. Con esa herramienta simplificamos la realidad y reducimos los grandes números a otros pequeños y más comprensibles, o elaboramos gráficos para visualizar mejor los datos.
Las llaves inglesas, las tenazas, los martillos, las sierras, los cuchillos son herramientas, sí, pero también pueden ser utilizadas como armas. La estadística también. Grupos de presión de todas clases y colores la utilizan continuamente contra otros grupos y para atraerse y camelar a la opinión pública. La climatología no podía ser una excepción, siendo como es, una ciencia ligada íntimamente a la estadística.
Por tanto, es verdad que la estadística puede servir para decir mentiras, pero también puede servirnos para comprender mejor la realidad siempre y cuando sea bien utilizada.
La gente, en general, desconoce en realidad la estadística, no sabe que hay estadísticos más allá de la media, como las medidas de dispersión, varianza y desviación típica, que nos informan de otras dimensiones de la distribución de frecuencias y que se podrían emplear para el chiste de los pollos, así que es fácil pasto del engaño. Y la gente que sabe algo, es igualmente engañada por gráficos parciales entrevistos unos segundos en el telediario, con escalas verticales realzadas y el comienzo y el final de las series escogidos cuidadosamente. Engañar a los más entendidos es algo más difícil, y hay que encargar estudios elaborados por científicos sin escrúpulos que utilizan datos seleccionados y filtrados para que digan lo que el poderoso de turno quiere que digan.
Hace unas semanas nos enteramos de una de estas trampas para entendidos: el célebre
palo de hockey, afortunadamente ya casi totalmente desacreditado, sigue desvelando sus engaños. Nos revela
Steve McIntyre en su blog que uno de los estudios componentes, el de Briffa -línea rosa y punteada en la imagen de abajo-, estaba amañado no sólo por el final, que fue cortado en el año 1960 para no desvelar la bajada de temperatura posterior, el famoso “hide the decline”, traducido “ocultar el declive”, que dice Michael Mann en uno de los correos del Climategate, sino también por el principio, que no era plano como convenientemente se nos había dicho, sino mucho más complejo, con subidas y bajadas del todo comparables a las posteriores en dimensiones e intensidad (la línea rosa del principio y el final es la corrección de McIntyre utilizando los datos reales, sin esconder ninguno), lo que contradice una vez más la “subida acelerada y sin precedentes” de la temperatura del último medio siglo “causada por el CO2 antropogénico” como propugnan los alarmistas.
En cuanto a los
refugiados climáticos, es una de las trampas clásicas utilizadas profusamente por sectas apocalípticas de todo pelaje, que se dedican a anunciar el fin del mundo en fechas próximas y que, cuando llega el día fijado y no pasa nada, dicen que el cálculo era erróneo y que en realidad va a ocurrir 10 ó 20 años después, es decir, dan una patada hacia delante a la bola y siguen con el mismo cuento. Lo de los refugiados climáticos se le ocurrió a la ONU como parte de la campaña de amedrentamiento general ante el cambio climático.
Pero les ha salido mal.
En 2005 dijeron que el cambio climático iba a producir nada menos que entre 50 y 200 millones de refugiados climáticos, es decir, gente que tendría que escapar de sus países debido a la subida del nivel del mar, aumento de huracanes, sequías, inundaciones y demás desastres. Pero cometieron un error: pusieron una fecha demasiado cercana y además señalaron en un mapa, que colgaron de su web, los países con más riesgo, que eran, fundamentalmente, islas oceánicas del Pacífico y el Caribe y zonas costeras de Asia y América (ver mapa arriba).
Como antes se pilla a un cojo que a un mentiroso, Gavin Atkins, un periodista del Asian Correspondent (
pinchar aquí)se ha dedicado a contar los censos de esas islas y de zonas continentales señaladas en el mapa como productoras de refugiados para 2010, y los ha comparado con los censos de 2005. ¿Qué ha encontrado? Pues que
de refugiados nada de nada, es más, en estos últimos años
se ha producido un aumento espectacular de la población en esas zonas.
¿Qué han hecho los responsables de la falacia? Lo de siempre, intentar esconder la prueba del engaño: retirada apresurada del mapa de su página web y
dar una patada hacia adelante a la bola: ahora dicen que los 50 millones de refugiados climáticos se producirán en 2020. Menos mal que hay una herramienta en Google para recuperar páginas web retiradas...
El mapa con los datos originales (la imagen que encabeza esta entrada) incluyendo la predicción del 2010, se pueden ver en WUWT de donde yo lo he sacado (
pinchar aquí)
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