domingo, 16 de septiembre de 2012

la temperatura más alta de los registros


La temperatura de garita meteorológica que se suponía más alta de todos los tiempos,  la tomada el 13 de septiembre de 1922 en El Aziza, Libia (localidad situada a unos 40 kilómetros al suroeste de Trípoli) ha sido invalidada por la Organización Meteorológica Mundial. La más alta es ahora la  de 56,7 grados centígrados registrada el 10 de julio de 1913 en el Valle de la Muerte, en la imagen (California, Estados Unidos). (Ver la noticia aquí)
Entre otras razones, las causas de la invalidación son:

- -        La situación inadecuada de la garita: sobre asfalto en vez de sobre césped o arena (esta última, en el caso que nos ocupa, sería prácticamente la única posible, al estar situada la estación en pleno desierto) siendo que el asfalto absorbe mucho mejor que otros materiales el calor del sol y se ha demostrado que influye en la medición aumentando la temperatura.

-      -   La inconsistencia con las lecturas de ese mismo día de las estaciones situadas en localidades vecinas, ya que ninguna registró una temperatura mayor de 32 grados.

-  -       El hecho de que el observador, posiblemente, no fuera el habitual: la medida de 58 grados está escrita con una caligrafía diferente a la de las entradas anteriores y parece que la persona que escribía no tenía claro en qué columna anotar las temperaturas. También se apunta que los termómetros usados tienen una barra magnética (ver en la imagen de abajo la barrita azul de la columna de la derecha arriba del mercurio) para registrar las máximas y las mínimas que, leída incorrectamente por arriba, y no por debajo de ella, puede dar una diferencia de 7 grados más.

-    -     El cambio de ubicación de la estación: se cambió en tres ocasiones. En su primera ubicación (de 1913 a 1920), registró una temperatura máxima de 48 grados, en la segunda (de 1920 a 1926), sobre la base de asfalto ya mencionada, marcó el presunto récord, y en el tercer emplazamiento, que ocupó entre 1927 y 1984, la máxima llegó a los 50 grados, registros muy lejanos de los 57,8 que supuestamente se registraron en la ubicación de 1922.


Parece claro, pues, que el registro es incorrecto y, por tanto, inválido. Lo curioso es que las causas que se aducen para invalidarlo no sean igualmente aplicadas a tantos y tantos registros de temperatura de similares características, (ubicación sobre asfalto o cerca de fuentes de calor  artificiales, observadores inadecuados, cambio de localización de las estaciones, inconsistencia entre urbanas y rurales etc.) deficiencias que se han denunciado en muchas ocasiones por meteorólogos reputados (véase aquí el estudio realizado por Anthony Watts sobre el asunto). Estos registros incorrectos, desgraciadamente, son los que se utilizan una y otra vez para hacernos creer una subida de temperaturas a finales del siglo XX muy por encima de la que realmente se ha producido, metiéndonos miedo con “el coco” del calentamiento global.

Por cierto, la ahora oficial temperatura más alta de todos los tiempos, se produjo nada menos que en 1913, casi nueve años más atrás que el récord invalidado del desierto de Libia en 1922. Si hay tanto calentamiento como dicen, ¿Cómo es que no se ha registrado ningún récord absoluto en los 99 años que han transcurrido desde entonces?


martes, 31 de julio de 2012

Deshielo en Groenlandia, la última falsa alarma

Estos últimos y calurosos días dos noticias han venido a animar un poco el cada vez más mediáticamente apagado debate sobre el cambio climático: el deshielo de Groenlandia y la medición de las temperaturas en Estados Unidos. Por un lado, se ha hablado, y mucho, del supuesto “deshielo de Groenlandia” Una buena y extensa explicación en español de lo que realmente pasó allí, lo tenemos en Mitos y Fraudes (ver aquí). Resumiendo mucho, se puede decir que una ola de calor puntual, excepcionalmente fuerte, afectó Groenlandia a mediados de Julio, produciendo, supuestamente, un deshielo de la capa más superficial de nieve depositada sobre la capa de hielo que cubre esta isla. El fenómeno no es la primera vez que se produce, como así lo atestiguaron los investigadores que dieron parte de él. En realidad es un fenómeno cíclico que ocurre cada 150 años y que hace unos 150 años que se produjo por última vez, así que ha acudido formal a su cita. Tampoco es un acontecimiento que podamos denominar como catastrófico o preocupante desde el punto de vista medioambiental, puesto que el aumento de temperaturas que lo produjo duró solo unas pocas horas, no más de dos o tres, durante las que el termómetro rebasó el punto de congelación uno o dos grados, volviendo luego las temperaturas a su acostumbrado nivel bajo cero. Ni siquiera el día que se produjo tuvo una temperatura media positiva si se computan todas las 24 horas como debe de ser. Por tanto, se supone que el agua descongelada volvió a congelarse casi enseguida, y digo se supone porque nadie ha estado allí para medirla, todo son especulaciones basadas en las mediciones de la temperatura por satélite. Por supuesto, nadie ha notado ninguna alteración en el ecosistema groenlandés o de los mares que la circundan. Es decir, el supuesto deshielo de esos milímetros o algún centímetro de nieve superficial sobre una capa que tiene más de dos kilómetros de hielo en algunos puntos, es un suceso curioso y raro, pero no preocupante ni único. Lo que sí es preocupante, pero no único, es el alarmismo gratuito que hicieron con él los medios de comunicación, que no desaprovecharon la ocasión para meter miedo con él a la población y apostar de paso, como quien no quiere la cosa, por las energías renovables y otros carísimos dispendios, como los coches eléctricos, que nos quieren vender los pijoprogres un día sí y otro también, a pesar de la crisis que tenemos encima. El otro acontecimiento, la medición de temperaturas en Estados Unidos, a pesar de ser mucho más importante, ha pasado desapercibido en los medios de “desinformación” masiva, ya que destapa un escándalo mayúsculo: la manipulación que agencias federales de Estados Unidos realizan con los “ajustes” de temperaturas que miden los termómetros de las garitas meteorológicas de su país (ver aquí en WUWT). Resumiendo, se puede decir que agencias a priori tan serias y prestigiosas como la estadounidense NOAA (en español: Administración Nacional Atmosférica y Oceánica) han aumentado los registros de temperatura observados mediante un método estadístico que ajustaba sistemáticamente al alza los valores de temperaturas. El caso ha sido destapado por una investigación muy rigurosa que ha realizado, con ayuda de miles de voluntarios, Anthony Watts, el meteorólogo creador de WUWT, la página web más importante y visitada en el tema del cambio climático.

martes, 3 de julio de 2012

La energía solar también provoca desastres medioambientales

Sabíamos que la energía eólica puede provocar, y de hecho provoca, muchos daños mediambientales: muerte por choque con las aspas de aves protegidas, incendios forestales al prenderse fuego las turbinas por caída de rayos o recalentamiento de la maquinaria, etc. Desastres que se añaden a los accidentes laborales por caídas de operarios desde más de 60 metros de altura, o accidentes de tráfico al acceder a los altos en que se ubican los aerogeneradores por carreteras de montaña, no siempre en buen estado. Sin embargo, la energía solar parecía que, aparte de su enorme precio y de los problemas que se generan en su fabricación, en donde se necesitan elementos químicos raros, no tenía demasiadas pegas medioambientales. Pero llegó el verano de 2012 y, como si de una premonición del calendario maya se tratase, se produce el mayor incendio de los últimos 30 años en el este de España. Y ¿cuál es la causa? La instalación de unas placas de energía solar. En un acto de imprudencia manifiesta, y pese a las prohibiciones en vigor de no realizar trabajos que impliquen fuego en zonas forestales durante las olas de calor, como la que hemos sufrido en toda la Península Ibérica estos últimos días, unos operarios se afanaron en soldar placas solares en una caseta de una zona forestal (ver aquí) . Las chispas del soldador originaron la tragedia que ya ha devastado casi 30.000 hectáreas y se ha cobrado una vida, la de un piloto de helicóptero que participaba en las labores de extinción. La pregunta que me surge es: ¿se podría haber evitado? La respuesta que daría un político, muy posiblemente, sería: Sí, con leyes más restrictivas y más prohibiciones. La respuesta de un intelectual progre o de un ecologista, muy posiblemente, sería: Sí, con más educación medioambiental en las escuelas. La respuesta de los economistas quizás sería: sí, no, quizás, a medias… dependiendo de qué escuela económica sea. Mi respuesta sería: Desde luego, no simplemente promulgando leyes y prohibiciones, que no han servido para nada como acabamos de comprobar. Quizás se paliaría algo el problema con más educación medioambiental, aunque dudo que fuera mucho, puesto que no todo el mundo aprueba los exámenes y menos gente aún interioriza, realmente, lo que aprende en las escuelas (la mayoría lo aprenden para el examen e inmediatamente lo olvidan). En definitiva, a mi entender, este tipo de tragedias, tal y como están las cosas, son prácticamente inevitables por las siguientes razones: En primer lugar, al estar distribuida la energía solar en muchos lugares, algunos de difícil acceso, supervisar todas y cada una de las instalaciones es prácticamente imposible, así que hay que confiar en la competencia de la gente. Como no todo el mundo es competente, y aunque así fuera, hasta el más listo comete errores de vez en cuando, los accidentes son inevitables. En segundo lugar, nuestros bosques se han convertido en polvorines (ver aquí)desde que no se recoge leña para cocinar. Por otro lado, tampoco se fomenta la ganadería de cabras y ovejas, que podría limpiar las zonas forestales, ni la presencia de especies salvajes, como ciervos y cabras montesas, que podrían hacer el mismo papel. En tercer lugar, el problema se agrava más por la presencia de urbanizaciones rodeadas de masa boscosa, en el caso que nos ocupa, de bosques de pinos, una especie vegetal caracterizada por la presencia de resina, que la hace especialmente vulnerable al fuego. Se nos ha dicho que las energías renovables son limpias, seguras y sin problemas, que las energías fósiles generan terribles accidentes, como mareas negras y demás, pero no se nos cuenta de la misma forma las desventajas que tienen estas energías renovables, aparentemente (sólo aparentemente) amigables con el medio ambiente. En definitiva, como todas las tecnologías que el ser humano utiliza.

sábado, 19 de mayo de 2012

Las flatulencias atacan de nuevo

Ha aparecido un nuevo estudio sobre los dinosaurios (ver aquí) afirmando que sus flatulencias podrían haber influido significativamente en el clima de la era secundaria, dada la gran cantidad de comida que ingerían, lo que les llevaba a liberar, según los investigadores, grandes cantidades de metano, un gas con efecto invernadero. Del estudio, aparentemente serio y riguroso, se hace eco el muy calentólogo diario ABC como si de la Biblia se tratase (ver aquí) En realidad, estos estudios de serios solo tienen la apariencia, ya que no pasan de ser puras especulaciones sin apenas fundamento En efecto, dada la enorme distancia en el tiempo que nos separa de aquellas épocas, los registros fósiles son necesariamente fragmentarios, incompletos y poco fiables, por tanto absolutamente insuficientes para que podamos deducir de ellos con exactitud la importancia que pudieron tener las emisiones de metano de los dinosaurios. Por ejemplo, entre otras cosas, no sabemos con seguridad (y en el estudio lo reconocen así): - Ni qué densidad poblacional tenían los dinosaurios (las estimas varían hasta en un factor de 10) - Ni qué metabolismo tenían exactamente (cuántos eran de sangre fría y cuántos de sangre caliente, fundamental en este tema) - Ni qué producción de metano tenían en sus intestinos (se hacen estimaciones pero basadas en animales actuales que no tienen por qué coincidir) - Ni qué tasa de eliminación de metano tenía la atmósfera de entonces Por último, si se da por buena una importante contribución de estas flatulencias al calentamiento global, ¿Quiere explicarme alguien por qué la última edad glacial duró 100.000 años con la cantidad de megafauna que existía entonces? ¿O es que los mamuts y los rinocerontes lanudos no se tiraban pedos? Si es tan importante el metano, ¿Por qué se produjo el calentamiento global de finales de la última edad glacial si antes ocurrió una gran extinción de todos estos grandes animales en el evento conocido como la joven dryas? Teniendo en cuenta lo poco que sabemos de del clima actual, querer comprender el clima de la era secundaria hasta el punto de saber en qué medida los gases de los dinosaurios influían en él... ¡Pufffff, qué mal huele!

martes, 1 de mayo de 2012

Buenas noticias para los osos polares: son más antiguos de lo que se creía

La doctrina oficial sobre los osos polares los pinta como una especie frágil, casi delicada, una especie cuyo destino es la extinción total si los malvados humanos seguimos emitiendo el demoniaco CO2 por nuestros coches e industrias debido al supuesto calentamiento global que esto produce. Para sustentar esta visión, los alarmistas se basaban en la creencia científica de que los osos polares eran una especie joven, que había aparecido durante el último periodo glaciar, por tanto su especie tendría menos de 115.000 años y habría evolucionado del oso pardo a medida que el clima se enfriaba. Debido a esto, se suponía que nuestra actual época interglaciar era mala para ellos y por tanto, como estaban ya al borde del colapso, una subida de temperatura en el planeta, aunque fuera de pequeña magnitud, los podía extinguir fácilmente. Pero hete aquí que van unos científicos (ver aquí) y descubren que los osos polares son una especie mucho más antigua, que tiene unos 600.000 años, y que por tanto han pasado ya varios periodos interglaciares, al menos 5 contando el presente, algunos como el Eemiense (entre hace 127.000 y 115.000 años aproximadamente) mucho más cálidos que el actual Holoceno, que es en el que nos encontramos hace ya 11.600 años. Hay que recordar que el Eemiense fue un periodo con temperaturas globales entre 1 y 2ºC superiores a las actuales, el nivel del mar estaba dos o tres metros más alto que ahora, y zonas como Groenlandia tenían temperaturas medias hasta 5ºC mayores que las de ahora, como demuestran los hallazgos de fauna tropical en latitudes altas: se han encontrado fósiles de hipopótamos en Inglaterra que datan de esa época, y polen de árboles de climas cálidos en las terrazas del río Eem, en Holanda, de donde le viene el nombre. Todo esto sugiere que los osos polares son una especie más adaptable y resistente de lo que se creía, capaz de sobrevivir durante miles de años con temperaturas más altas que las actuales y de superar eventos causantes de extinciones masivas que se cargaron a muchas especies de climas fríos, como la Joven Dryas, hace 12.900 años, donde se extinguieron grandes especies adaptadas a climas glaciales como los mamuts, los rinocerontes lanudos e incluso otras especies de osos, como el oso cavernario y el de cara corta, eventos catastróficos que no pudieron con el oso polar. En resumen: el oso polar es una especie fuerte y próspera, que está aumentando de número (ha pasado de unos 5000 ejemplares en los años ’60 a los 25.000 actuales) y que se ha adaptado incluso a la cada vez mayor presencia humana en el Ártico, prosperando y atiborrándose de comida, incluso en verano, gracias a nuestros basureros y a los cadáveres de ballenas que aparecen cuando se produce el deshielo (en la fotografía de arriba), por eso choca tanto que, a pesar de ello, los alarmistas (ver aquí la noticia en ABC) ven en el descubrimiento de la mayor antigüedad del oso polar una prueba de que están en peligro, demostrando, una vez más, que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

lunes, 9 de abril de 2012

Shakun et al 2012: comparando peras con manzanas

Estos días hay mucho revuelo en el bando pro calentamiento global a raíz de la aparición en Nature de un trabajo de Shakun et al. (2012) (ver aquí)sobre la correlación entre la temperatura y el CO2 durante la última desglaciación. El trabajo concluye que la subida del CO2 precede al aumento de temperatura, justo lo contrario de lo que concluyen todos y cada uno de los trabajos previos sobre este asunto, que son muchos ya, y que asignan un retraso de la subida del CO2 de entre 100 y 5.000 años (media de 800) con respecto a la subida de las temperaturas.
La figura que resume el trabajo se muestra a continuación:

En la figura, los círculos amarillos son las mediciones de CO2 en un núcleo de hielo de la Antártida, la línea roja es la medición de temperatura en ese mismo núcleo y la línea azul es una media de 80 diferentes "proxys" (métodos aproximados para determinar un parámetro) de temperatura tomados en otros lugares y utilizando otros métodos.
Los conocidos escépticos Willis Eschenbach y Don Easterbrook han analizado este trabajo en profundidad (ver aquí y aquí) y ya se ha encargado ellos de poner de manifiesto que las asunciones y datos en que se basan los autores son de todo menos exactos y comprobables, y en los enlaces se pone de manifiesto todo esto.
Sin minusvalorar las otras inexactitudes y fallos del trabajo, que son muchos, yo solo quiero poner el acento en lo que a mi juicio es lo peor de este nuevo intento de salvar una teoría que se hunde irremisiblemente:

El resultado lo consiguen comparando los datos de CO2 de 80 proxys diferentes con UN SOLO REGISTRO de CO2 trazado a partir de un solo núcleo de hielo.

En la figura de arriba ellos representan la temperatura sacada de ese núcleo de hielo (línea roja) y los datos del CO2 del mismo núcleo (círculos amarillos), para, a continuación compararlos con los otros proxys (línea azul) en un claro caso de comparación entre peras y manzanas: En efecto, para hallar la línea azul han tenido que promediar 80 diferentes líneas de 80 lugares diferentes y lo que es peor, utilizando 80 métodos diferentes al de los núcleos de hielo en los que miden el CO2.

Dado que no se ha medido la concentración de CO2 en esos lugares, es científicamente incorrecto compararlos con la medición de CO2 en un solo lugar y por un único método que es, curiosamente, el de medir el CO2 en los núcleos de hielo (miden el CO2 en las burbujas que quedan atrapadas en los núcleos de hielo). Es decir, rechazan implícitamente como incorrecta la medición de temperatura en ese núcleo de hielo para, a continuación, valorar como correcta la medición de CO2 hecha en ese mismo núcleo de hielo y compararla entonces con otras mediciones de temperatura en otros lugares hechas empleando otros métodos diferentes.

Lo realmente correcto hubiera sido comparar sólo las mediciones de la temperatura y CO2 de ese único lugar (los círculos amarillos y la línea roja en la imagen). En todo caso, si se quiere hacer una miscelánea de 80 proxys diferentes de temperatura, con todo lo que ello implica de inexactitudes y de posible “cocina” estadística, se debe hacer lo mismo con el otro término de la comparación: 80 proxys diferentes de CO2 en los mismos lugares en los que se midió la temperatura.
Pero eso no lo han hecho, porque entonces saldría que la subida de la temperatura comienza antes de la del CO2, como sale en todos los demás trabajos e incluso en el suyo, si solo se tiene en cuenta la línea roja y los círculos amarillos, los únicos términos comparables en buena práctica científica.
Y es que hay otros métodos de medición de CO2 que no han empleado y que, por supuesto, no mencionan, como el de los estomas de las plantas. Es más, ni tan siquiera han promediado las mediciones de CO2 en otros núcleos de hielo sacados de otros glaciares, cosa que sí ha hecho Willys Eschenbach (ver aquí y en la imagen de abajo) y le sale otra cosa muy diferente a lo que nos muestran Shakun et al.



En esta figura se comparan los registros de temperatura empleados por Shakun et al. en bruto, es decir sin sacar el promedio (puntos verdes), con los registros de CO2 utilizados por esos mismos autores (circunferencias negras) y con los otros registros de CO2 sacados de otros núcleos de hielo que incluye Eschenbach en forma de círculos de colores. Se aprecia entonces que no está tan clara la precedencia del CO2 con respecto a la temperatura y también que Shakun et al. han hecho una última trampa:

No incluyen los registros de CO2 posteriores a hace 5.000 años porque entonces no les cuadra la conclusión: notar que las circunferencias negras se detienen hace 5.000 años.

¡Qué casualidad, justo cuando empieza a subir el CO2 y a bajar la temperatura!
O sea, comparan peras con manzanas y esconden los datos que no les cuadran, en un claro intento de engañar al personal.

En definitiva, un trabajo que una revista supuestamente seria como Nature debería haber rechazado.

domingo, 1 de abril de 2012

Las chimeneas crean riqueza


Uno de los tópicos más usados, siempre que se quiere atacar nuestro modo de vida actual desde el punto de vista medioambiental, es la imagen de enormes chimeneas humeantes en un entorno industrial.
La imagen del humo, y de la industria en general, se asocia a contaminación atmosférica pero también a enfermedades, explotación de la clase obrera por el capitalismo salvaje, pobreza y toda clase de miserias humanas. Ante esto, yo me pregunto:

¿Se corresponde esta visión con la realidad? Y también:

¿Es esta asociación válida hoy en día?

Veamos en primer lugar, el presunto daño al medio ambiente: en un reciente post, el gran Antón Uriarte (ver aquí)nos ilustraba sobre la mejora en China de las emisiones de dióxido de azufre, uno de los principales contaminantes liberados por las centrales térmicas de carbón, emisiones que han experimentado un espectacular descenso en los últimos años hasta quedar en 2010 por debajo de las que este país producía en 1996, a pesar del enorme aumento del número de centrales que utilizan carbón. Esto se produce por la mejora en la eficiencia de estas centrales y el uso de filtros que reducen las emisiones contaminantes.

Otros contaminantes como los óxidos de nitrógeno también han disminuido en las emisiones de la industria actual, lo que es positivo, ya que son nocivos para los seres humanos cuando se encuentran en altas concentraciones, pero no lo es tanto para el medio ambiente, ya que al caer al suelo, arrastrados por la lluvia, fertilizan los campos con nitrógeno, que como todo agricultor sabe, es uno de los elementos clave en los abonos (en forma de nitratos).

Por último, hay que señalar los beneficios del aumento de CO2, un gas falsamente demonizado como contaminante y productor de calentamiento global, pero que en realidad es el gas de la vida, la comida de las plantas, el elixir que hace que crezcan más y resistan mejor a la sequía, sin CO2 el oxígeno no existiría y toda vida animal o vegetal desaparecería de la faz de la Tierra.

Por supuesto, sería deseable reducir los verdaderos contaminantes, como los óxidos de azufre y nitrógeno ya mencionados y también otros como los metales pesados, ozono, etc. pero la solución no es deshacerse de la industria, sino poner filtros y tratar el combustible, o cambiar la maquinaria de manera que se haga más efectiva y consuma menos como hacen los chinos.

Es decir, la solución a los problemas tecnológicos no es retroceder (a periodos preindustriales o a la edad de piedra como quieren algunos), es avanzar mediante el perfeccionamiento de la propia tecnología.

¿Cómo se hace esto? Desde luego, no intentando que se reduzca a cero el riesgo de accidente o la emisión de contaminantes, no es posible hacer eso ya que la seguridad completa no existe y la limpieza perfecta, tampoco. Toda actividad humana (o animal) va a producir un impacto en el medio ambiente, el mero hecho de existir ya implica un consumo de energía y de recursos. Por tanto la manera de hacerlo, a mi juicio, es:

Cuidando que la relación entre los perjuicios causados y los beneficios a conseguir sea favorable a estos últimos.

La industria es un bien necesario en la sociedad humana actual, y los países en que ha retrocedido el peso de este sector, como en España (en donde ha pasado de representar un 30% del PIB en los años ‘70 a un 17% actual), son proclives a sufrir más intensamente los vaivenes de la economía, en especial en épocas de crisis como la actual.