lunes, 27 de diciembre de 2010

Predicciones climáticas para la próxima década

Diciembre de 2010. Estamos en vísperas de la segunda década del siglo XXI. Tiempo de hacer balances de la década pasada pero también de predicciones para el futuro. Veamos algunas:
Los climatólogos oficialistas siguen, como siempre, haciendo predicciones de deshielo ártico, subida del nivel del mar, aumento de los huracanes, extinción de los osos polares etc. etc., es decir, pronosticando desastres producidos por un “calentamiento global” que no se observa por ninguna parte, y aprovechando los puntuales fenómenos naturales extremos (que se han producido, se producen y se producirán siempre) para adjudicárselos al calentamiento antropogénico y al aumento de los gases invernadero, aunque sean lo contrario de lo que pronosticaban hace diez años, como vimos en la entrada anterior con la nieve, pero que se podría ampliar a las inundaciones en Andalucía (pronosticaban sequías prolongadas para esa región) o los últimos veranos fríos y lluviosos en el norte de Europa (pronosticaban “veranos de barbacoa”, es decir, cálidos y secos), o las predicciones de James Hansen en 1988 ante el Congreso de Estados Unidos sobre el deshielo total del Ártico en verano en 20 años (es decir, en 2008), deshielo que, por supuesto, no se produjo. Tampoco se está produciendo la rápida y acelerada subida del nivel del mar augurada ni el deshielo acelerado de los glaciares (algunos ya han comenzado a aumentar).
Tras estos estrepitosos fracasos, no parece muy sensato fiarse de las predicciones del IPCC y sus acólitos pero, ¿qué hay de los climatólogos escépticos?
Por supuesto, también hacen predicciones.

Piers Corbyn

El que tiene más fama de acertar en sus predicciones a medio plazo es Piers Corbyn. Este meteorólogo y astrofísico británico se dio cuenta de que lo que fallaba en la predicción oficial no era la potencia de los ordenadores sino la teoría que subyace en el diseño de las ecuaciones que utiliza el software que instalan en ellos.
Corbyn utiliza un método basado fundamentalmente en el comportamiento del sol. Sus predicciones a medio plazo son acertadas en un 85% de ocasiones. Llegó a apostar en casas de juegos del reino unido contra las predicciones oficiales. Ganó tanto dinero que los propietarios de las casas de apuestas le impidieron que jugara más. Actualmente se gana la vida ofreciendo sus pronósticos en un gabinete profesional.

Abdussamatov
Otro de los escépticos de renombre es Habibullo Abdussamatov. Es el director del Observatorio Astronómico de Pulkovo, en S. Petersburgo, Rusia y dirige también la parte rusa de la Estación Espacial Internacional. Sus métodos se basan también en la observación de diversos fenómenos solares. Abdussamatov ha venido avisando de que se acerca una nueva mini edad de hielo que durará por lo menos 40 años. Su comienzo lo fija para el 2014, coincidiendo con el declive del ciclo solar nº 24, que comenzó oficialmente en diciembre de 2008. Abdussamatov y muchos otros científicos solares creen que este ciclo solar será muy débil y los siguientes ciclos no serán tampoco muy activos, todo lo cual producirá un clima cada vez más frío. La bajada de temperaturas culminaría en 2040, iniciándose posteriormente una lenta recuperación.

David Archibald
También famoso en los círculos escépticos es el australiano David Archibald, que se basa en los registros de temperatura de Armagh en Irlanda del Norte, y de Holanda para ponerlos en relación a los ciclos solares. Archibald también pronostica una bajada de temperaturas basándose en la gran duración y el lento declive del anterior ciclo solar, el nº 23. Este científico compara el comportamiento actual del sol con el que tuvo a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, que dio lugar a un periodo frío conocido como el Mínimo de Dalton, con inviernos durísimos que derrotaban a Napoleón en sus campañas contra Rusia, que congelaban el Támesis y que inspiraron a Dickens sus cuentos de navidad. Archibald cree que ya ha empezado este nuevo periodo frío, y que se irá profundizando a medida que avance la próxima década.
En próximas entradas veremos otros pronósticos basados en ciclos oceánicos

jueves, 23 de diciembre de 2010

¿Son de fiar las previsiones meteorológicas a medio plazo?


Según la AEMET este invierno será algo más frío de lo normal, en concreto habrá “ligera tendencia a temperaturas inferiores a los valores normales en la España peninsular y Baleares
Esto nos introduce en el tema de las predicciones meteorológicas, que no climáticas, que dirían los puristas, aunque el clima no sea más que una media de los parámetros meteorológicos medidos en un periodo de tiempo suficientemente largo (establecido en 30 años o más, a juicio de los que saben -o creen saber- algo de esto).
Aunque tiempo no sea clima, lo cierto es que son los meteorólogos quienes, a menudo, llevan la voz cantante en esto del clima, y también hablan, por supuesto del tiempo meteorológico a medio plazo.
En España, por ejemplo es la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) la que hace estas predicciones a medio plazo, y quien se hace eco entusiásticamente de las predicciones a largo plazo del IPCC de la ONU. La pregunta que surge es:
¿Son fiables estas predicciones?
La respuesta es, por supuesto, que depende de quién las haga. Si nos referimos a los organismos oficiales (AEMET, Met Office británico, NOAA, NASA americanas, etc.), podemos decir:
- Son muy fiables a muy corto plazo (3 ó 4 días)
- Son relativamente fiables en un plazo de 4 a 10 días
- Son muy poco fiables en un plazo mayor de 10 días

El 21 de septiembre de 2010, coincidiendo con la entrada del otoño, la AEMET afirmaba:
Las previsiones apuntan a un otoño más caluroso de lo habitual” (enlace aquí)
El 21 de Diciembre, la misma agencia constataba que el otoño había sido más frío de lo normal y que el año 2010 “ha sido uno de los menos cálidos en los últimos 16 años en España” (enlace aquí)
Otras agencias meteorológicas oficiales como el Met Office británico tienen incluso menor fiabilidad a medio plazo: después de encadenar un error tras otro en sus predicciones a medio plazo en los últimos 3 años, ya ni el alcalde de Londres les hace caso (ver aquí).
¿Qué tienen en común estas agencias?, ¿por qué fallan tanto en sus predicciones más allá de diez días?.
Aquí apunto algunos puntos en común de todas ellas:
- Creen en los gases invernadero como principales conductores del clima
- Creen en el Calentamiento Antropogénico Global
- Minimizan la influencia climática del sol
- Creen en el poder omnímodo de los superordenadores, sobre todo si son muy caros.
- Utilizan datos de temperaturas contaminados por el efecto isla de calor urbano.
- Utilizan los mismos modelos climáticos que el IPCC de la ONU (muchos son colaboradores de este organismo)
Así pues, ¿son fiables las predicciones a medio plazo de estas agencias?
La respuesta, claramente, es: NO
¿Serán fiables quizás, a largo plazo, digamos, 10 años?
El año 2000 el climatólogo David Viner, del CRU de la Universidad de East Anglia declaraba, refiriéndose a Inglaterra:
“within a few years winter snowfall will become "a very rare and exciting event".
(dentro de unos pocos años las nevadas en invierno se volverán un acontecimiento raro y emocionante)
y también:
“Children just aren't going to know what snow is"
(los niños ya no van a saber lo que es la nieve) (enlace aquí)
Los últimos dos inviernos en Inglaterra han sido extraordinariamente nivosos, y este invierno promete ser el más nevado de los últimos años a tenor de cómo ha caído en diciembre este meteoro.
Si añadimos a esto la falta de calentamiento global en estos diez últimos años a pesar de las predicciones del IPCC, la fiabilidad de estas agencias a largo plazo es:
CERO
Visto lo cual, solo se puede concluir que, quien aún así crea en los pronósticos a muy largo plazo, digamos a 50 ó 100 años de estas agencias, o es un ignorante o le gusta que le engañen.

Foto de Nieve en Londres:
http://www.jornada.unam.mx/2009/02/03/fotos/portada.jpg

sábado, 18 de diciembre de 2010

Isla de Calor Urbano, calentamiento antropogénico puro

Parece que hay novedades sobre el efecto “isla de calor urbano” (UHI en sus siglas inglesas), el único calentamiento indiscutiblemente antropogénico.
Este efecto se produce por el calentamiento que provocan las calefacciones, los motores de vehículos, aparatos de aire acondicionado y otros tipos de fuentes de calor que se dan en nuestros pueblos y ciudades. Los alarmistas siempre han despreciado su influencia en las mediciones de temperatura superficial realizadas por estaciones meteorológicas, a pesar de los numerosos estudios que demuestran su existencia real.
Pero este efecto es imposible de ocultar, ya que todo el que tenga un termómetro en su coche lo nota al entrar en una ciudad. Así que cuando, a regañadientes, los calentólogos terminan por reconocerlo, lo minimizan y tienen en cuenta solo una pequeña parte (el IPCC calcula 0,3 ºC de aumento por este efecto en los últimos 30 años y da por supuesto que las ciudades han aumentado solo 1ºC), contabilizando a todas las ciudades por igual, y clasificándolas solo por su número de habitantes, sean de países desarrollados o subdesarrollados, a pesar de los estudios (McKitrick & Michaels, 2004, 2007) que demuestran que las ciudades con niveles de vida más altos presentan también niveles más altos de calentamiento que las de países o regiones más pobres.
Ahora se están descubriendo (ver referencia abajo) nuevas fuentes de variabilidad entre ciudades que influyen en este efecto: por un lado, las ciudades con entornos boscosos presentan un mayor efecto UHI que las situadas en áreas desérticas. Por otro lado, se ha descubierto también que las ciudades más compactas presentan más calentamiento que las que tienen su población dispersa por áreas extensas. También se ha comprobado que el efecto UHI es más intenso en verano que en invierno, especialmente por la noche.
Estos estudios se han realizado controlando por satélite las temperaturas de diferentes ciudades y sus entornos inmediatos. Se ha encontrado así, por ejemplo, que la ciudad de Providence, (costa Este de Estados Unidos) se mantiene 12,5 ºC más caliente que el campo circundante.
Lo que implican estos estudios es que el cálculo del efecto isla de calor urbano es más complejo de lo que se había supuesto. Por tanto, las gráficas de temperaturas que se basan en termómetros de superficie (que suelen dar más calentamiento) son mucho menos fiables que las realizadas por satélites, a los que no les afecta el UHI.
Además, son menos propensas a manipulaciones tipo “cocina estadística” que, con la excusa de corregir estos y otros efectos, cambia los datos brutos al gusto del que paga el informe.

Referencias:
- McKitrick, R. & Michaels, P. J. 2004. "A Test of Corrections for Extraneous Signals in Gridded Surface Temperature Data" Climate Research 26 pp. 159-173.
- McKitrick, R. & Michaels, P. J. 2007 Quantifying the influence of anthropogenic surface processes and inhomogeneities on gridded surface climate data. Journal of Geophysical Research-Atmospheres 112, D24S09, doi:10.1029/2007JD008465

Efecto UHI en WUWT:

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Propaganda

Cuando uno trata de aprender más sobre un tema científico como es (o debería ser) el cambio climático, se dedica a consultar libros sobre el tema, leer artículos de revistas especializadas, hablar o chatear con personas más o menos enteradas. Pero no todas las personas tienen formación para entender un artículo científico, o si la tienen, no tienen el suficiente tiempo o quizás, simplemente, les interesan más otros temas. A esas personas lo que les llega son los artículos que aparecen de vez en cuando en medios generalistas y, sobre todo, la propaganda.
El otro día me dediqué a ver algunos vídeos de propaganda (pinchar aquí, aquí y aquí, por ejemplo, hay muchos más) sobre el calentamiento global. Yo esperaba ver inexactitudes, exageraciones y demás. Lo que me encontré fue, efectivamente, exageraciones y estadísticas sesgadas pero también manipulación de niños, mentiras descaradas, utilización de la solidaridad innata de la gente para el propio beneficio y, sobre todo, infundir terror, mucho terror. La propaganda del cambio climático lo que principalmente busca es aterrorizarnos, paralizarnos de miedo. ¿Por qué?.
Cuando uno está atemorizado anhela la salvación a cualquier precio. En el camino se quedan los derechos, la democracia, la libertad… todo es prescindible, todo parece sin importancia ante la magnitud del problema. Y se busca a un salvador, un mesías, un líder, un führer que nos guíe (ver el lema que llevaba el presidente de Greenpeace España en la cumbre de Copenhague cuando lo arrestaron: los políticos hablan, los líderes actúan).
No hay problema - dice la propaganda-. Nosotros tenemos la solución, seguidnos,-nos dicen los activistas de las oenegés y representantes de gobiernos de todo pelaje que se apuntan al carro en la cumbre de Cancún-: no más emisiones del malvado CO2, compradnos renovables, reducid la huella ecológica, pagad 100.000 millones de dólares de entrada (luego pediremos más, por supuesto) y os salvareis.Puede que lo consigan, tal es la fuerza de la propaganda.
Y todo para resolver un no-problema, una amenaza imaginaria creada a partir de una teoría obsoleta del siglo XIX.

viernes, 10 de diciembre de 2010

El oso polar, icono del calentamiento III

En anteriores entradas vimos factores que podrían, teóricamente, influir en el número de osos polares existentes en libertad. Sin embargo, todo eso son hipótesis, es decir, meras suposiciones más o menos bien fundadas, que necesitan ser contrastadas con la realidad, confrontadas con los datos. ¿Y qué nos dicen los datos?
Pues que, a pesar de las catastróficas previsiones de los propagandistas del cambio climático antropogénico y del aumento de temperatura observado desde los años 70 hasta 2005, la población de osos polares no ha disminuido, al contrario: SU NÚMERO HA AUMENTADO
Según Lomborg (2008), que cita varios estudios científicos recientes, la población mundial de osos polares ha aumentado de unos 5.000 ejemplares en la década de 1960 hasta los 20.000 a 25.000 actuales (2005) debido esencialmente a la regulación estricta de su caza.


Figura: Estima de la población de osos polares de 1950 a 2005. Las fuentes bajo la tabla.

De las 20 subpoblaciones distintas de osos polares, una, o posiblemente dos, estaban menguando en ese periodo y las otras 18 estaban aumentando. Según estos estudios, las dos poblaciones menguantes se localizan en zonas donde la temperatura ha estado descendiendo en los últimos 50 años y los grupos crecientes están en zonas donde la temperatura ha aumentado.
Lomborg es escéptico en muchos temas ecológicos, pero no se puede decir lo mismo de la UICN (Unión Internacional Para la Conservación de la Naturaleza), una de las organizaciones ecologistas más activas y militantes. Pues bien, incluso el Grupo de Especialistas en Oso Polar (PBSG) de esta organización, no tiene más remedio que admitir en su página web que, para 2010, las poblaciones de oso polar están estables o han subido en 4 de las zonas en que se divide el Ártico, no hay datos suficientes en 9 zonas (lo que, conociendo el percal, significa que están bien) y sólo bajan ligeramente en 5 zonas.
Cuando se rebuscan las causas de los declives, se ve que lo principal es la caza ilegal y no la subida de temperaturas experimentada en los últimos años. Por supuesto, a pesar de todas las evidencias, esta y otras organizaciones ecologistas siguen insistiendo en que, a largo plazo, los osos están amenazados por el aumento de temperatura que hará deshelarse el polo, etc. etc.
Si atendemos a otros estudios de poblaciones concretas de osos, encontramos que también apoyan estos datos: Taylor & Dowsley (2008) estudian 6 poblaciones de osos durante el reciente periodo de calentamiento, encontrando que ninguna población se ha perdido debido al cambio climático, solo dos están menguando y las demás permanecen estables o crecen. Las que menguan lo hacen por la excesiva caza a la que son sometidas. Estos investigadores concluyen: “los datos demográficos no sugieren que la especie vaya a extinguirse, por lo menos en los próximos 45 años”.
El crecimiento en la población de osos polares está de acuerdo con los registros históricos y estadísticas modernas que muestran que, en los períodos cálidos se capturan más peces en mares árticos, como el de Barents, y las poblaciones de renos, aves, focas y osos también se expanden (Jaworowsky, 2004). Por otro lado, es tranquilizador, de cara al futuro de las especies aclimatadas a la vida en zonas polares, el hecho de que todas las especies que ahora vemos tienen cientos de miles e incluso millones de años de existencia, lo que quiere decir que han soportado y sobrevivido tanto a glaciaciones como a interglaciares más cálidos incluso que el actual.
Por ejemplo, y sin ir muy atrás en el tiempo, encontramos el Período Cálido Medieval, que duró más de trescientos años con temperaturas superiores a las actuales. También fueron superiores a las actuales las temperaturas del Período Cálido Romano, al principio de nuestra era, hace unos 2.000 años, y el Máximo del Holoceno, entre hace 7.000 y 4.000 años. A pesar de estos largos periodos cálidos, los osos polares (o los otros animales árticos) no se extinguieron. Tampoco lo hicieron durante el anterior interglaciar, el Eemiense, hace unos 120.000 años, (ya existían entonces los osos polares, según recientes estudios), a pesar de que fue más cálido que el actual Holoceno, como lo prueban los fósiles de hipopótamos de esa época que se encontraron en Inglaterra.

En resumen, podemos decir sin miedo a equivocarnos que, con permiso de los cazadores, y haya o no cambio climático, seguiremos disfrutando de los osos polares en estado salvaje por mucho, mucho tiempo y nuestros hijos, nietos y bisnietos lo harán también.

Referencias:
- Jaworowsky, Z. 2004. Los Ciclos Solares, No el CO2 Determinan al Clima. http://www.mitosyfraudes.org/Calen3/Jawor.html
- Lomborg, B. 2008. En Frío. Ed. Espasa Calpe. Madrid, 284pp.
- Taylor, M. & Dowsley, M. 2008. Demographic and ecological perspecives on the status of polar bears. Science & Public Policy Institute, Washington D.C.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

El oso polar, icono del calentamiento II


Como vimos en la anterior entrada, el oso polar no carece de comida en verano, ya que puede conseguir alimentos en tierra firme, pero, ¿qué pasa con los osos que no viven nunca en tierra firme?
Aquí entra una de las adaptaciones más características de esta especie. El oso polar se llama también oso marino en otros idiomas, como queda reflejado en su nombre científico Thalarctos maritimus (Ursus maritimus según otros autores), y se llama así por una razón muy clara: están perfectamente adaptados a la vida en el mar. Son poderosos nadadores. Pueden mantener nadando una velocidad media de 10 km/h y cubrir así distancias extraordinarias, de decenas o incluso centenares de km: se les ha visto nadar tranquilamente a 300 km de la costa más cercana. Incluso los cachorros nadan muy bien y cuando se cansan, se suben al lomo de su madre que sigue nadando sin que aparentemente note la carga extra.
Como hay osos que viven en la zona central del Océano Ártico, que no se deshiela ni en verano, cabría la posibilidad de que, en un futuro más cálido, se derritiera esta zona. Estos osos quedarían entonces a miles de kilómetros de la costa más cercana. Podríamos pensar entonces, que tan gran distancia haría imposible que llegaran nadando a la costa y morirían ahogados.
En realidad no pasaría nada
Porque, diseminadas por la banquisa, hay islas de hielo, enormes montañas heladas que los primeros exploradores del Ártico confundían con tierra firme. En realidad son icebergs, que actualmente están atrapados por el hielo y que podrían servir perfectamente de refugio veraniego al oso en caso de que se derritiese toda la banquisa.
Se podría pensar entonces que, al no estar en tierra firme, no podrían comer nada en verano y morirían de hambre. Aquí entra otra de las increíbles adaptaciones del oso polar a su durísimo entorno: pueden ayunar durante más de 4 meses seguidos, estando plenamente despiertos y móviles, cosa que otros osos no pueden hacer sin hibernar.
Según el IPCC, las proyecciones de los modelos muestran mínimos de hielo para agosto y septiembre, es decir, a lo sumo dos meses, y pocos cambios en otros momentos del año con respecto a la extensión de hielo actual, lo que quiere decir que los osos, aunque no pudieran cazar nada durante esos dos meses, (como hemos visto, al menos los que están en tierra firme sí que pueden), podrían sobrevivir perfectamente por su capacidad para ayunar consumiendo las grandes reservas de grasa que acumulan durante el resto del año.
De todas formas, ya que sus presas principales son las focas, si encuentran dificultades para cazarlas, es teóricamente posible que la población disminuya. Es en esto en lo que se basan algunos alarmistas más moderados para predecir, no ya la extinción, sino un gran descenso de su población. Por ejemplo, Amstrup et al (2007) afirman: “nuestros modelos sugieren que, si el hielo actúa como se proyecta comúnmente, se perderían 2/3 de los osos hacia la mitad del corriente siglo
Pero todas estas consideraciones son teóricas. Para saber en realidad en qué sentido disminuyen o aumentan las poblaciones de osos polares, hay que hacer trabajo de campo, es decir, ir al terreno y contar el número de ejemplares en diferentes años. Es así como se hace el trabajo científico de verdad, pasando frío y arriesgándose si es necesario y, por supuesto, esforzándose y trabajando duro, no limitándose a confeccionar modelos de ordenador realizados desde un despacho con calefacción.
Sólo de esta manera se puede comprobar si las teorías y los modelos de ordenador son acertados o no. Sólo de esta manera se podría saber, por ejemplo, cómo ha afectado el calentamiento de los últimos 30 ó 40 años a las poblaciones de osos. En la próxima entrega hablaremos de estos datos, los datos reales, los únicos que deberían contar.

Referencias:
Amstrup, S. C., Marcot, B. G., & Douglas, D. C. 2007. Forecasting the rangewide status of polar bears at selected times in the 21st century. USGS Alaska Science Center, Anchorage, Administrative Report.
Imagen: http://www.ecologiablog.com/tag/oso+polar

sábado, 27 de noviembre de 2010

El oso polar, icono del calentamiento I

El oso polar, el gran carnívoro ártico, ha sido utilizado hasta la saciedad por activistas y grupos de presión que apoyan la causa del alarmismo climático. Por poner dos ejemplos, Derocher et al. (2004) afirman “es improbable que el oso sobreviva como especie si el hielo marino desaparece completamente” El WWF, una organización que se presenta como proteccionista, ha llegado a decir que, si sigue la tendencia actual, los osos polares se extinguirán no más allá del 2015 y sólo los podremos ver en zoológicos y en las fotos de los libros.

Desde luego, fue acertada la elección del oso blanco como animal totémico y bandera de enganche para nuevos activistas. Su imponente presencia, de 3 m de alzada cuando se levanta sobre sus patas traseras, es un buen argumento para quien gusta de admirar la fuerza bruta, pero la razón fundamental para elegirlo entre todos los demás animales árticos es, sin duda, el aspecto de sus cachorros: esos adorables ositos blancos con sus ojitos y su nariz destacando como tres puntos negrísimos en medio de una carita blanca, y mullida, como de peluche, despiertan instantáneamente nuestros instintos más protectores.

Pero los osos polares no son, ni mucho menos, peluches, y más de uno se llevaría un chasco si los vieran en plena orgía sangrienta despedazando un cachorro de foca, y no digamos si se encontraran a un adulto en terreno descubierto, sabiendo que pueden decapitar a un ser humano de un solo zarpazo. Y es que los osos polares, con sus hasta 800 kg de peso, son el mayor carnívoro del planeta junto con los osos kodiak.
Los alarmistas se basan en la manera de cazar focas que tiene el oso polar para decir que está en grave peligro: una de las técnicas de caza que más utiliza el oso, es esperar en los respiraderos que abren las focas en el hielo marino. Tarde o temprano salen a respirar, y es entonces cuando se abalanzan sobre ellas y las atrapan. Los calentólogos deducen, de manera absolutamente simplista, que si el calentamiento derrite el hielo marino, los osos se quedan sin comida y mueren también.
Esta deducción nace de la tremenda ignorancia sobre la biología del oso polar que tiene el gran público ya que, de hecho, su alimentación es mucho más variada de lo que quieren hacernos creer los alarmistas del cambio climático. Según el Dr. Félix Rodríguez de la Fuente (1970), nada sospechoso de “negacionista” precisamente, los osos polares no solo se alimentan de focas, sino de crías de morsa, que pueden encontrar en el mar helado, pero también comen alimentos que encuentran en tierra firme como cetáceos muertos varados en las playas, bueyes almizcleros, huevos y pollos de aves marinas y roedores como los lemmings, abundantísimos en la tundra ártica. Además, y esto no lo sabe mucha gente, su dieta cambia a omnívora en verano, comiendo también gran cantidad de líquenes, hierbas y bayas.
Es en verano, y sólo en verano, cuando, según los catastrofistas modelos del IPCC, el Ártico se verá libre de hielo. Como vemos, el oso no carece de comida en verano así que, por ese lado, podemos estar tranquilos: aunque se cumpliesen las apocalípticas profecías de los alarmistas, el oso no se extinguirá por ese motivo.

Referencias:
- Derocher, A.E.; Lunn, N.J. & Stirling, I. 2004. Polar bears in a warming climate. Integrative and Comparative Biology, 44: 163-176.
- Rodríguez de la Fuente, F., 1970. Enciclopedia Salvat de la fauna. Tomo 6, Capítulo 75. El gran Norte. Salvat S.A. de ediciones. Pamplona.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Los forzamientos internos del clima, esos grandes despreciados

Mucho se ha escrito sobre las causas externas y artificiales que afectan al sistema climático, como las variaciones en la irradiación del sol, el aumento antropogénico de los gases de efecto invernadero, los meteoritos que provocan eras glaciales, etc. Menos se ha escrito, sin embargo sobre las causas internas, las oscilaciones que surgen del propio sistema climático.
Para introducir esta cuestión vamos a partir de una frase aparentemente simple:
El clima es un sistema complejo
Esta afirmación, en la que está de acuerdo todo el mundo, tiene más miga de lo que parece, ya que los sistemas complejos son aquellos que tienen un comportamiento no lineal, en parte caótico, es decir, con las matemáticas actuales, básicamente impredecible, pero también en parte regular y predecible. No sabemos en qué porcentaje es caótico y en cuál es regular. Tampoco sabemos cuántos factores influyen ni en qué medida lo hace cada uno, pero sí sabemos que hay forzamientos externos y forzamientos internos, y son estos últimos los más caóticos, que en la práctica es como decir los más impredecibles.
Hay que considerar aquí una característica de los sistemas caóticos que son los bucles de retroalimentación positiva o amplificadores, que amplifican fuerzas inicialmente de pequeña magnitud como el efecto del aumento o disminución del hielo sobre el albedo, que provoca aumentos y disminuciones de temperatura en la zona muy rápidos y los bucles negativos o estabilizadores, que reducen forzamientos en principio muy grandes, atenuando y moderando sus efectos (el efecto de los bosques aumentando la evapotranspiración y moderando la temperatura con respecto a los desiertos, por ejemplo). Las consecuencias de estos bucles son objeto de acaloradas polémicas entre los climatólogos, sobre todo por lo poco que sabemos sobre ellos, pero también porque los alarmistas solo se fijan en los positivos o amplificadores, sin tener apenas en cuenta los negativos o estabilizadores.

Entre los forzamientos internos, los hay que ejercen su efecto a largo plazo, en periodos de decenas de miles, cientos de miles o millones de años como la deriva continental o la formación de montañas y otros que afectan al clima en periodos más cortos (siglos o decenios) Entre estos últimos encontramos las oscilaciones oceánicas como la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO en sus siglas inglesas), la Oscilación Multidecadal del Atlántico (AMO en inglés), el SOI (South Oscillation Index), etc. Estas oscilaciones se refieren a cambios prolongados en el tiempo en periodos de 30-60 años en parámetros climáticos significativos como la temperatura superficial del agua y la presión atmosférica en una región oceánica determinada. Hay climatólogos, como el Dr. Roy Spencer que consideran que estos factores pueden, por sí solos, explicar casi la totalidad de las variaciones climáticas actuales, sin recurrir apenas a los forzamientos externos, como las variaciones en la actividad solar o el CO2 antropogénico.

En el gráfico de la imagen, el Dr. Spencer compara las variaciones de temperatura en el siglo XX no explicadas por los modelos del IPCC, con una combinación de tres oscilaciones oceánicas (PDO, AMO y SOI). Como se ve, la correspondencia es muy alta.
A pesar de que estos fenómenos son cada vez más conocidos y se acumulan las pruebas que demuestran su gran influencia en el clima, los forzamientos internos son despreciados a la hora de elaborar los modelos climáticos en los que se basa el IPCC.

¿Será porque entonces no podrían decir lo del “calentamiento antropogénico sin precedentes producido por el CO2”?

En resumen, podemos afirmar, por tanto que:
1. Los sistemas complejos como el clima tienen un alto grado de impredecibilidad con los conocimientos matemáticos actuales.
2. Los forzamientos internos pueden explicar al menos gran parte (y según algunos autores la casi totalidad) de la variabilidad observada en el clima de los últimos 50 años.
3. Los modelos climáticos actuales que maneja el IPCC desprecian y minusvaloran estos factores.

Para saber más, hay muchos artículos sobre ello en el blog del Dr. Roy Spencer
Imagen:
http://www.drroyspencer.com/2010/01/evidence-for-natural-climate-cycles-in-the-ipcc-climate-models-20th-century-temperature-reconstructions/

jueves, 11 de noviembre de 2010

¿Cuánto tiempo permanece en la atmósfera el CO2?


Una magnitud muy debatida es la cantidad de tiempo que el CO2 permanece en la atmósfera, el llamado período de residencia.
¿Por qué es importante saber qué periodo de residencia en la atmósfera tiene el CO2? Muy sencillo: Si el periodo de residencia es largo, significa que se puede acumular más fácilmente el emitido por los seres humanos al producido por los agentes naturales, que se supone está en equilibrio y es una cantidad casi constante desde hace 11.600 años, es decir, cuando comienza el actual periodo interglaciar llamado Holoceno (ya vimos en un artículo anterior que esta constancia es cuestionada por varios científicos).
En cambio, si es corto, un eventual exceso de CO2 puede desaparecer rápidamente por los sumideros naturales (océanos, rocas calizas, plantas, etc.) cuando se consiga reducir las emisiones antropogénicas, es decir, no habría tanta urgencia por reducir las emisiones actuales.
Como todas las magnitudes de los elementos y sustancias que forman parte de ciclos biogeoquímicos globales, no es fácil llegar a una cifra precisa, la Tierra es muy grande, los instrumentos de medición son relativamente pocos y la mayoría situados en zonas habitadas, que son un pequeño porcentaje del total (recordemos que un 71% de la superficie del planeta es océano, a lo que se añaden desiertos y selvas).
De todas maneras, muchos científicos han intentado, a lo largo de varias décadas, al menos hacer una estima, una aproximación a este valor: según Robinson et al. (2007) hay hasta 36 estimaciones diferentes (barras negras en la imagen), basadas en mediciones experimentales, publicadas entre 1957 y 1992. La mayoría de ellas están basadas en la disminución en la atmósfera del carbono 14 (C14), un isótopo radiactivo.
En los años 50 y 60 las grandes potencias se dedicaron a hacer pruebas de explosiones nucleares al aire libre. Estas explosiones lanzaron grandes cantidades de isótopos radiactivos a la atmósfera, entre ellos el C14. Este isótopo del carbono está presente de manera natural en la atmósfera, ya que es creado continuamente por los rayos cósmicos, que chocan con los átomos de carbono normales (carbono 12) y los transforman en C14 radiactivo. Como la tasa de creación natural del C14 es casi constante, se detecta muy fácilmente su aumento en la atmósfera cuando se realizan pruebas nucleares. Viendo cuánto tarda en rebajarse este aumento artificial hasta niveles normales, se puede estimar la tasa de renovación del carbono en la atmósfera.
Los 36 valores de estimaciones que se han publicado van de 2 a 25 años de vida media del CO2 en la atmósfera; 33 valores son de 10 años o menos y, si sacamos la media, ésta nos da 7,5 años.
El IPCC, sin embargo, fiel a su tradición, se fía más de modelos teóricos computerizados que de observaciones sacadas del mundo real, y la estimación del tiempo de residencia que utiliza este organismo es de…
100 años! (la barra roja larga en la imagen)
Es decir, cuatro veces más que la estimación mayor de todas las obtenidas por medio de la observación. Hay que decir que otros modelos señalan tiempos de residencia aún más disparatados: de trescientos años o, incluso, de mil años los más radicales.
Ninguno de los autores que señalan estos grandes periodos de residencia se basa en observaciones reales, por lo que se puede decir que son puras especulaciones sin base real alguna.

Referencias:
- Robinson, A B; Robinson, N. E. & Soon, W. 2007. Environmental Effects of Increased Atmospheric Carbon Dioxide. Journal of American Physicians and Surgeons 12: 79-96.

sábado, 6 de noviembre de 2010

El gorro de gnomo (relato)

Paseaba por el campo un hermoso día de otoño. A la izquierda, un enorme pino carrasco llamó mi atención. Me acerqué. Había un gorro rojo de gnomo colgando de una rama. Lo cogí y metí la mano dentro. No había nada, pero el interior era verde. Se me despertó la curiosidad, así que lo volví del revés como un calcetín. Sentí, más que vi, a un pajarillo haciéndome cosquillas en una de mis ramas. Le pregunté qué hacía pero no me contestó, en su lugar se dio la vuelta y se alejó volando. Noté que una larva de cigarra se estaba comiendo una de mis raicillas. Me dije a mí mismo que no importaba, tenía miles de aquellas raicillas y, además, en otoño los hongos me formaban estupendas micorrizas en las otras raíces, así que tenía asegurados los oligoelementos que necesitaba para el invierno. Por la distante carretera sentí pasar un vehículo. Al poco tiempo me llegó su olor. Parecía que quemaba mal la gasolina, qué pestazo!.
Pasaron los meses. En un frío día de invierno, una nevada me rompió dos de mis mejores ramas. No me gusta el frío, y lo pasé muy mal hasta que empezaron a alargar los días. De repente, llegó la Primavera. Un hermoso pino cercano me invitaba a reproducirme. Qué guapo era, con sus ramas cuajadas de piñas!.
Ahora te complazco -le dije-. De inmediato comencé a emitir mi bello polen dorado. El viento lo llevaba hacia el sur, hacia mi compañero y estaba ya llegando cuando cambió el viento y se dispersó hacia el este. ¡Qué desgracia, tanto polen desperdiciado!. Menos mal que al día siguiente volvió a cambiar el viento y entonces sí, lo bañé completamente con mi polvo de vida. Él me correspondió unos pocos días más tarde. Mis conos femeninos se hincharon de emoción cuando les llegó su polen.
Pasaron los años. Los coches de la carretera ya no tiraban tanta peste, y yo disfrutaba cuando me llegaba su CO2. En cambio, el clima se hizo más frío. Odio el frío, me rompe las ramas en invierno con la nieve y el viento, y los veranos frescos que hacen últimamente, no me dejan crecer bien. Menos mal que, al menos, parece que el aire tiene más CO2 que antes.
Un hermoso día de otoño se acercó a mí una chica rubia. Encontró el gorro de gnomo en el suelo. Lo cogió y le dio la vuelta como un calcetín. Noté algo raro en la cara. Me toqué y era la barba, que había crecido mucho. No veía bien, era por mi pelo que me caía en largas greñas por la cara, así que lo aparté. Al hacerlo me di cuenta que era blanco. Me asusté y me fui a un pueblecito cercano de donde había salido para dar el paseo. Parecía distinto, había más casas. La gente me miraba raro y yo a ellos. Sus ropas no eran normales, iban como si estuviesen vestidos para carnaval. Entré en un bar y me fui directo al cuarto de baño. Me miré en el espejo. Parecía Ben Gun, el salvaje de La Isla del Tesoro. Cuando salí pregunté qué día era hoy. Me dijeron que 27 de octubre. Yo había salido a pasear el 21 de octubre de 2010, así que había estado fuera 6 días. Algo seguía sin cuadrar. Pregunté entonces el año. Me dijeron 2038.
Un hombre entró apresuradamente en el bar y se puso a preguntar a todo el mundo si habían visto por allí a una chica rubia.

martes, 2 de noviembre de 2010

El ciclo largo del carbono

Un tópico muy usado por los alarmistas y todos aquellos que le tienen miedo al aumento de CO2 es que los combustibles fósiles están agregando más CO2 a la atmósfera de lo que el sistema climático tiene de una manera natural, por lo que lo desestabilizan y rompen su equilibrio. Para estas personas, las emisiones de CO2 de animales y plantas no son nocivas, porque están dentro del ciclo del carbono. Este ciclo, es el que los científicos llaman corto y se puede resumir así:
Los vegetales absorben CO2 de la atmósfera y lo incorporan a la madera, las hojas y demás tejidos. Cuando los animales nos alimentamos de ellos, oxidamos en nuestras células la materia orgánica, con lo que volvemos a liberar el CO2 a la atmósfera cerrando el ciclo. Por tanto, las emisiones netas de CO2 son cero.
Si quemamos madera o utilizamos biocombustibles, liberamos CO2 que ha sido recientemente capturado por las plantas, por lo que se considera que la emisión neta total sigue siendo cero y está dentro del ciclo normal o corto del carbono.
En cambio, si quemamos combustibles fósiles, añadimos CO2 adicional que no estaba en la atmósfera antes, por lo que se va acumulando un exceso de este gas, que va calentando el planeta por efecto invernadero.
Una cosa que “se olvidan” de decirnos, sin embargo, es que este CO2 en realidad ya ha estado en la atmósfera, puesto que los combustibles fósiles son restos de seres vivos que existieron en el pasado y que acumularon en sus tejidos el carbono extraído de la atmósfera primitiva.

Otra cosa que “se olvidan” es que el ciclo del carbono en realidad es doble: existe un ciclo corto que es el que todo el mundo sabe y que es el que he resumido arriba, y un ciclo largo, o geológico: en este ciclo, entran en juego los organismos calcificadores como los corales, los moluscos, las algas calcáreas etc. que utilizan CO2 para formar carbonatos con los que construyen sus conchas y esqueletos. Una vez mueren estos seres, caen al fondo y forman sedimentos que luego se transforman en rocas calcáreas como la caliza.
Se cree que todas, o al menos la mayoría, de las rocas calcáreas presentes en la corteza terrestre, tiene un origen biológico.
Esto se traduce en una retirada lenta del CO2 de la atmósfera que solo vuelve a ésta cuando las calizas quedan enterradas por subducción de la corteza terrestre, sufriendo el calor de las profundidades y saliendo en forma de roca derretida y gas CO2 por los volcanes.

Como pueden pasar millones de años hasta que esto suceda, si es que lo hace, el resultado es que millones de toneladas de carbono que antes estaban en la atmósfera y en los océanos en forma de CO2 están actualmente fijados en forma de rocas calcáreas y formando parte de la corteza terrestre.
Para hacerse una idea de qué cantidades de carbono estamos hablando, baste decir que en la atmósfera hay unas 780 gigatoneladas de carbono (una gigatonelada son mil millones de toneladas), en los mares y océanos hay unas 39.000 gigatoneladas y en la corteza terrestre en forma de sedimentos y rocas calcáreas hay 20.000.000 de gigatoneladas, es decir, unas 512 veces más que el CO2 de los océanos y 25.640 veces más que en la atmósfera actual.
Si siguiéramos tirando CO2 a la atmósfera al ritmo actual, unas 7-8 gigatoneladas por año, y teniendo en cuenta que se estima que en las reservas de combustibles fósiles hay unas 5.000 a 10.000 gigatoneladas de carbono, cogiendo la cifra mayor (10.000) tardaríamos 1.250 años en inyectar al sistema esa cantidad de carbono suponiendo que todo el CO2 que tirásemos se quedase en la atmósfera, cosa que no hace, y aún así estaríamos muchos millones de toneladas de carbono por debajo del que había en la atmósfera y la hidrosfera en la Tierra primitiva, carbono que seguiría fuera del ciclo corto al estar englobado en las rocas calizas.
En conclusión: aunque consumiésemos todo el combustible fósil del mundo (o, como dicen ahora, del planeta), la atmósfera y la hidrosfera seguiría estando empobrecida en CO2 en comparación al que había en la Tierra primitiva.

sábado, 23 de octubre de 2010

correlacion entre CO2 y temperatura 3

En las anteriores entradas vimos que el CO2 no se correlaciona en absoluto con la temperatura a escalas de tiempo de millones de años pero, ¿qué pasa con las escalas de tiempo menores?...
Que sí se correlaciona.
-Excelente! (dirán los alarmistas) Por fin los científicos nos dan la razón en algo.
-Bueno, en realidad no
Porque sí, se correlaciona, pero no como esperaban los promotores del calentamiento antropogénico sino completamente al revés:
El CO2 sube y baja casi siempre acompañando las subidas y bajadas de temperatura en el último medio millón de años, según los núcleos de hielo de Groenlandia y la Antártida, pero no al mismo tiempo sino una media de 800 años después.
Y no es un solo estudio el que lo afirma así sino todos, aunque lógicamente, según el método empleado, se obtienen resultados distintos, y el retraso en la reacción del CO2 a la temperatura varía según diferentes autores entre 200 y 5.000 años (ver tabla).

De todas formas, la correlación no es perfecta y hay momentos en que es inexistente, como al final del penúltimo interglacial, el Eemiense, hace 120.000 años, cuando la temperatura comenzó a bajar y, por miles de años, el CO2 se obstinaba en no hacerlo.

Es curioso cómo intentan los alarmistas ocultar esta evidente prueba de que es la temperatura la causa de las subidas y bajadas del CO2 y no al contrario: dicen que, a pesar de que las glaciaciones y desglaciaciones comienzan antes de que suba o baje el CO2, este gas amplifica el efecto. La pregunta que surge es:
Entonces, ¿qué produce el aumento o disminución de la temperatura los primeros 800 años?
No saben. No contestan.

Referencias:
Center for Science and Public Policy. Pre-Iindustrial Atmospheric CO2 And Proxy Air and Sea Surface Temperature Data Provide No Evidence That Changes in CO2 Drive Changes in Temperature.scienceandpolicy.org & Center for the Study of Carbon Dioxide and Global Change: www.co2science.org

jueves, 14 de octubre de 2010

Correlación entre CO2 y temperatura (2)

En la anterior entrada vimos que, a escalas de tiempo de cientos de millones de años, no hay correlación entre el CO2 y la temperatura. Otros trabajos para intentar correlacionar estos dos parámetros a escalas de tiempo algo más cortas (decenas de millones de años) tampoco dejan bien parada la hipótesis del CO2 como conductor del clima de la Tierra. Por ejemplo, Pagani et al. (2005) investigan más profundamente un período algo más cercano en el tiempo: de -43 Ma hasta -5 Ma. Basándose en las concentraciones isotópicas del oxígeno.

En la figura se ve el gráfico que aparece en su trabajo. En él se observan las concentraciones de CO2 (línea ancha de colores) y temperatura (línea negra) durante la última parte de la Era Terciaria, desde hace unos 50 millones de años hasta el presente.
Como se puede apreciar en este gráfico, los autores:
1º) No encuentran correlación entre -43 y -34 millones de años, cuando se produce un suave declive de las temperaturas y fuertes oscilaciones de CO2 entre 2.200 y 800 ppm (el CO2 es la línea roja)
2º) Entre -34 y -33 millones de años encuentran una fuerte caída de las temperaturas y aumento al mismo tiempo de CO2 (inicio de la línea verde).
3º) Entre -33 y -26 millones de años hay poco cambio en las temperaturas y fuerte caída del CO2 (final de la línea verde).
4º) Entre -26 y -24 millones de años hay fuerte subida de temperaturas y ligera caída de CO2 (línea amarilla)
5º) Por último, entre -24 y -5 millones de años encuentran gran variación de temperatura y poca o ninguna variación de CO2 (línea azul).

Conclusión:Tampoco parece que haya correlación temperatura-CO2 a escalas de decenas o unidades de millón de años.

Referencias:
Pagani, M., Zachos, J.C., Freeman, K.H., Tipple, B. and Bohaty, S. 2005. Marked decline in atmospheric carbon dioxide concentrations during the Paleogene. Science 309: 600-603.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Correlación entre CO2 y temperatura (1)

Una de las bases principales en las que se asienta la hipótesis del calentamiento antropogénico es la afirmación de que hay una estrecha correlación entre las subidas y bajadas de la concentración de CO2 en la atmósfera y los movimientos hacia arriba o hacia abajo de la temperatura. Desde el punto de vista de los alarmistas, esto es una prueba incontestable y Al Gore lo destaca en su documental y su libro.
Los críticos, en cambio, afirman que durante la mayoría de la historia geológica de la Tierra no se da esa correlación y en las ocasiones en que se produce, es la temperatura la que conduce el comportamiento del CO2 y no al revés.
Es importante señalar aquí que, si aplicamos los principios de la lógica, correlación no prueba causalidad, es decir, que dos sucesos ocurran simultáneamente en el tiempo no quiere decir que uno sea causa de otro. Por ejemplo, si estoy cantando una melodía de forma, digamos, poco armoniosa y se pone a llover, que los dos sucesos ocurran simultáneamente o uno inmediatamente después que el otro no quiere decir que mi mala interpretación musical haya producido la lluvia (aunque haya mucha gente, o incluso la mayoría de la gente, que lo crea así).
Cuando de verdad existe causalidad, es decir, cuando la correlación se da porque un fenómeno depende del otro, hay que averiguar cuál es la causa y cuál es el efecto.Hay bastantes artículos científicos que abordan la relación entre temperatura y CO2 a lo largo de diferentes eras geológicas. Entre los que van más lejos en el pasado encontramos el de Rothman (2002). (Figura: registro de la concentración atmosférica de CO2 según Rothman (2002) adaptado por Science and public policy y CO2 Science. En la escala de la izquierda, 1 es la concentración actual de CO2)
Este autor utiliza para su estudio mediciones de la erosión química de las rocas, de la desgasificación volcánica y metamórfica, del entierro del carbono orgánico, y también del contenido isotópico de carbono orgánico y estroncio en rocas sedimentarias marinas.
En su estudio encuentra concentraciones de CO2 atmosférico de 2 a 4 veces superiores a las actuales (actualmente hay unas 385 partes por millón, o ppm), con grandes oscilaciones periódicas cada 100 millones de años aproximadamente, entre 500 y 175 millones de años antes del presente.
A partir de ese momento aparece un declive, al principio más lento y luego más rápido hasta nuestros días.
En resumen, como se ve en la imagen, la correlación no existe, apareciendo incluso varios periodos fríos, como el final del ordovícico, el pérmico y el jurásico, donde se sitúan valores máximos de CO2.

Artículo de Rothman (2002)

jueves, 30 de septiembre de 2010

Nuevos vientos en el asunto del clima mundial

Puede que no sea más que un espejismo o la flor de un día, pero parece que algo se está moviendo en sentido positivo en el turbio asunto del cambio climático. Desde luego, razones no faltan: el Climategate, las temperaturas globales que no terminan de subir, la comunidad de escépticos que no para de crecer, la crisis económica que obliga a replantearse el cambio de sistemas energéticos…
El caso es que ciertas instituciones científicas de prestigio están entrando en razón y alejándose de los extremismos a los que les estaban empujando los activistas políticos. La Royal Society británica, con una historia centenaria dedicada a la ciencia, ya admite que hay “incertidumbres en las predicciones climáticas” que se han venido publicitando desde medios oficiales como el IPCC de la ONU. Se nota que ya no hay tanto miedo a exponer públicamente dudas que, aunque sean aún tímidas, hace sólo un par de años les habrían granjeado epítetos como “negacionistas”, “tierraplanistas” y otros similares. Los años de plomo, cuando los científicos del Climategate como Phil Jones y Michael Mann, junto con políticos como Al Gore y su asesor, el científico activista James Hansen, formaban una especie de inquisición climática haciendo de “martillo de herejes” cual modernos Torquemadas contra los escépticos, parece que acabaron ya, pero la batalla sigue, y cualquier evento climático se puede aprovechar si es en pro de… “salvar al planeta” ¡Tachaaan!
Los últimos inviernos han sido bastante más fríos de lo normal en la mayoría de los países desarrollados y también en algunos emergentes como China y Rusia, es decir, en los países más influyentes, los que de verdad cuentan en el mundo. Paralelamente, el pasado verano han sido también excepcionalmente cálido en esos mismos países. Como a lo del calentamiento global se le ha visto el plumero y no nos asusta tanto, ahora los alarmistas están pasando de “calentólogos” a “cambioclimatistas” (y los más modernos se están convirtiendo en “cambioglobalistas”), así que ahora lo que nos quieren colar es que los eventos extremos, tanto de frío como de calor, los produce el ser humano con sus contaminantes emisiones de CO2.

Desgraciadamente para ellos, ya hay revistas, hasta hace poco estrictamente oficialistas, que empiezan a incluir otras teorías, como New Scientist, en donde ha aparecido recientemente un artículo declarando que el sol juega un papel más importante de lo que se creía (en realidad lo que creían los del IPCC, no los escépticos que siempre lo han sabido) en la aparición de los últimos eventos climáticos extremos como las olas de frío y de calor que hemos comentado.
Algo es algo.


Imagen:
http://astronomia2009.es/data/imagen/archivo_182.png

domingo, 26 de septiembre de 2010

¿Son de fiar las mediciones superficiales de CO2?

Hace unos días falleció el gran científico alemán Erns Georg Beck.
Él consideraba imposible que el calentamiento global moderno estuviese causado por la pequeña subida del CO2 y dudaba de que la curva del crecimiento de CO2 atmosférico ocurrido desde 1957 pudiera extrapolarse hacia atrás en el tiempo hasta el siglo XIX. Beck consideraba que las mediciones de CO2 realizadas antes de 1957 no debían ser despreciadas como hace el oficialismo climático actual, entre otras cosas porque estaban efectuadas por científicos de reconocido prestigio internacional, incluso premios Nobel como Otto Warburg, en consecuencia, analizó decenas de miles de mediciones antiguas (finales del siglo XIX y primera mitad del XX) descubriendo que el CO2 había variado mucho más de lo admitido comúnmente, incluso le apareció que en los años '40 del siglo XX había estado tan alto como en la actualidad.
Estos descubrimientos le hicieron ganar el odio eterno de muchos climatólogos del régimen, que le lanzaron furibundos ataques desde múltiples foros, tachándolo de científico aficionado, naif, falsificador de datos, etc.
Es curioso que, en cambio, en el blog escéptico más famoso, WUWT, apareciese hace poco un artículo criticando su trabajo, a pesar de que no es la línea habitual de los artículos del blog, lo que dice mucho a favor de la libertad que impera en los blogs escépticos (un hecho semejante en los blogs pro-calentamiento antropogénico sería impensable).
Centrándome en las críticas a Beck más científicas (no voy a entrar en los ataques "ad hominem" )me gustaría puntualizar a la que aparece en WUWT firmada por Ferdinand Engelbeen:
Según Engelbeen, los trabajos que analiza Beck no miden el CO2 de fondo de la atmósfera sino el superficial, que está muy influido por emisiones humanas y animales, la fotosíntesis de las plantas, los vientos, etc, magnitudes todas ellas muy variables en el tiempo y difíciles de medir para tenerlas en cuenta, por lo que afirma que las medidas buenas son las realizadas en lugares alejados de fuentes y sumideros tanto naturales como artificiales de CO2, como desiertos, regiones polares, islas oceánicas (como Hawaii), etc.
Esta crítica es razonable, y sería aceptable si se hiciese lo mismo con las mediciones de la temperatura, ya que se da la circunstancia de que los científicos oficialistas utilizan las mediciones de temperatura de ciudades y aeropuertos para confeccionar sus gráficas tipo palo de Hockey. Por tano, ¿en qué quedamos, sirven o no las mediciones superficiales?. Porque lo que es un fraude es intentar que valgan para una cosa sí (temperatura) y para otra no (CO2). Si solo valen las mediciones de CO2 de lugares alejados, también se debería hacer lo mismo para la temperatura, que varía mucho de unos lugares a otros y está igualmente influida por multitud de factores (efecto isla de calor urbano, cambios en los usos del suelo, etc etc.)
Beck ha hecho lo mismo que ellos hacen, es decir, ha cogido las mediciones de CO2 disponibles y ha sacado una media. Si se invalida el trabajo de Beck, también se deben invalidar, y por el mismo motivo, todas las curvas y gráficas elaboradas con datos de estaciones meteorológicas superficiales localizadas en sitios como ciudades (tanto grandes como pequeñas, en las dos hay sesgo de calentamiento) y aeropuertos, es decir, la inmensa mayoría.
Si se hiciese bien, es decir, comparando el CO2 de estos lugares aislados con la temperatura de esos mismos lugares aislados, entonces quizás nos enterásemos mejor de lo que pasa. No lo hacen así, y no porque no se pueda hacer, sino porque entonces no aparecen las curvas en palo de Hockey que se utilizan para meternos miedo con el "catastrófico cambio climático antropogénico" que nos anuncian.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Aerosoles, la gran incógnita

Según el IPCC:
Mientras que los cambios radiativos debidos a los gases de efecto invernadero se pueden determinar con un alto grado de precisión [...] las incertidumbres relacionadas con los cambios radiativos debidos a los aerosoles siguen siendo grandes, y dependen en gran medida de las estimaciones de los estudios de modelos mundiales, que son difíciles de verificar en la actualidad
Esta admisión de incertidumbres por parte del IPCC es sospechosa en un organismo que no reconoce las incertidumbres aún mayores que existen en cuanto al efecto del CO2 en el clima.
¿Es real esta incertidumbre? Para intentar averiguarlo habría que estudiar los aerosoles, empezando por delimitar lo que entendemos por tal:
Para mucha gente, los aerosoles son, simplemente, partículas de insecticida, laca y otros líquidos que salen de tubos metálicos a presión. Desde un punto de vista más técnico, sin embargo, aerosol es toda partícula, sólida o líquida, que pueda permanecer suspendida en el aire un periodo relativamente largo de tiempo (desde varias horas hasta varios años), lo que incluye una variedad enorme de sustancias: desde gotitas de agua hasta polvo, pasando por cristales de sal marina, cenizas volcánicas, diferentes esporas de plantas, polen, bacterias, moléculas como los clorofluorocarbonos (CFC) que propulsaban antes los sprays comerciales, sulfatos emitidos por combustión de carbón y petróleo, etc. La cosa se complica debido a las reacciones químicas que pueden ocurrir entre esas sustancias y los diferentes gases de la atmósfera, lo que puede producir compuestos químicos que en principio no estaban presentes. Como siempre pasa, sin embargo, hay divergencias en cuanto a la delimitación del término aerosol, ya que algunos autores dejan al margen las gotas de agua que forman nubes y nieblas y otros las incluyen.
El tiempo de permanencia en la atmósfera es variable, dependiendo del tamaño de la partícula y de la altura a la que se encuentre: el tamaño de las partículas generalmente oscila entre 1 y 1000 micras, pero hay partículas que exceden por arriba o por debajo de estas dimensiones. Cuanto más grandes sean, menos tiempo permanecerán en el aire. En cuanto a la altura, los aerosoles que están cerca del suelo (a menos de kilómetro y medio) permanecen de medio a dos días en el aire. A medida que aumenta la altitud el tiempo de residencia aumenta también. Los aerosoles, lanzados a la estratosfera durante erupciones volcánicas, pueden permanecer de 1 a 2 años en la atmósfera.
La abundancia relativa varía según el medio, así en el aire rural hay unos 70 mg/m3, y en el urbano unos 300 mg/m3, en fábricas y talleres 1.000 mg/m3 y los gases de una central térmica pueden tener hasta 100.000 mg/m3. Todas estas cifras, sin embargo, son muy variables de unos lugares a otros.
Efectos sobre el clima: enfriamiento
Prácticamente todos los autores está de acuerdo en que tanto pueden enfriar como calentar la atmósfera, dependiendo del tipo de aerosol. En lo que no se ponen de acuerdo es en el efecto neto que tienen, aunque la mayoría piensa que es de enfriamiento, al reflejar la luz solar hacia el espacio, lo que se traduce en menor calentamiento de la superficie terrestre. En este efecto de enfriamiento se basan los científicos del IPCC para proclamar que, si no se están cumpliendo las catastróficas predicciones de calentamiento global predichas por los modelos climáticos se debe a que ha habido un aumento de aerosoles en la atmósfera, principalmente de compuestos de azufre, procedentes de combustión de combustibles fósiles o de biomasa sobre amplias regiones de hemisferio norte, lo que está contrarrestando una parte importante del efecto calentador del aumento de los gases de invernadero. Como la monitorización de aerosoles por satélite es relativamente reciente, es difícil comprobar estas afirmaciones, aunque hay algunos trabajos científicos que parecen confirmar esta hipótesis como el de Wang et al. (2009), que encuentran un significativo aumento de aerosoles en el mundo desde 1973 hasta 2007, para lo que utilizaron una medida de visibilidad que se obtiene de rutina en distintas estaciones climatológicas del mundo, muchas de ellas aeropuertos (la visibilidad es la distancia máxima a la cual un observador puede discernir la forma de un objeto en el horizonte). Es decir, utilizaron la visibilidad como proxy para calcular la cantidad de aerosoles con una fórmula que se inventaron.
El problema de este trabajo, aparte de lo discutible de la fórmula, es que las brumas y nieblas también influyen en la visibilidad y ya hemos dicho que muchos autores no las consideran como aerosoles. Por tanto, ¿qué aumentó realmente, la cantidad de partículas o los días de niebla en los aeropuertos?. ¿No será que lo que aumentó fue el número de aviones rodando por las pistas y soltando humo y partículas por los escapes?
Por otra parte, los efectos de enfriamiento provocados por grandes nubes volcánicas que llegan a la estratosfera, como las recientes causadas por las erupciones de El Chichón y el Pinatubo (en la imagen), han sido ampliamente documentadas y todo el mundo está de acuerdo en que producen enfriamiento a escala global.
Los aerosoles también calientan
Por otro lado, hay trabajos que apuntan a una subestimación del efecto de calentamiento que tienen muchos aerosoles, como el de Lindzen y Choi, que analizaron los datos sobre la formación de nubes y aerosoles de polvo, o pequeñas partículas de arena y de silicato en la atmósfera, que fueron recogidos por el satélite CALIPSO de la NASA entre junio de 2006 y mayo 2007. Su análisis reveló que había cerca de 20 por ciento menos de partículas de la nube superenfriadas, partículas con una mezcla de agua y hielo que reflejan más luz solar que el hielo solo, en las regiones en que había aerosoles de polvo, lo que significa que las nubes altas reflejan menos luz solar de la que se suponía. Dicha diferencia, Lindzen y Choi sugieren, podría calentar la atmósfera en esas regiones.
En otro estudio, se afirma que las “nubes marrones” (nubes de aerosol repletas de hollín) han incrementado el calentamiento atmosférico sobre India en un 50%: Veerabhadran Ramanathan, oceanógrafo hindú, ha comprobado que nubes marrones de unos 3 kilómetros de altura cubren un área del norte del océano Índico equivalente al tamaño de los Estados Unidos. Este tipo de nubes contribuyen al calentamiento atmosférico porque absorben la energía del sol y luego la liberan como calor al aire que las rodea. Como la bruma alcanza las partes bajas del Himalaya, Ramanathan y sus colegas creen que las nubes marrones pueden jugar un papel importante en el derretimiento de los glaciares de esa cadena montañosa.
En resumen:
Podemos decir para concluir, que el efecto de los diferentes aerosoles (tanto de origen natural como antropogénico) es muy importante pero está aún por dilucidar cuál es la magnitud e incluso el signo de su influencia en muchos casos, (como, por otra parte, lo está la mayoría de las cuestiones referentes al clima) por tanto, las predicciones con los modelos computerizados que se han hecho hasta ahora adolecen de graves carencias en este asunto y no deberían ser tenidas en cuenta para tomar decisiones políticas.

Página web de la NASA con información de aerosoles y ozono por satélite:
Página de Grecia con información sobre aerosoles:



Referencias:
Cita del IPCC: Climate Change 2001:Working Group I: The Scientific Basis. 6. Radiative Forcing of Climate Change. 6.7.8 Discussion of Uncertainties. IPCC
WANG, K., et al, “Clear sky visibility has decreased over land globally from 1973 to 2007”, en Science, 316, 2009, pp. 1468-70.
Noticia sobre Lindzen & Choi
Imagen pinatubo:

miércoles, 15 de septiembre de 2010

¿Influye realmente la biosfera en el clima?

La Tierra, como todos los demás planetas del sistema solar (y, por lo que sabemos hasta ahora, también los extrasolares) es un sistema complejo, con múltiples interacciones entre sus subsistemas físico-químicos como la atmósfera, la hidrosfera y la geosfera.
Pero, a diferencia de los otros planetas, el nuestro contiene vida, que es en sí un subsistema tremendamente complejo, la biosfera, con interacciones entre sus propios componentes internos, los seres vivos, y relaciones con los otros subsistemas no biológicos del planeta a los que está inextricablemente conectada. Esto hace al sistema de nuestro planeta aumentar tremendamente su complejidad, lo que lo hace, a su vez, más difícil de estudiar y de entender.

Se sabe, desde hace tiempo, que algunas algas marinas microscópicas, como los cocolitofóridos (en la imagen el cocolitofórido Emiliania huxleyi), pueden desprender sulfuro de dimetilo a la atmósfera, un gas que reacciona con los gases atmosféricos para producir gotitas microscópicas de ácido sulfúrico. El ácido sulfúrico es un componente esencial de los núcleos de condensación que constituyen las “semillas” a partir de las cuales, y con la energía de los rayos cósmicos, se forman las gotitas de agua que componen las nubes.
El crecimiento de estas algas “productoras de nubes” se ve muy favorecida por el aumento del CO2, ya que de éste no solo sacan el carbono que les permite fabricar su propia materia orgánica, sino que fabrican con él el carbonato de sus minúsculos caparazones calcáreos. Como la cobertura nubosa es, en general, un factor que enfría el planeta, este mecanismo ha sido postulado como uno de los que pueden influir en el clima global.
Algo menos conocido es el hecho de que las plantas terrestres también pueden influir en la formación de nubes, y no solo aumentando la cantidad de vapor de agua disponible en la atmósfera mediante la evapotranspiración a través de sus hojas, sino también emitiendo los llamados “componentes orgánicos biogénicos volátiles” o BVOC (sus siglas en inglés), que son distintas moléculas orgánicas (isoprenos, terpenos, alcanos, alquenos, alcoholes, ésteres, ácidos, etc.) que, en principio, les sirven para otros menesteres, como la disuasión de patógenos, repelente para herbívoros y atractor de carnívoros, para cerrar heridas, atraer insectos y otros animales polinizadores, e incluso para comunicarse con otras plantas a manera de feromonas.
Algunas de estas sustancias desempeñan un papel de protección frente a altas temperaturas, por lo que el calentamiento que se produjo durante el siglo XX (que parece haberse detenido ya) estimularía su producción: según los investigadores Peñuelas y Llusia (2003) este calentamiento habría elevado la producción de estas BVOC en un 10% y si siguiese incrementándose la temperatura como pronostican los medios oficialistas afines al IPCC, su emisión se incrementaría entre un 30 y un 45% para un calentamiento de 2 ó 3 ºC .
Resulta que algunos de los que más BVOC producen son árboles de los géneros Populus (chopos y álamos), Eucalyptus (eucaliptos) y Pinus (pinos), árboles que han sido (y, presumiblemente, seguirán siendo) ampliamente utilizados en programas de reforestación.
Si a esto añadimos que el incremento de CO2 es beneficioso para el crecimiento de las plantas en general, el resultado es un incremento cada vez mayor de la emisión a la atmósfera de estas sustancias a medida que sube el CO2 y la temperatura, sea por causas artificiales o naturales.
Hay, por supuesto, muchos otros factores que influyen en el crecimiento de las plantas (insolación, disponibilidad de agua y de sales minerales, etc.) pero, con las pertinentes incertidumbres de todo sistema complejo, parece bastante claro que es eso lo que ocurrirá.
En líneas generales, el mecanismo funcionaría así:
A mayor calentamiento global y mayor producción de CO2, más crecimiento vegetal (tanto en el mar como en la tierra), lo que lleva a una mayor liberación de sustancias como las BVOC y el sulfuro de dimetilo, formadoras de nubes. Cuantas más nubes, más se enfría la Tierra, lo que lleva aparejado una menor liberación de estas sustancias formadoras de nubes, y menos nubes significan más sol y más calentamiento de nuevo cerrando de esta manera el ciclo, y así una y otra vez.
Esto es un mecanismo de estabilización, dicho de otra forma, un feed-back negativo que tiende a reducir las oscilaciones climáticas de la misma forma que un termostato regula las oscilaciones de temperatura de una habitación encendiendo y apagando la calefacción o el aire acondicionado. Todo lo contrario de lo que profetizan los modelos del IPCC, que se basan casi exclusivamente en feed-backs positivos, es decir, mecanismos que amplifican enormemente las pequeñas variaciones de temperatura que se producen, sea natural o artificialmente.
Si los feed-backs fueran casi todos positivos, como se empeña en sostener el IPCC, hace tiempo que la temperatura se habría desbocado hasta extremos incompatibles con la vida.
Los mecanismos estabilizadores, como el que hemos visto, explican mucho mejor la historia climática de la Tierra, que ha permanecido en un intervalo de valores de temperatura compatibles con la vida durante al menos 3.500 millones de años
La Biosfera, pues, desde hace millones de años, de manera natural y sin ayuda alguna por parte del Hombre, parece jugar un papel fundamental en estos mecanismos climáticos, como los científicos verdaderamente independientes están probando.
Referencias:
Peñuelas, J. and Llusia, J. 2003. BVOC: plants defense against climate warming? Trends in Plant Science 8: 105-109.
Imagen de Emiliania huxleyi:

viernes, 10 de septiembre de 2010

El Unicornio frente al Cambio Climático


El unicornio, el animal mitológico de la edad media, ha despertado siempre la imaginación de los europeos. A su cuerno se le atribuían toda clase de propiedades medicinales e incluso afrodisíacas, cuerno que los antiguos creían situado en la frente de un brioso corcel, pero que ahora sabemos que es un diente hipertrofiado de un mamífero marino, el narval, una especie de cetáceo que, por su hábitat ártico, no había sido visto nunca por los habitantes de las latitudes templadas y cálidas hasta la edad moderna.


El narval-unicornio es un mito y, al mismo tiempo, un ser viviente. Nada mejor para crear la enésima alarma climática.
Según la BBC, los narvales están en peligro por el cambio climático. Un estudio afirma que tienen poca velocidad punta, aunque mucha resistencia. El estudio abunda en la medición de las diferentes fibras musculares de los narvales y calcula incluso la resistencia, el tiempo que tardan en necesitar oxígeno, etc.
Yo me imagino a estos autores devanándose los sesos para intentar, por todos los medios, conectar sus estudios al cambio climático: ya se sabe, sin esa conexión, unos estudios sobre anatomía y fisiología de mamíferos marinos no pasarían de ser reseñados por alguna oscura revista científica local. Ahora bien, si se consigue decir algo que preocupe a la gente, la expectación mediática está asegurada y las subvenciones para posteriores estudios, también. Así que, ¡a especular con alegría!:
Resulta que, según estos señores, los narvales pueden quedar atrapados en el hielo y morir asfixiados por no encontrar a tiempo un lugar por donde respirar. El temido cambio climático hará que los icebergs se suelten más rápidamente y sean más numerosos y veloces, y los pobres, lentos y delicados narvales no podrán nadar por debajo tanto tiempo y morirán.
Dejando aparte el hecho cierto, y cada vez más comprobado por múltiples estudios, de que en el pasado hubo periodos mucho más cálidos que el presente, es increíble que animales adaptados a soportar todos los años deshielos rápidos en verano y crecimiento rápido del hielo en invierno, se vean amenazados por el cambio climático que, recordemos, es una variación del clima a largo plazo, es decir, lenta.
Hay años en los que, por el viento, las corrientes o ambas cosas, los hielos se retiran o avanzan con mucha rapidez, y años en que se sueltan más o menos icebergs, incluso muy grandes a veces, y es posible que algunos animales (siempre los más débiles o enfermos) se vean atrapados bajo el hielo y perezcan. Eso ha pasado, pasa y pasará siempre en la naturaleza, es la esencia de lo natural, como ya Darwin nos enseñó. Esta especie (como todas las del Ártico) ha superado múltiples épocas de hielo-deshielo: rápidas, lentas y de todos los colores, por tanto, está adaptada a ello y no sufrirá ningún daño si aumentase la temperatura global incluso en las cifras más altas predichas.
Hay personas que creen que los animales son como frágiles pétalos de amapola, que se desprenden al menor toque cuando arrancas la flor. Pero no es así. Las especies actuales son supervivientes, han demostrado en el pasado que pueden sobrevivir perfectamente a cambios rápidos de clima (si no, se habrían extinguido). Si se produjese el cambio climático en los términos que se predicen actualmente, ni los narvales ni ninguna especie ártica sufriría en lo más mínimo. De hecho, es posible que se viesen favorecidas: menos hielo = más fotosíntesis = más comida = más población de animales.

viernes, 20 de agosto de 2010

banquisa antártica y calentamiento global

Había leído artículos sesgados sobre la Antártida, pero este publicado en El Mundo basado en un artículo de Jiping Liu y Judith Curry se lleva la palma.
No es solamente que el titular sea engañoso y que los datos sobre los que se basa el artículo original no sean escasos sino prácticamente inexistentes, como muy bien señalan varios blogs escépticos (muy buena explicación en Plazamoyua), es que las hipótesis que formula para explicar el fenómeno de la banquisa marina son absolutamente descabelladas:
Los autores afirman que, como hay calentamiento global, se evapora más agua y nieva más sobre los mares helados. Como la nieve es un buen aislante, los hielos quedan protegidos y no se derriten, con lo que resuelven la, según ellos, aparente paradoja de que, con calentamiento global se estén dando récords de extensión de hielo marino alrededor de la Antártida. Veamos porqué son descabelladas:
En primer lugar, si con calentamiento global (subrayando lo de global) nieva más, lo debe hacer en los dos polos y no solo en el polo sur, con lo que deberíamos ver crecer también la banquisa ártica muy por encima de sus niveles medios, cosa que no está ocurriendo ya que, por el contrario, estamos asistiendo a una época de relativamente poco hielo en el Ártico, con algunas excepciones como la de esta primavera.
En segundo lugar, hay que recordar que la nieve no cuaja cuando cae en el agua, y sólo si ya está el mar congelado puede permanecer encima y quizás así cumplir la función de aislante (de la atmósfera, y solo de la atmósfera) que le atribuyen.
En tercer lugar el agua del mar se enfría en mayor extensión cuanto más frío haga. Si hace poco frío en invierno, no se congela, como pasa en nuestras latitudes (esto es risible que haya que decirlo, pero parece que los autores no lo saben).
Si la nieve protegiese realmente la banquisa del calor atmosférico, lo que veríamos en los diagramas donde se representa la extensión del hielo marino sería un crecimiento lento y que no llega a alcanzar,en la época de más hielo,los máximos de décadas pasadas, seguido de un sostenimiento del mar helado durante más tiempo en la época en que se va derritiendo al llegar el verano.
Es decir, un ascenso lento y débil en los diagramas en otoño-invierno, y un descenso más suave de la cantidad de mar helado en primavera-verano.
Lo que se observa es, por el contrario, un crecimiento acelerado en la época de progresivo aumento como actualmente (línea roja en el diagrama de abajo), seguido de un descenso normal en la época de deshielo, en todo proporcional a la extensión conseguida en invierno, y no más suave, llegando en los últimos años (2007)a batir récords de extensión de hielo.


En definitiva, ciencia basura que no debería haber pasado el corte de los referees de ninguna revista científica y mucho menos haber aparecido reseñado en los medios de comunicación de masas.
Pero, ¿qué se puede esperar de los climatólogos del régimen?. Pues eso, que lo apoyen aunque tengan que retorcer hasta el infinito los argumentos, los datos y lo que haga falta.

sábado, 14 de agosto de 2010

líneas rectas y tendencias climáticas

Nos gustan las líneas rectas. Nuestras casas están llenas de ellas: los marcos de puertas y ventanas, las esquinas de habitaciones y pasillos, armarios, muebles, electrodomésticos. En nuestras ciudades no paramos de ver líneas rectas en edificios, postes, verjas, farolas, señales de tráfico… La línea recta está omnipresente en la sociedad actual, tal vez porque se define como “la distancia más corta entre dos puntos” y, bien por economía, bien por impaciencia, bien por espíritu práctico, preferimos ir siempre a lo directo, en línea recta, por donde menos tardamos.
La naturaleza es otra cosa. En ella la línea recta es más bien la excepción y las curvas, giros e irregularidades son la norma: curvas en los vegetales, curvas en las rocas, curvas en los cuerpos de los animales, curvas en la misma Tierra, y en el Sol, y en las órbitas de los planetas, y en la rotación de las galaxias, y en la luz que pasa cerca de un objeto muy masivo. El mismo Universo hay quien dice que se curva y que si pudiéramos acortar en línea recta a través de los pliegues del espacio-tiempo metiéndonos en otra dimensión, podríamos llegar a enormes distancias en un abrir y cerrar de ojos.
Pero nosotros hace ya mucho que no vivimos en la naturaleza, nos hemos creado un hábitat a medida, artificial, práctico, con líneas rectas (y menos mal, porque sino fuera por eso, la mayoría de nosotros estaríamos muertos o no habríamos nacido siquiera, la naturaleza es muy cruel).
En la figura de abajo vemos una representación de las temperaturas de las últimas décadas medidas desde satélites y la recta de regresión que indica la tendencia.


Cuando hacemos una representación gráfica de un proceso o un fenómeno, buscamos la simplicidad, la claridad, la tendencia, y qué mejor tendencia que una recta, que sube o baja con claridad meridiana, transparente, sencilla… Pero, al hacerlo así, estamos perdiendo información -ya lo hemos visto, la naturaleza no es muy amiga de las rectas-, y si hablamos de clima, mucho más, porque lo que prima es lo cíclico, el retorno: del frío en invierno y del calor en verano, de las sequías y de las inundaciones, de los periodos glaciales y de los interglaciares. En esta otra figura, basada en los mismos datos que la anterior, vemos un método diferente de presentación que proporciona mucha más información.


Por tanto, cuando se habla de tendencia rectilínea en clima, tenemos que ser muy precavidos y no dejarnos engañar. Cuando nos dicen por el telediario que al final del siglo XXI tendremos tal o cual clima, nos están metiendo una previsión basada en tendencias rectilíneas, en proyecciones de ordenador que no tienen en cuenta que los ciclos cambian, y que hay muchos, y no solo el conocido ciclo anual de invierno o verano, también los hay que tardan varios años e incluso décadas en cambiar, como El Niño y La Niña, la Oscilación Decadal del Pacífico y otros similares en el Atlántico (imagen)
y en el Ártico, o seculares, como los ciclos solares que provocaron la Pequeña Edad de Hielo o el Máximo Climático Medieval, por no hablar de los ciclos de Milankovitch que implican miles de años y de otros aún más largos, de millones de años de duración.
Pocos de estos ciclos se introducen en los programas de ordenador que intentan predecir el clima, y cuando simulan alguno, le sobreimponen la “tendencia de subida de temperatura por el CO2 antropogénico” y se quedan tan anchos.
No parece que los alarmistas del tipo fundamentalistas carbónicos se fijen en esas menudencias naturales como los ciclos (variabilidad natural, le llaman), absortos como están en sus modelos climáticos basados en la subida del “malévolo y demoníaco” CO2.
Hay un pequeño detalle, sin embargo, que no han tenido en cuenta: la naturaleza no sabe nada de los modelos de ordenador ni de política climática, y los ciclos seguirán su curso, pese a todo. Y parece que en las próximas décadas toca que haga frío. Veremos qué se inventan para explicarlo.

Fuentes imágenes:
http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Winter-NAO-Index.svg
http://www.drroyspencer.com/latest-global-temperatures/
http://3.bp.blogspot.com/_iMAwaA1f1t4/TGOnfOzB6UI/AAAAAAAAB-I/cYJcym0EwPI/s1600/tempsUAH.png

domingo, 8 de agosto de 2010

las causas de las glaciaciones: ¿naturales o artificiales?

Fue el suizo Louis Agassiz, en 1836, el primero que descubrió la existencia de antiguas glaciaciones al estudiar los sedimentos que dejaron antiguos mantos de hielo que cubrieron los Alpes, aunque no alcanzó a imaginar una teoría convincente sobre sus causas.


La teoría clásica para explicar estos fenómenos fue propuesta inicialmente por el escocés James Croll en 1864. Croll fue un personaje pintoresco que se negaba a vender alcohol en su fonda (él era abstemio), así que no duró mucho allí y se fue a un museo a trabajar de bedel, donde tuvo tiempo para pensar en estas cosas. Él afirmaba que, para que aparecieran los mantos glaciares, el factor fundamental era que hubiera veranos fríos para que no se derritiera toda la nieve caída durante el invierno anterior Posteriormente el serbio Milutin Milankovitch, otro personaje interesante, se pasó 30 años haciendo números con papel y lápiz para concluir, en 1941, que las glaciaciones eran consecuencia de los ciclos orbitales de la Tierra.
Según Milankovitch, hay tres grandes ciclos orbitales que influyen en la cantidad de irradiación procedente del Sol que llega a la Tierra:

1. Excentricidad de la órbita, es decir cómo de alargada es la órbita que describe la Tierra alrededor del Sol. Una órbita alargada significa que la distancia de la Tierra al Sol en el afelio (el punto de la órbita donde nos alejamos más del Sol) es mucho mayor que en el perihelio (el punto más cercano al Sol). Su ciclo es de unos 100.000 años
2. Inclinación del eje terrestre. Varía entre 21,5º y 24,5 º. En la actualidad es de 23º27’. Su ciclo es de 41.000 años
3. Precesión de los equinoccios o giro-bamboleo del eje terrestre, que describe una circunferencia cada 21.000 a 24.000 años. Actualmente la prolongación del eje está cerca de la estrella Polar, pero dentro de 12.000 años apuntará hacia la brillante estrella Vega, de la constelación de la Lira.
La combinación de estos tres movimientos hace que, en determinadas épocas, el hemisferio norte reciba menos radiación que el sur, lo que podría propiciar la acumulación de nieve en los territorios que rodean al Océano Ártico y terminar formando mantos glaciares. Cuando los valores de inclinación del eje terrestre eran bajos (ahora es relativamente alto) y coincidían con gran excentricidad de la órbita y más lejanía al Sol durante el verano del hemisferio Norte (como ahora) se daban veranos frescos que favorecían la entrada en una glaciación. Uno de los sitios más sensibles es el norte del Canadá, cuyo clima es particularmente sensible a los cambios astronómicos de insolación. Otra condición importante para que se inicie una glaciación es que las nevadas invernales sean suficientemente importantes. Para ello es necesario que los mares de donde provenga la humedad estén relativamente calientes, por lo que podría ser necesario que la Corriente del Golfo esté activa y que el Atlántico Norte esté relativamente cálido. El cierre del istmo de Panamá podría haber favorecido este proceso.
Una vez iniciadas, las glaciaciones se intensifican debido a que el color blanco del hielo incrementa el albedo, es decir, la luz solar que se refleja al espacio, lo que constituye un mecanismo de feedback positivo. Cuando se inicia el deshielo, los bosques y mares libres de hielo al ser más oscuros reflejan menos luz, por lo que absorben cada vez más calor y se produce una aceleración del deshielo
Hoy en día hay otras teorías que intentan explicar las glaciaciones recientes, entre las que destacan las que recurren a ciclos solares para explicarlas.
No está claro si estas nuevas teorías por sí solas pueden explicar las glaciaciones o si es una combinación de varias la explicación real. Lo que sí parece bien establecido es que las glaciaciones ocurren por causas totalmente naturales, lo que, mirado a la inversa, también es válido para los periodos interglaciares como el que disfrutamos actualmente. Si la Tierra puede calentarse y enfriarse, con diferencias de hasta 10 grados centígrados entre periodos fríos y calientes, por procesos totalmente naturales, ¿por qué recurrir a acciones humanas para explicar pequeños calentamientos de 0,5 ó 0,8 grados (según los diferentes autores), que es lo que se supone que se calentó la Tierra durante el siglo XX?.
Los que propugnan una influencia decisiva del ser humano en el clima intentan evitar esta objeción afirmando que el ritmo de calentamiento actual, sobre todo en los últimos 50 ó 60 años, es superior al de otras épocas, lo cual es, sencillamente, falso a la vista de los registros de temperatura más antiguos como los de Armagh en Irlanda del Norte y los del Centro de Inglaterra, que se remontan a los siglos XVII y XVIII, y en donde aparecen épocas con ritmos de calentamiento comparables o incluso superiores a los actuales. Tampoco los registros con proxys como núcleos de hielo, sedimentos, espeleotemas, etc. como el de Loehle (2007):

o incluso del tipo anillos de árboles, muestran superiores ritmos de calentamiento en la época actual, por lo menos los estudios libres de sospecha como el último de la Península de Kola en Rusia:


Entonces, ¿dónde está la excepcionalidad de nuestra época?.
La respuesta a esto es: en ningún sitio. Nuestra época no es en absoluto excepcional.

Fuentes de las imágenes y más datos en:
http://www.odiseacosmica.com/2009/11/el-cambio-climatico-desde-una.html
http://wattsupwiththat.com/2010/08/07/russian-kola-data-refutes-the-mann-hockey-stick/