La Tierra, sin los gases de la atmósfera, se ha calculado que tendría una temperatura media de 18 grados bajo cero. Esta temperatura media no refleja lo que realmente pasaría si desapareciera la atmósfera: si no existiese esta maravillosa cobertura, las temperaturas durante el día subirían por encima de los 98ºC y por la noche bajarían a unos heladores -172ºC de manera similar a lo que ocurre en la Luna. Como actualmente la temperatura media es de unos agradables 15ºC, la diferencia (33ºC) se supone que es la cantidad de grados que sube la temperatura por el llamado “efecto invernadero”.
Todo el mundo sabe que en los invernaderos la temperatura puede llegar a ser insoportablemente cálida. Igual que pasa cuando dejamos un coche estacionado al sol durante unas horas en un tórrido día de verano, en los invernaderos (y en el interior del coche) los rayos del sol calientan las superficies y el aire interiores. Este aire, al no renovarse, se recalienta cada vez más, haciendo subir la temperatura de manera muy efectiva. Antes se creía que era debido a que los vidrios del coche (o del invernadero) eran opacos a los rayos infrarrojos que trataban de salir, pero experimentos con cristales transparentes a estos rayos han demostrado que la temperatura sube prácticamente igual, es decir, el hecho de que el aire no se pueda renovar es más importante que si los cristales son o no opacos a las radiaciones infrarrojas.
En la atmósfera no hay cristales, por lo que muchos científicos piensan que la metáfora del invernadero para explicar el efecto de atrapar el calor que se produce allí es una mala elección, pero el término se ha popularizado y hoy todo el mundo, incluidos los científicos, lo denominan así. Sin embargo no faltan autores muy serios que creen que no existe este efecto, como los físicos alemanes Gerhard Gerlich y Ralf D. Tscheuschner quienes, en un extenso y bien documentado artículo, afirman:
“El efecto invernadero atmosférico… esencialmente describe un mecanismo ficticio, en el que una atmósfera planetaria actúa como una pompa de calor conducida por un medio ambiente que está interactuando radiativamente, pero radiativamente equilibrado, con el sistema atmosférico. De acuerdo con la segunda ley de la termodinámica tal máquina planetaria no puede existir… la diferencia de temperatura de 33ºC es un número sin sentido incorrectamente calculado” (Gerlich & Tscheuschner 2009).
Gerlich y Tscheuschner vienen a decir que la teoría del efecto invernadero viola la segunda ley de la termodinámica que dice que un cuerpo más frío no puede calentar a uno más caliente sin compensación. Los gases invernadero en la fría atmósfera superior (recordemos que la alta troposfera puede estar a -70ºC)no pueden transferir calor a la tierra, ya que ésta está más caliente. El efecto invernadero, según esta interpretación, sería análogo a abrir la puerta de la calle de una casa en un frío día de invierno y esperar a que pasase calor hacia dentro de la casa desde el exterior. Evidentemente, como dictan las leyes de la física y también el sentido común, lo que pasa es justo lo contrario: el calor de la casa sale hacia la calle, rebajando la temperatura del interior y aumentando (por supuesto, muy poco)la temperatura en el exterior.
Los gases invernadero, por tanto, lo que hacen en realidad es radiar el calor que absorben al espacio exterior, que es lo que está más frío.
Referencias:
- Gerlich, G.; Tscheuschner, R.D. 2009. Falsification of the atmospheric greenhouse effects within the frame of physics. Int.J.Mod.Phys. B23:275-364,2009 DOI: 10.1142/S021797920904984X http://arxiv.org/abs/0707.1161
jueves, 13 de mayo de 2010
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