lunes, 9 de abril de 2012

Shakun et al 2012: comparando peras con manzanas

Estos días hay mucho revuelo en el bando pro calentamiento global a raíz de la aparición en Nature de un trabajo de Shakun et al. (2012) (ver aquí)sobre la correlación entre la temperatura y el CO2 durante la última desglaciación. El trabajo concluye que la subida del CO2 precede al aumento de temperatura, justo lo contrario de lo que concluyen todos y cada uno de los trabajos previos sobre este asunto, que son muchos ya, y que asignan un retraso de la subida del CO2 de entre 100 y 5.000 años (media de 800) con respecto a la subida de las temperaturas.
La figura que resume el trabajo se muestra a continuación:

En la figura, los círculos amarillos son las mediciones de CO2 en un núcleo de hielo de la Antártida, la línea roja es la medición de temperatura en ese mismo núcleo y la línea azul es una media de 80 diferentes "proxys" (métodos aproximados para determinar un parámetro) de temperatura tomados en otros lugares y utilizando otros métodos.
Los conocidos escépticos Willis Eschenbach y Don Easterbrook han analizado este trabajo en profundidad (ver aquí y aquí) y ya se ha encargado ellos de poner de manifiesto que las asunciones y datos en que se basan los autores son de todo menos exactos y comprobables, y en los enlaces se pone de manifiesto todo esto.
Sin minusvalorar las otras inexactitudes y fallos del trabajo, que son muchos, yo solo quiero poner el acento en lo que a mi juicio es lo peor de este nuevo intento de salvar una teoría que se hunde irremisiblemente:

El resultado lo consiguen comparando los datos de CO2 de 80 proxys diferentes con UN SOLO REGISTRO de CO2 trazado a partir de un solo núcleo de hielo.

En la figura de arriba ellos representan la temperatura sacada de ese núcleo de hielo (línea roja) y los datos del CO2 del mismo núcleo (círculos amarillos), para, a continuación compararlos con los otros proxys (línea azul) en un claro caso de comparación entre peras y manzanas: En efecto, para hallar la línea azul han tenido que promediar 80 diferentes líneas de 80 lugares diferentes y lo que es peor, utilizando 80 métodos diferentes al de los núcleos de hielo en los que miden el CO2.

Dado que no se ha medido la concentración de CO2 en esos lugares, es científicamente incorrecto compararlos con la medición de CO2 en un solo lugar y por un único método que es, curiosamente, el de medir el CO2 en los núcleos de hielo (miden el CO2 en las burbujas que quedan atrapadas en los núcleos de hielo). Es decir, rechazan implícitamente como incorrecta la medición de temperatura en ese núcleo de hielo para, a continuación, valorar como correcta la medición de CO2 hecha en ese mismo núcleo de hielo y compararla entonces con otras mediciones de temperatura en otros lugares hechas empleando otros métodos diferentes.

Lo realmente correcto hubiera sido comparar sólo las mediciones de la temperatura y CO2 de ese único lugar (los círculos amarillos y la línea roja en la imagen). En todo caso, si se quiere hacer una miscelánea de 80 proxys diferentes de temperatura, con todo lo que ello implica de inexactitudes y de posible “cocina” estadística, se debe hacer lo mismo con el otro término de la comparación: 80 proxys diferentes de CO2 en los mismos lugares en los que se midió la temperatura.
Pero eso no lo han hecho, porque entonces saldría que la subida de la temperatura comienza antes de la del CO2, como sale en todos los demás trabajos e incluso en el suyo, si solo se tiene en cuenta la línea roja y los círculos amarillos, los únicos términos comparables en buena práctica científica.
Y es que hay otros métodos de medición de CO2 que no han empleado y que, por supuesto, no mencionan, como el de los estomas de las plantas. Es más, ni tan siquiera han promediado las mediciones de CO2 en otros núcleos de hielo sacados de otros glaciares, cosa que sí ha hecho Willys Eschenbach (ver aquí y en la imagen de abajo) y le sale otra cosa muy diferente a lo que nos muestran Shakun et al.



En esta figura se comparan los registros de temperatura empleados por Shakun et al. en bruto, es decir sin sacar el promedio (puntos verdes), con los registros de CO2 utilizados por esos mismos autores (circunferencias negras) y con los otros registros de CO2 sacados de otros núcleos de hielo que incluye Eschenbach en forma de círculos de colores. Se aprecia entonces que no está tan clara la precedencia del CO2 con respecto a la temperatura y también que Shakun et al. han hecho una última trampa:

No incluyen los registros de CO2 posteriores a hace 5.000 años porque entonces no les cuadra la conclusión: notar que las circunferencias negras se detienen hace 5.000 años.

¡Qué casualidad, justo cuando empieza a subir el CO2 y a bajar la temperatura!
O sea, comparan peras con manzanas y esconden los datos que no les cuadran, en un claro intento de engañar al personal.

En definitiva, un trabajo que una revista supuestamente seria como Nature debería haber rechazado.

domingo, 1 de abril de 2012

Las chimeneas crean riqueza


Uno de los tópicos más usados, siempre que se quiere atacar nuestro modo de vida actual desde el punto de vista medioambiental, es la imagen de enormes chimeneas humeantes en un entorno industrial.
La imagen del humo, y de la industria en general, se asocia a contaminación atmosférica pero también a enfermedades, explotación de la clase obrera por el capitalismo salvaje, pobreza y toda clase de miserias humanas. Ante esto, yo me pregunto:

¿Se corresponde esta visión con la realidad? Y también:

¿Es esta asociación válida hoy en día?

Veamos en primer lugar, el presunto daño al medio ambiente: en un reciente post, el gran Antón Uriarte (ver aquí)nos ilustraba sobre la mejora en China de las emisiones de dióxido de azufre, uno de los principales contaminantes liberados por las centrales térmicas de carbón, emisiones que han experimentado un espectacular descenso en los últimos años hasta quedar en 2010 por debajo de las que este país producía en 1996, a pesar del enorme aumento del número de centrales que utilizan carbón. Esto se produce por la mejora en la eficiencia de estas centrales y el uso de filtros que reducen las emisiones contaminantes.

Otros contaminantes como los óxidos de nitrógeno también han disminuido en las emisiones de la industria actual, lo que es positivo, ya que son nocivos para los seres humanos cuando se encuentran en altas concentraciones, pero no lo es tanto para el medio ambiente, ya que al caer al suelo, arrastrados por la lluvia, fertilizan los campos con nitrógeno, que como todo agricultor sabe, es uno de los elementos clave en los abonos (en forma de nitratos).

Por último, hay que señalar los beneficios del aumento de CO2, un gas falsamente demonizado como contaminante y productor de calentamiento global, pero que en realidad es el gas de la vida, la comida de las plantas, el elixir que hace que crezcan más y resistan mejor a la sequía, sin CO2 el oxígeno no existiría y toda vida animal o vegetal desaparecería de la faz de la Tierra.

Por supuesto, sería deseable reducir los verdaderos contaminantes, como los óxidos de azufre y nitrógeno ya mencionados y también otros como los metales pesados, ozono, etc. pero la solución no es deshacerse de la industria, sino poner filtros y tratar el combustible, o cambiar la maquinaria de manera que se haga más efectiva y consuma menos como hacen los chinos.

Es decir, la solución a los problemas tecnológicos no es retroceder (a periodos preindustriales o a la edad de piedra como quieren algunos), es avanzar mediante el perfeccionamiento de la propia tecnología.

¿Cómo se hace esto? Desde luego, no intentando que se reduzca a cero el riesgo de accidente o la emisión de contaminantes, no es posible hacer eso ya que la seguridad completa no existe y la limpieza perfecta, tampoco. Toda actividad humana (o animal) va a producir un impacto en el medio ambiente, el mero hecho de existir ya implica un consumo de energía y de recursos. Por tanto la manera de hacerlo, a mi juicio, es:

Cuidando que la relación entre los perjuicios causados y los beneficios a conseguir sea favorable a estos últimos.

La industria es un bien necesario en la sociedad humana actual, y los países en que ha retrocedido el peso de este sector, como en España (en donde ha pasado de representar un 30% del PIB en los años ‘70 a un 17% actual), son proclives a sufrir más intensamente los vaivenes de la economía, en especial en épocas de crisis como la actual.