lunes, 31 de mayo de 2010

Reptiles


El pasado 13 de mayo se publicaba un estudio en Science analizando las consecuencias que tendría para los lagartos el calentamiento global. Por supuesto, el panorama futuro lo pintan catastrófico, con hasta un 20% de todas las especies extintas para el 2080. La solución, claro, estaba en emitir menos CO2.
No voy a entrar a analizar en profundidad el catastrofista artículo, aunque sí se debe decir que, dado lo poco que sabemos del clima, estas afirmaciones son altamente especulativas.
Sí creo, en cambio, que es conveniente abrir la mirada y poner en un contexto más amplio estos estudios, que suelen ser bastante limitados y miopes.
En primer lugar, hay que saber que los reptiles son animales poiquilotermos, es decir, lo que se llama vulgarmente "de sangre fría" Esto los hace ser amantes del calor. Una comprobación de esto la hallamos observando la gran cantidad y abundancia, tanto en número de individuos como en número de especies, que presentan estos animales en las regiones tropicales, riqueza que va mermando a medida que nos alejamos del ecuador y nos acercamos a las regiones polares: en las zonas frías hay muy pocas especies y en los polos la ausencia es prácticamente total. No ocurre lo mismo con los mamíferos y aves, que mantienen poblaciones numerosas incluso en la banquisa polar y en las heladas aguas de los océanos Ártico y Antártico. Como comprobación adicional, baste acordarse de la avidez con que buscan y toman el sol los lagartos y lagartijas a primeras horas de la mañana para recuperar su temperatura óptima después del frío de la noche.
En segundo lugar, los reptiles resisten muy bien la sequedad, gracias a su piel escamosa y una fisiología que se adapta perfectamente a la escasez de agua. Una prueba de esto es la gran cantidad y variedad de reptiles que habitan los desiertos cálidos de todo el mundo: desde el lagarto espinoso de los desiertos australianos hasta el lagarto agama africano, pasando por el crótalo de los desiertos de Norteamérica.
En tercer lugar, y debido precisamente a su sangre fría, no necesitan consumir muchas calorías en su dieta, lo que los hace resistir períodos de ayuno especialmente largos, de semanas o meses, incluso años en algunos grandes cocodrilos y tortugas. Esta última característica se cree fue decisiva para evitar su extinción en períodos de crisis severa, como la que causó la extinción de los dinosaurios, muchos de los cuales eran de sangre caliente como sus parientes las aves, y no podían resistir tanto tiempo sin comer.
Todas estas adaptaciones les vienen de antiguo según muchos estudiosos, que creen que los primeros reptiles aparecieron en un entorno cálido y semiárido, que no solo determinó sus adaptaciones fisiológicas y morfológicas sino también sus habilidades reproductivas, como el huevo con amnios y cáscara, que constituyó un invento revolucionario en la historia de la vida y les permitió independizarse del medio acuático al que aún están ligados los anfibios, sus antecesores, al menos durante una parte de su vida.
Sus habilidades convierten a los reptiles en unos supervivientes natos, que ya llevan 300 millones de años en la Tierra (hasta 220 millones en el caso de los lagartos, si consideramos como tal el género Youngina, del Pérmico superior de Sudáfrica) y que han sorteado con éxito varias extinciones masivas.
Volviendo al artículo de Science, no dudo que, si se produjeran las condiciones climáticas que auguran los modelos más catastrofistas, algunas pocas especies puedan sucumbir a la extinción, más por la desaparición de sus alimentos que por el calor (en todo caso, no el exageradísimo 20% que señalan los autores), pero también es verdad que, si se amplía el área cálida de la Tierra o incluso la extensión de los desiertos, las oportunidades que se abren para ellos compensarían con creces la desaparición de unas pocas variedades y propiciarían a la larga la aparición de muchas más de las que eventualmente se perdiesen.

sábado, 15 de mayo de 2010

Los huracanes y caperucita roja

Me encanta el cuento surrealista de Caperucita Roja: una madre inconsciente que envía a su tierna hija a cruzar sola el bosque tenebroso, el taimado lobo que la engaña en el camino, la escena absolutamente terrorífica con el lobo vestido de abuelita esperando comerse a la niña, y por supuesto la escena final, el cazador mata a la fiera y saca de su barriga a las inocentes víctimas.
Hay trabajos que muestran una tendencia creciente en el número de huracanes en los últimos años, como los de Kerry Emmanuel (2005), investigador del MIT (Massachussets Institute of Technology), quien encuentra un indiscutible aumento de la potencia y capacidad destructiva de los huracanes a nivel global (también llamados tifones o ciclones según el océano en que aparezcan) en las últimas tres décadas. Igual resultado encuentran Webster et al. (2005) contando desde principios de los ’70.


Desgraciadamente para los alarmistas y afortunadamente para el resto de la humanidad, esto solo es la mitad del cuento: si empiezas a contar solo un poco más atrás en el tiempo, desde principios de los ’50, la historia cambia por completo y la tendencia cambia a prácticamente plana. Si retrocedemos aún más, como hicieron Chenowet y Divine (2008) con registros de huracanes caribeños de los últimos 318 años, la tendencia no cambia, sigue siendo plana.


Si vamos a datos más recientes para poderlos comparar con el calentamiento en los océanos, vemos que no hay correlación: los océanos en los últimos años se han calentado, pero los huracanes no han aumentado correspondientemente.


De hecho, en los últimos años, han descendido tanto en número como en intensidad (por supuesto, este descenso es tan poco significativo como el ascenso que encontraban los alarmistas).


Si le cuentas el cuento de Caperucita a un niño y terminas cuando el lobo se come a la niña, es prácticamente seguro que conseguirás hacerlo llorar a poco que dramatices, pero si le cuentas el cuento entero, la cosa cambia por completo y seguro que te dice lo mucho que le ha gustado.
Los adultos nos comportamos como niños cuando una persona, aparentemente sabia y bondadosa, nos cuenta una historia de terror y desastres como la tendencia al aumento, aparentemente imparable, de los huracanes por culpa de los malvados seres humanos con sus lobunos, rugientes automóviles y sus contaminantes industrias. Nos sentimos intranquilos, temerosos e, inconscientemente, buscamos soluciones al terrible problema que se nos plantea. Queremos un final feliz, salvar a Caperucita y matar al lobo. Está clara la solución, nos dice nuestro adorado líder, sabio y bondadoso como es: reduzcamos el efecto invernadero, bajemos nuestras emisiones de CO2, invirtamos en energías limpias y seremos salvos.
¡Aleluya!

Referencias:
- -Chenoweth, M.; Divine, D. 2008. A document-based 318-year record of tropical cyclones in the Lesser Antilles, 1690–2007. Geochemistry, Geophysics, Geosystems, 9, Q08013, (doi:10.1029/2008GC002066).
- -Emanuel, K., 2005. Increasing destructiveness of tropical cyclones over the past 30 years. Nature, 436: 686 - 688, doi:10.1038/nature03906.
- - Webster, P. J.; Holland, G. J.; Curry, J. A.; Chang, H.-R. 2005. Changes in Tropical Cyclone Number, Duration, and Intensity in a Warming Environment Science 16 September: Vol. 309. no. 5742, pp. 1844 - 1846

viernes, 14 de mayo de 2010

El efecto invernadero II

El mecanismo del efecto invernadero se basa en el equilibrio entre la energía que nos llega del sol y la que la Tierra emite al espacio, lo que se llama el saldo energético terrestre. A la distancia promedio de la Tierra al Sol, 1 m2 de terreno que esté perpendicular a los rayos del sol absorbe 1.366 W de energía. Como la Tierra es una esfera, rota sobre su eje, este eje está inclinado y encima se mueve alrededor del sol, gran parte de su superficie no recibe los rayos perpendiculares nunca o casi nunca. Si sacamos el promedio de toda la Tierra, resulta que este saldo energético se reduce a la cuarta parte de la cifra anterior, o sea, 342 W/m2. Una parte de esta energía entrante la reflejan las nubes y la superficie de la Tierra de vuelta al espacio nada más llegar, otra parte es absorbida por la atmósfera o por la superficie de tierras y mares y calienta al planeta. Según Solomon et al. (2007), de los 342 W que entran,

- 30 son reflejados por la superficie (de tierras y mares)
- 77 son reflejados por las nubes, aerosoles y gases atmosféricos
- 168 son absorbidos por la superficie
- 67 son absorbidos por la atmósfera

La Tierra también emite radiación. Según los mismos autores:
- 390 son emitidos por la superficie
- 78 los emite la evapotranspiración de plantas
- 24 los emiten fuentes internas

Los gases invernadero, según Solomon et al. (2007) devolverían a la atmósfera 324 W. Estos datos así expuestos parecen indicar que la Tierra está en equilibrio y que se conocen todos los parámetros importantes de energía entrante y saliente, al menos globalmente. Susan Solomon es una destacada defensora del efecto invernadero antropogénico y de hecho estas cifras son las que se usan en los modelos computerizados para realizar las proyecciones hacia el futuro de los posibles escenarios de cambio climático en el IPCC. Pero algunos científicos no están de acuerdo con estas cifras, y afirman que no sabemos ni siquiera cuál es la temperatura media de la Tierra. Para el Dr. V. R. Gray, estos datos no son válidos ya que, por ejemplo, suponen que conocemos exactamente la energía radiante que emite la Tierra (390 W/m2 según Solomon, 2007). La energía radiante, si se asume que la Tierra es un cuerpo negro, se puede obtener de la ecuación, bien conocida en física, de Stefan-Boltzmann:

E = σT4

En donde E es la energía radiante en vatios por metro cuadrado (W/m2), σ es la constante (5,67.10-8 W/m2.K) y T es la temperatura en grados Kelvin (K). Los grados Kelvin son iguales a los grados centígrados (ºC) solo que su origen, es decir, los 0 grados K no son la temperatura de congelación del agua como los ºC sino el llamado cero absoluto, es decir, la temperatura mínima que puede existir, y que equivale a -273 ºC. Por tanto, para pasar de grados centígrados a grados Kelvin solo hay que sumar a éstos 273. Por ejemplo, 15ºC son 15+273 = 288K.
Si se asume que la temperatura de la Tierra son 15ºC (=288K) y esta temperatura está uniformemente repartida por toda la superficie del planeta, entonces el dato de 390 W/m2 es correcto, pero la Tierra no tiene la misma temperatura por todas partes: en los polos hace más frío y en el ecuador más calor y como el valor de la ecuación anterior depende de la 4ª potencia de la temperatura resulta que, matemáticamente, la media de la cuarta potencia de la temperatura de cada parte de la Tierra no es lo mismo que la cuarta potencia de la temperatura media de la Tierra. Gray pone un ejemplo:
“Si dividimos la Tierra en 4 partes, cada una con las siguientes temperaturas medias:
1ª) 313 K (40ºC)
2ª) 293 K (20ºC)
3º) 283K (10ºC)
4º) 263K (-10ºC)
la media nos sale 288K (15ºC) y al introducir ese valor en la ecuación de Stefan-Boltzmann nos salen los 390 W/m2, pero si introducimos cada uno de estos valores en la ecuación anterior, nos da:
1) 544 W/m2
2) 418 W/m2
3) 363 W/m2
4) 271 W/m2
La media de estos valores es 399 W/m2 y no 390 W/m2. Esto es así porque las zonas más calientes emiten muchísima más radiación que las zonas frías, ya que la progresión a medida que subimos la temperatura es una progresión geométrica, es decir, la radiación sube exponencialmente, y no aritméticamente, cuando aumentamos la temperatura. Parece que 9 W/m2 de diferencia no sea una cifra importante, pero este error es mucho más grande que los pretendidos efectos de los gases invernadero añadidos al sistema por el ser humano desde el inicio de la revolución industrial en 1750 que son, según el IPCC de 1,4 a 1,6 W/m2” (Gray, 2007).
Por tanto, para realizar la operación correctamente, deberíamos dividir la Tierra no en 4 zonas sino en muchas más (no se sabe cuántas) y determinar la temperatura media de cada una para después meterlas por separado en la ecuación y sacar entonces la media, lo que nos aproximaría más a la verdadera cifra de energía que radia la Tierra.

Referencias:

- Gray, V.R. 2007. Unsound Science by the IPCC.
Solomon, S. D Qin, M Manning, M Marquis, K Averyt, M H Tignor, H L Miller, and Z Chin. (Eds.) 2007. Climate Change 2007: The Physical Science Basis (IPCC), Cambridge University Press.

jueves, 13 de mayo de 2010

El efecto invernadero I

La Tierra, sin los gases de la atmósfera, se ha calculado que tendría una temperatura media de 18 grados bajo cero. Esta temperatura media no refleja lo que realmente pasaría si desapareciera la atmósfera: si no existiese esta maravillosa cobertura, las temperaturas durante el día subirían por encima de los 98ºC y por la noche bajarían a unos heladores -172ºC de manera similar a lo que ocurre en la Luna. Como actualmente la temperatura media es de unos agradables 15ºC, la diferencia (33ºC) se supone que es la cantidad de grados que sube la temperatura por el llamado “efecto invernadero”.
Todo el mundo sabe que en los invernaderos la temperatura puede llegar a ser insoportablemente cálida. Igual que pasa cuando dejamos un coche estacionado al sol durante unas horas en un tórrido día de verano, en los invernaderos (y en el interior del coche) los rayos del sol calientan las superficies y el aire interiores. Este aire, al no renovarse, se recalienta cada vez más, haciendo subir la temperatura de manera muy efectiva. Antes se creía que era debido a que los vidrios del coche (o del invernadero) eran opacos a los rayos infrarrojos que trataban de salir, pero experimentos con cristales transparentes a estos rayos han demostrado que la temperatura sube prácticamente igual, es decir, el hecho de que el aire no se pueda renovar es más importante que si los cristales son o no opacos a las radiaciones infrarrojas.
En la atmósfera no hay cristales, por lo que muchos científicos piensan que la metáfora del invernadero para explicar el efecto de atrapar el calor que se produce allí es una mala elección, pero el término se ha popularizado y hoy todo el mundo, incluidos los científicos, lo denominan así. Sin embargo no faltan autores muy serios que creen que no existe este efecto, como los físicos alemanes Gerhard Gerlich y Ralf D. Tscheuschner quienes, en un extenso y bien documentado artículo, afirman:
El efecto invernadero atmosférico… esencialmente describe un mecanismo ficticio, en el que una atmósfera planetaria actúa como una pompa de calor conducida por un medio ambiente que está interactuando radiativamente, pero radiativamente equilibrado, con el sistema atmosférico. De acuerdo con la segunda ley de la termodinámica tal máquina planetaria no puede existir… la diferencia de temperatura de 33ºC es un número sin sentido incorrectamente calculado” (Gerlich & Tscheuschner 2009).
Gerlich y Tscheuschner vienen a decir que la teoría del efecto invernadero viola la segunda ley de la termodinámica que dice que un cuerpo más frío no puede calentar a uno más caliente sin compensación. Los gases invernadero en la fría atmósfera superior (recordemos que la alta troposfera puede estar a -70ºC)no pueden transferir calor a la tierra, ya que ésta está más caliente. El efecto invernadero, según esta interpretación, sería análogo a abrir la puerta de la calle de una casa en un frío día de invierno y esperar a que pasase calor hacia dentro de la casa desde el exterior. Evidentemente, como dictan las leyes de la física y también el sentido común, lo que pasa es justo lo contrario: el calor de la casa sale hacia la calle, rebajando la temperatura del interior y aumentando (por supuesto, muy poco)la temperatura en el exterior.
Los gases invernadero, por tanto, lo que hacen en realidad es radiar el calor que absorben al espacio exterior, que es lo que está más frío.

Referencias:
- Gerlich, G.; Tscheuschner, R.D. 2009. Falsification of the atmospheric greenhouse effects within the frame of physics. Int.J.Mod.Phys. B23:275-364,2009 DOI: 10.1142/S021797920904984X http://arxiv.org/abs/0707.1161

domingo, 9 de mayo de 2010

Calentamiento en otros planetas


Habibullo Abdussamatov (imagen) sorprendió al mundo en 2007 cuando afirmó que Marte se estaba calentando al igual que la Tierra. De hecho, Marte se calienta aún más rápido, y datos de la sonda Mars Global Surveyor y Odyssei Mission muestran una clara disminución del hielo carbónico en el polo sur de Marte por tres veranos marcianos sucesivos (las estaciones en Marte duran aproximadamente el doble que las de la Tierra).
Abdussamatov es jefe del laboratorio para la investigación espacial del Observatorio Astronómico de Pulkovo, en S. Petersburgo (Rusia) y afirmó que Marte también ha pasado por edades glaciares como la Tierra. Marte y la Tierra no tienen los mismos ciclos de Milankovitch (ciclos orbitales que se cree están relacionados con las glaciaciones del cuaternario en la Tierra), por lo que sería mucha coincidencia que estuvieran en el interglaciar a la vez. Él cree en la influencia del Sol como principal conductor del clima en todo el Sistema Solar.
Se ha constatado un aumento del albedo de otros planetas y otras señales de calentamiento, como la formación de nuevas tormentas en Júpiter, lo que según Imke de Pater y Philip Markus de la Universidad de California, es signo de incremento de temperatura en las últimas décadas del siglo XX.
También se ha visto con mediciones de infrarrojos desde 1980 a 2004 un calentamiento en Neptuno (Hammel & Lockwood, 2007), coincidente con el episodio de calentamiento en la Tierra.
Tritón, el satélite más grande de Neptuno y uno de los mayores del Sistema Solar, también se ha calentado lo que se constata por un aumento de la densidad de su atmósfera, al transformarse el nitrógeno líquido en gas debido a la subida de temperaturas según James L. Elliot (1998) astrónomo del Massachussets Institute of Technology.
Plutón es otro de los planetas donde se ha podido observar un aumento de la presión atmosférica que, de hecho, se ha triplicado en los últimos 14 años. Se sospecha que puede haber aumentado hasta 2ºC su temperatura, a pesar de que en estos años el planeta está ya en la parte de su órbita en donde se aleja cada vez más del sol (su máximo acercamiento ocurrió en 1989). Esto se sabe viendo cómo se ocultan las estrellas cuando pasa el planeta por delante, lo que permite medir el espesor de su atmósfera.
Estos hechos sugieren un aumento simultáneo de temperatura en esos planetas y la Tierra por causas naturales relacionadas con el aumento de la actividad solar y, obviamente, no pueden ser explicados en absoluto por la teoría del calentamiento antropogénico debido al CO2.

Referencias:
- Elliot, J. D. 1998. MIT researcher finds evidence of global warming on Neptune's largest moon. MIT news office. June 24, 1998. http://web.mit.edu/newsoffice/1998/triton.html
-Hammel, H. B., and G. W. Lockwood, 2007. Suggestive correlations between the brightness of Neptune, solar variability, and Earth’s temperature, Geophysical Research Letters, 34, L08203, doi:10.1029/2006GL028764

sábado, 8 de mayo de 2010

Sube el CO2, buena noticia


Siempre se nos dice que la subida del CO2 va a provocar efectos catastróficos por la subida de temperatura que, según el IPCC, conlleva. Se olvida también siempre que las plantas viven gracias al CO2 y que nosotros vivimos gracias a las plantas.
Cuando las plantas realizan la fotosíntesis, deben incorporar moléculas de CO2 a su metabolismo para poder combinarlas con el agua y formar glucosa y oxígeno. Para ello, necesitan unir el CO2 a una molécula orgánica que se encarga de iniciar una cadena de reacciones químicas llamadas ciclo de Calvin. Esta unión la realiza una enzima llamada RuBisCo. Esta enzima es particular, pues puede catalizar dos reacciones diferentes según sea la concentración de CO2 y de O2 en el ambiente que la rodea: si la concentración es la normal (21% de oxígeno y 0,03% de CO2) la enzima inicia el proceso de fotosíntesis normal, pero si la concentración de oxígeno aumenta mucho y la de CO2 desciende mucho, entonces inicia otro proceso llamado fotorrespiración. En este otro proceso no se produce glucosa, sino que se consume O2 y se desprende CO2 como en la respiración, hasta que las concentraciones vuelven a ser las habituales reanudándose entonces la fotosíntesis. Si se produce mucha fotorrespiración, la planta dejará de producir gran cantidad de glucosa, por lo que este proceso disminuye la eficiencia fotosintética, y el crecimiento de la planta puede verse mermado en hasta un 50%
El caso es que esta molécula orgánica a la que se une el CO2 es diferente en unas plantas y otras: en las plantas llamadas C3 (las más abundantes en general), tiene tres carbonos y en las C4 tiene cuatro. Para recoger carbono del aire, la planta tiene unas aberturas microscópicas llamadas estomas que se pueden abrir y cerrar. Las plantas, cuando están abiertos estos estomas, pierden una gran cantidad de agua a través de ellos por evaporación, lo cual no supone un problema en climas húmedos o en tiempo lluvioso, pero sí es peligroso en climas secos y áridos o, en general, en condiciones de sequía, por lo que para evitar las pérdidas de agua, las plantas cierran sus estomas. Al estar cerrados y realizar la fotosíntesis, en las plantas C3 el interior del estoma se carga del oxígeno producido en esta reacción y, al mismo tiempo, pierde el CO2 que había, por lo que la enzima RuBisCo empieza a realizar la fotorrespiración y se detiene la fotosíntesis. Por el contrario, en las plantas C4 (maíz, caña de azúcar, sorgo, mijo, diversos tipos de cactus, etc.) hay un mecanismo de bombeo y acumulación de CO2 por el que recogen grandes cantidades de CO2 del exterior y lo acumulan en las hojas, consiguiendo así evitar la fotorrespiración y producir mucha más materia orgánica. Estas plantas son, por tanto, más eficientes en climas cálidos y secos.
La mayor parte del cubrimiento vegetal del planeta (hasta un 95%) lo realizan las plantas C3, que podrían seguir creciendo en el mismo sitio sin retraerse en su extremo sur si se cumpliesen los vaticinios de subida del CO2 al compensar éste la subida de temperatura proyectada, pero, ¿qué pasaría con las plantas C4?.
En realidad nada, pues estas plantas predominan en zonas que ya son cálidas y secas y son estas áreas las que menos incremento de temperatura sufrirían. En todo caso, podrían incrementar ligeramente su crecimiento en respuesta a los aumentos de CO2 y temperatura previstos.
En resumen, si sube el CO2 y la temperatura al mismo tiempo, el aumento de CO2 compensaría en gran parte el posible efecto negativo de la subida de temperatura, tanto en las plantas C3 como en las C4
¡Buena noticia!. Seguro que esto no aparece en los medios

martes, 4 de mayo de 2010

hombres lobo, brujas y CO2


Una constante histórica que se repite una y otra vez desde la antigüedad clásica, es la creencia en que el ser humano puede influir con sus actos en los fenómenos meteorológicos. Ya los antiguos griegos y romanos hacían que sus dioses más poderosos fueran los que controlaban el clima (a Zeus-Júpiter se le representa siempre con rayos en la mano) y fulminaban a su antojo con terribles rayos, inundaciones o cualquier otro desastre natural a quienes se oponían a sus mandamientos. Las clases dirigentes de todas las culturas, desde siempre han utilizado la ignorancia de la gente común en asuntos de climatología para imponer su dominio asustando con catástrofes a quienes contravenían sus designios.
En la Edad Media y Moderna eran comunes las rogativas contra las sequías, pidiendo lluvia y ofreciendo a cambio toda clase de penitencias y oficios religiosos. También en otras culturas no europeas, como los indígenas de América del Norte se encuentran estas rogativas (la Danza de la Lluvia). Según la astrofísica americana Sallie Balliunas, las catástrofes climáticas derivadas del advenimiento de la Pequeña Edad del Hielo contribuyeron a finales del siglo XV a la institucionalización de la caza de brujas, con persecuciones y ejecuciones de personas en nombre de la precaución, ya que se pensaba que eran culpables de las terribles riadas, sequías y tormentas que abundaban por aquella época y que degeneraban en hambrunas y epidemias favorecidas por la desnutrición, como la tristemente célebre peste negra del siglo XIV que mató a millones de personas.
La persecución se extendió a los llamados “hombres lobo”, personas enfermas por comer pan de centeno contaminado por un hongo alucinógeno. Esto se sabe por estudios geográficos en zonas de Francia y Alemania que sufrieron especialmente los fríos inviernos de hace 400 años. Cuando se compararon estas zonas con el mapa de los pueblos y ciudades en donde los juicios contra brujas y hombres-lobo habían sido especialmente numerosos, se vio que coincidían casi exactamente. Lo que sucedía en estas regiones era que el trigo moría de frío, pero el centeno sobrevivía al ser más resistente, así que los nativos no tenían más remedio que comer pan hecho con este cereal, sin percatarse de que a veces estaba contaminado por un hongo, el cornezuelo del centeno, (imagen de arriba) que contenía ergotina, un potente alucinógeno con propiedades parecidas a la droga LSD. Se cree además que las condiciones climáticas fueron especialmente favorables para este hongo. Los efectos de la ergotina hacían pensar que estas personas estaban poseídas por el Diablo, así que se les consideraba responsables de todos los males que acontecían. La misma suerte corría también cualquier disidente de la ortodoxia (el consenso) dominante. Como era necesario probar que habían sido ellos los causantes de los desastres, se les torturaba hasta arrancarles su confesión y luego se les daba muerte. Estas confesiones eran un refuerzo para el pueblo, que veía como necesarios estos ajusticiamientos. No obstante, siempre hubo mentes preclaras que vieron lo aberrante de este sistema, como Nicolás de Cusa o Erasmo de Rótterdam, en el siglo XVI, desgraciadamente estaban en franca minoría y no podían disentir demasiado, por temor a que les ocurriera lo mismo que a los herejes.
Afortunadamente, ya pasaron los tiempos en que se creía en brujas, pero la creencia de que el ser humano puede, con sus actos, modificar el clima, se ha mantenido en el tiempo y hoy vemos activistas que controlan su “huella de carbono” (sus “pecados” contra el Planeta) en un curioso paralelismo con los flagelantes y ascetas medievales, y se venden a los países “derechos de emisión” de CO2 que serían el equivalente moderno de las bulas papales del medievo. Los derechos de emisión vienen a ser, en realidad, lo mismo: un permiso para contaminar con el gas satánico CO2, permiso que otorgan los nuevos “sumos sacerdotes”, es decir, el IPCC de la ONU, dinero que va a parar a los países que han dejado de emitir por diversas razones, pero que también se queda en parte en manos de intermediarios que extraen pingües beneficios de estas transacciones.

lunes, 3 de mayo de 2010

Las extinciones y el calentamiento global III

Cuando se dice que al cambiar el clima se extinguirán muchas especies se está asumiendo que las especies no pueden evolucionar acompañando este cambio. Es cierto que en el pasado rápidos cambios de clima han producido extinciones de especies pero también lo es que otras muchas se han salvado y que se sabe poco sobre la velocidad a la cual se adapta y evoluciona una especie. Recientes estudios de laboratorio con insectos sugieren que la tolerancia termal de éstos puede cambiar marcadamente después de solo 10 generaciones. También en plantas se ha encontrado una gran adaptabilidad en escalas de tiempo relativamente breves. Las plantas, por ejemplo, pueden hacer esto gracias a que poseen genes que están normalmente bloqueados. En un estudio realizado con chopos por Rae et al. (2007) estos investigadores encuentran una variación genética cuantificable en respuesta a cambios en la concentración de CO2 atmosférico debido a la activación de estos genes anteriormente inactivos. En organismos marinos como el zooplancton, Van Doorslaer et al. (2007) encuentran una respuesta evolutiva muy rápida, del orden de un año, al producirse elevadas temperaturas en el entorno de estos seres.
En corales y algas de agua dulce también se ha apreciado la misma capacidad de adaptación rápida.

Referencias:
- Rae, A.M.; Tricker, P.J.; Bunn, S.M. & Taylor, G. 2007. Adaptation of tree growth to elevated CO2: quantitative trait loci for biomass in Populus. New Phytologist, 175: 59-69.
- Van Doorslaer, W.; Stoks, R.; Jeppesen, E. & De Meester, L. 2007. Adaptative microevolutionary responsesmto simulated global warming in Simocephalus velutus: a mesocosm study. Global Change Biology, 13: 878-886.

domingo, 2 de mayo de 2010

sol y clima

Acabo de leer un reciente artículo de Lockwood et al. sobre la relación entre la actividad solar y los inviernos fríos en Europa:
http://iopscience.iop.org/1748-9326/5/2/024001/fulltext
Los autores encuentran fuerte correlación entre inviernos fríos en Europa Occidental y baja actividad solar. Para establecer la relación comparan datos de temperaturas termométricas del registro del Centro de Inglaterra, el más antiguo y completo del mundo, con datos de actividad solar medidos con instrumentos en años recientes y con proxys para datos más antiguos.
Hasta aquí todo parece correcto, aunque no es nada nuevo, ya que la relación del sol con el cambio climático se conoce desde hace más de cien años cuando Walter Edward Maunder descubrió el mínimo que lleva su nombre.
La cosa cambia cuando sigo leyendo y veo que intentan comparar los datos de actividad solar con los registros de temperatura de todo el hemisferio norte...
y qué datos utilizan?
Los de HadCRUT3v, es decir, los de Phil Jones, Michael Mann, Keith Briffa, etc, es decir, los protagonistas del "Climategate", el mayor escándalo climático de lo que llevamos de siglo.
Evidentemente, no encuentran correlación. Normal, si utilizas datos manipulados.
Lo que parece increíble es que alguien siga utilizando esos datos que los correos publicados han demostrado que están contaminados con una tendencia ficticia al calentamiento y que los propios autores (al menos Phil Jones, desde que lo echaron de director del CRU) reconocen que dejan mucho que desear desde el punto de vista de la exactitud y fiabilidad.
Al final Lockwood y compañía concluyen que la relación entre el sol y las temperaturas de invierno es un fenómeno local que solo afecta a Europa.
Yo les preguntaría: Este último duro invierno después de un larguísimo mínimo solar ¿solo afectó a Europa?. Porque lo que salió en las noticias fueron copiosísimas nevadas y récords de frío en Estados Unidos, China, Mongolia, etc, y eso que yo sepa no es Europa Occidental...
Este nuevo intento por ocultar la universalidad de la influencia del sol sobre el clima del planeta me suena a "dejà vue". Es lo mismo que decían para intentar ocultar el calentamiento medieval, hasta que la abrumadora evidencia de que ocurrió en toda la Tierra les tapó la boca.
Lo mismo pasará ahora.

sábado, 1 de mayo de 2010

Las extinciones y el calentamiento global II

¿Por qué las plantas no pierden área de distribución al subir la temperatura?
Hemos visto que, a lo largo del siglo XX y a pesar de haberse producido una subida de temperatura global importante, las plantas no perdían área de distribución por el sur. Una posible causa de este fenómeno es que en las poblaciones de plantas de climas fríos siempre hay individuos preadaptados a más altas temperaturas que pueden reducir las ventajas d las especies invasoras de climas más cálidos, pero hay otras razones:
Según Loehle (1998) el temor de que el área de distribución de los árboles en el hemisferio norte se encogiese por su límite sur al subir la temperatura se debe a la asunción de que las tasas de crecimiento de los árboles van de cero en el límite frío de su área de distribución al 100% hacia la mitad de su área, a partir de la cual vuelven a disminuir hasta llegar a ser otra vez cero en su límite sur. Sin embargo, Loehle demostró que esto es solo correcto en un 50%: es verdad que el crecimiento (en el hemisferio norte) se va limitando a medida que se acercan a su extremo norte, pero no lo es que se limite en su extremo sur: si se plantan árboles más al norte de su área observada de distribución sólo son capaces de crecer hasta la madurez de 50 a 100 millas (80 a 160 km) más allá del límite, pero si se plantan más allá de su límite sur pueden crecer normalmente hasta más de 1.000 millas (1.600 km) más al sur de lo que vemos en las poblaciones salvajes. Loehle afirma que muchas plantas alpinas y árticas son extremadamente tolerantes frente a altas temperaturas y es imposible establecer tipos de especies tropicales, templadas y árticas basándose en la tolerancia al calor ya que todas muestran daño al elevarse las temperaturas por encima de entre 44 ºC a 52 ºC.
Está claro, por tanto, que el límite sur de una especie de árbol no está determinado por la temperatura, sino por la competición entre especies: a mayor temperatura, las especies predominantes en zonas más cálidas tienen unas tasas de crecimiento más rápidas.
Una cuestión que se plantea entonces es si podrían avanzar rápidamente las especies del sur al subir la temperatura y “ganarles la partida” a las del norte. Este avance rápido en realidad no puede ocurrir porque los árboles adultos de las especies norteñas, al estar ya crecidos no dejan que crezcan bajo de ellos los plantones de las especies del sur y éstas deben esperar a que haya disturbios como incendios, talas, etc. que despejen alguna zona para ocuparla aprovechando su mayor tasa de crecimiento. Si esto no se produce, deben esperar a que mueran los árboles adultos para ocupar poco a poco su lugar, lo que quiere decir que esta invasión puede demorarse varios siglos, e incluso podría se que se evolucionase hacia bosques mixtos, mucho más ricos en especies que los actuales, como los que existían durante períodos del terciario más cálidos que el actual interglaciar. Otro factor a tener en cuenta es el enriquecimiento atmosférico en CO2, que alivia el estrés de las plantas por altas temperaturas y puede incluso salvarles la vida en condiciones de extrema sequedad.

Referencias:
- Loehle, C. 1998. Height growth rate tradeoffs determine northern and southern range limits for trees. Journal of Biogeography, 25: 735-742