martes, 31 de mayo de 2011

Alemania en horas bajas


Una intoxicación alimentaria que ha causado ya 14 víctimas mortales y cientos de enfermos (hasta 1.200 según algunos) (ver aquí) sacude la todopoderosa nación teutona. La bacteria causante, Escherichia coli (en la imagen de arriba), es un microorganismo común en nuestro intestino grueso que presenta numerosas cepas o variantes, la mayoría inofensivas, pero algunas pueden llegar a producir diarreas hemorrágicas fatales, como se está viendo en Alemania. La epidemia en sí es grave, pero sería una noticia más si se hubiera producido en un país subdesarrollado. Lo extraordinario del hecho es que ocurra en un país plenamente desarrollado del corazón de la Europa próspera, un país que es, además, el motor económico del viejo continente, el que más pronto se ha recuperado de la reciente crisis económica mundial. La noticia se une a la declaración (ver aquí) de su primera ministra, Ángela Merkel, de que se van a ir cerrando progresivamente las 17 centrales nucleares que tiene el país, por lo que en un plazo de 11 años la energía nuclear será historia en Alemania, lo que les causará, indudablemente, un aumento de los costes de generación de electricidad, con la consiguiente pérdida de competitividad de sus productos industriales y más dependencia energética del exterior. ¿Qué está pasando en Alemania?
Desde luego que el análisis es complejo y difícil, pero todo apunta a una causa: el movimiento verde.
El movimiento medioambientalista viene demonizando, desde hace mucho tiempo (ver aquí), la industria, la agricultura moderna y casi toda otra forma de progreso como los móviles, los coches, toda clase de productos químicos y en general el modo de vida occidental como fuente de todos los males. Las soluciones, según estos nuevos ascetas, sería prescindir de todo producto industrial, cultivar cada uno sus propios alimentos, vivir en el campo “respetando el medio natural”, etc. En definitiva, volver al Neolítico o, incluso, al Paleolítico si hacemos caso de los que quieren suprimir la agricultura. Lo que implica también una reducción drástica de la población mundial, otro objetivo a conseguir.
La agenda de esta gente está clara y el procedimiento es sencillo. Ellos dicen: “Volvamos a lo orgánico”, -aunque eso signifique encarecimiento de los alimentos, posibles contaminaciones bacterianas (ver aquí y aquí), hambre y muertos-. “Saquemos energía del viento y del sol” -aunque eso signifique un encarecimiento tremendo de la energía que produzca un colapso industrial-
En definitiva: no más energía barata, no más comida barata
Para que la gente trague con el regreso al pasado, nada más útil y fácil que propagar el miedo, y se amenaza, por supuesto, con lo que la gente más teme: cáncer, guerras, huracanes, inundaciones, sequías, terremotos, tornados…
Y así, vemos que se ha acusado de producir cáncer, por supuesto, sin pruebas fiables, a casi cualquier sustancia química artificial, a radiaciones de todo tipo, a aparatos electrónicos como los móviles e incluso a los productos de la agricultura industrial; o que se acusa al progreso y la superpoblación de acabar con el agua y otros recursos naturales, lo que desencadenaría guerras; o que, en fin, se acusa a la industria y el transporte de producir CO2, lo que causaría desastres climáticos.
Todo ello basándose, la mayoría de las veces, en proyecciones de modelos informáticos que dicen lo que quiere el modelista que digan, exagerando y proyectando hacia el infinito tendencias reales o inventadas que, en la realidad, nunca se mantienen y que cambian de signo al cabo de pocos años porque son ciclos naturales o porque son modas pasajeras, o porque los países progresan y cambian, pasando a proteger el medio ambiente y a reparar los daños causados en épocas anteriores.
Alemania es un gran país, con muchos recursos materiales y humanos, así que todavía hay esperanzas. Esperemos no seguir su ejemplo.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Más apoyo a la teoría de los rayos cósmicos


La teoría de los rayos cósmicos como formadores de nubes fue enunciada en los años ‘90 por el científico danés Henrik Svensmark y su colega Friis-Kristensen (Svensmark & Friis-Kristensen, 1997). Esta teoría resolvía la paradoja de cómo la poca variabilidad de la irradiación solar total podía tener tanto efecto en el clima como mostraban los gráficos cuando se acoplaban las anomalías de la temperatura global con los ciclos solares.
Quizás era demasiado fantástica, demasiado galáctica para ser cierta, así que muchos renombrados climatólogos, en especial los comprometidos con la teoría del calentamiento antropogénico, pero también muchos escépticos, la rechazaron o, por lo menos, la pusieron en “stand by” a la espera de comprobaciones posteriores.
Ahora ha recibido un nuevo apoyo de un científico que hasta ahora parecía ignorarla: nada menos que el Dr. Roy Spencer (ver aquí), el mismo que, junto con John Christy, confecciona las gráficas de temperatura global que edita la Universidad de Alabama, es decir, un científico de referencia mundial en el asunto del cambio climático. Spencer ha efectuado un estudio (aún sin publicar de una manera formal) con datos recogidos por el satélite CERES durante los últimos 10 años (de 2000 a 2010) sobre luz solar reflejada y luz infrarroja emitida por la Tierra. Estos datos los ha combinado con otros sobre rayos cósmicos recogidos en Moscú durante las mismas fechas. Después de múltiples cálculos y comparaciones, el Dr. Spencer llega a la conclusión de que los rayos cósmicos están bien correlacionados con el aumento o disminución de nubes bajas, es decir, a más rayos cósmicos, más nubes que reflejan el sol, con el consiguiente enfriamiento de la Tierra, la misma conclusión a la que llega Svensmark en su teoría.
En números, el efecto neto sería una pérdida de energía entrante al sistema climático de 0,55 vatios por metro cuadrado por cada 1.000 unidades de rayos cósmicos que llegan a la Tierra.
El Sol, mediante el viento solar, influye en la cantidad de rayos cósmicos que llegan a la Tierra. Como la intensidad del viento solar varía ampliamente por los ciclos solares, durante un ciclo solar típico de 11 años, se debería sumar la influencia directa sobre el clima de la variación en la irradiación solar total (el único efecto del sol que reconocen los ortodoxos) y la influencia indirecta sobre los rayos cósmicos que tiene el sol al impedir la llegada de estos rayos cuando está más activo, siendo la influencia indirecta hasta 2,8 veces superior a la directa. Las dos juntas representan, pues, una influencia solar mucho mayor que la reconocida por los científicos oficialistas del IPCC de la ONU, empeñados como están en minimizar las causas naturales de variabilidad climática y poner énfasis en la influencia humana.
Spencer al final le quita importancia señalando que esto es solo una influencia más de las muchas que tiene el sistema climático, pero no cabe duda de que la teoría de Svensmark sale muy reforzada con este nuevo estudio.

Referencias:
Svensmark, H. & Friis-Kristensen, E. 1997. Variation of Cosmic Ray Flux and Global Cloud Coverage-a Missing Link. J. Atmos & Solar-Terrest. Phys. 59:1225-1232.

martes, 17 de mayo de 2011

¿Está causando un genocidio la doctrina del calentamiento antropogénico?


Así parece creerlo el geofísico canadiense Norm Kalmanovich, basándose en el encarecimiento de las cosechas provocado por el desvío para combustibles de una parte importante de los alimentos básicos de la población mundial como son los cereales (en la imagen, un campo de arroz). Según este científico, el 6,5% de los cereales del mundo están siendo utilizados para producir 85.000 millones de litros de bioetanol siguiendo los acuerdos del protocolo de Kyoto, que impulsa estas medidas basándose en la teoría del calentamiento antropogénico producido por el consumo de combustibles fósiles.
Kalmanovich parte de la constatación de un hecho: las medidas de la radiación infrarroja saliente hacia el espacio que vienen efectuando los satélites desde 1979. Estas medidas, según sus palabras:
demonstrate that OLR is responding strictly to the fourth power of the Earth’s absolute temperature in perfect accordance to basic physics theory, but is in no way responding to the 57.1% increase in CO2 emissions from fossil fuels since 1979
traducción: demuestran que la OLR (Outgoing longwave radiation = radiación de onda larga saliente) está respondiendo estrictamente a la cuarta potencia de la temperatura absoluta de la Tierra en perfecto acuerdo con la teoría física básica, pero en absoluto respondiendo al 51% de incremento en las emisiones de CO2 procedentes de combustibles fósiles desde 1979.

Resulta que el principio básico, la clave de bóveda que sujeta la teoría en la que se basan los creyentes en el calentamiento antropogénico, es el incremento del efecto invernadero que provocaría un aumento del CO2 en la atmósfera proveniente de la quema de los combustibles fósiles. Para que este efecto se produzca, es necesario que el CO2 extra que emitimos los humanos atrape cada vez más radiación infrarroja (de onda larga) emitida por la Tierra. Lo que los satélites observan, sin embargo, es que la emisión infrarroja que emite la Tierra hacia el espacio, no está siendo atrapada en mayor cantidad a medida que suben las emisiones de CO2 (y han subido nada menos que un 51% desde 1979), lo que echa por tierra toda la teoría del calentamiento catastrófico producido por el malvado ser humano.
Un encarecimiento de un 20 ó un 30% en el precio del trigo o del arroz es solo un leve inconveniente para los habitantes de los países ricos, pero puede significar la diferencia entre la vida y la muerte (por hambre, o por enfermedades asociadas a ella) en los países más pobres.
Kalmanovich es un científico semirretirado y, por tanto, sin miedo a perder su puesto de trabajo o a quedarse sin ayuda para sus proyectos científicos. Desgraciadamente, los científicos más jóvenes no están en su misma situación. Y no lo reprocho. No se puede exigir heroísmo cuando tu trabajo está en juego.
Más información aquí.

sábado, 7 de mayo de 2011

El erizo y la acidificación marina


En periodismo se oye decir a menudo aquello de que “¿No hay noticias?: buenas noticias”
Esto se cumple a rajatabla con el alarmismo climático y así, periódicamente, nos encontramos con noticias sobre tal o cual científico que declara su preocupación por tal o cual especie marina amenazada por la “acidificación del mar producida –cómo no- por nuestras emisiones de CO2 a la atmósfera”: que si las especies con conchas y caparazones calcáreos no podrán fabricarlos ya, que si las larvas del plancton morirán por exceso de acidez, etc., etc.

El erizo de mar común, Paracentrotus lividus (del latín lividus = amoratado, cárdeno, lila) es una especie con caparazón calcáreo y larvas planctónicas que se encuentra en todo el Mediterráneo y en las costas del Atlántico desde Irlanda y Escocia por el norte, hasta las Islas Canarias por el sur. Vive en sustratos rocosos, donde excava depresiones para evitar ser arrastrado por olas y corrientes. Se alimenta de algas, actuando de control sobre varias especies de éstas.
Y es comestible. Sus huevas (gónadas del macho y de la hembra) son un manjar muy apreciado, sobre todo en Francia, aunque también se consume en España, Portugal, Italia, Grecia...
Por tanto es una especie de importancia comercial, así que hay dinero para hacer estudios sobre él.

En uno de estos estudios, un equipo de 11 científicos, la mayoría franceses, (Martin et al, 2011) han estudiado el posible efecto sobre las larvas de erizo de mar común de un aumento de la acidificación marina. En concreto, se hizo crecer larvas de erizo en aguas con diferentes grados de pH (entre 8,1 y 7,0 (el agua de mar tiene un pH por lo general superior a 8). La banda más baja (pH: 7,0) correspondería a una concentración atmosférica de 6.630 ppm de CO2, es decir, 17 veces la concentración actual, y la más alta (pH: 8,1) a una concentración de CO2 atmosférico de unas 400 ppm, es decir, similar a la actual. Pues bien, Paracentrotus lividus, incluso con el pH más bajo, no tuvo ningún problema con la puesta y fertilización de sus huevos, y las larvas que salieron de ellos tampoco experimentaron una mortalidad superior a la normal , ni tampoco el pH bajo supuso un impedimento para la fabricación del esqueleto calcáreo. Las larvas únicamente sufrieron un leve retraso en su crecimiento. Los autores atribuyen este hecho a la gran plasticidad genética de estos erizos, que son capaces de poner en funcionamiento genes capaces de contrarrestar la variación de las condiciones ambientales a las que los sometieron los investigadores.

Es una buena noticia, los animales marinos no son tan frágiles ni están tan desvalidos frente al cambio climático como se creía.
Por eso no saldrá en la Prensa.
Por eso la difundo yo

domingo, 1 de mayo de 2011

Incertidumbres, satélites y modelos climáticos


En la escuela nos hacen aprender datos y medidas: la Tierra tiene 6.378 km de radio, la Luna está a 384.400 km de la Tierra, el Everest tiene 8.848 m de altura... Son cifras que parecen sólidas, firmes, matemáticamente exactas.

¿Son correctas? Quizás. Siempre y cuando no tengamos en cuenta los errores.

Porque en la escuela no nos hablan casi nunca de los errores, de las inexactitudes, de las dificultades que se tienen para realizar mediciones precisas. Y no digamos cuando estas magnitudes son estimaciones, medias estadísticas de fenómenos como la influencia de la irradiación solar, la de los gases de efecto invernadero o la de los aerosoles en el clima.
Las mediciones, en buena praxis científica, deben siempre ir acompañadas de márgenes de error, aunque sólo sea porque todo en este mundo es perfectible, y las mediciones no son una excepción, al contrario, dependen muchísimo no solo de quién las realice (con toda la carga subjetiva e ideológica que todos y cada uno llevamos dentro, algunos más que otros por supuesto) sino también de los instrumentos con los que se efectúan, que no siempre, mejor dicho, nunca son perfectos.
Así que no es de extrañar que, cuando se lee un artículo científico realmente serio, es decir, escrito en una revista científica para otros científicos igualmente serios, no se escatimen frases como: “conocemos aún muy poco de ... (la cuestión que sea)” o “para establecer resultados concluyentes (o más exactos) es necesaria una más profunda y extensa investigación”
Sin embargo, cuando nos encontramos con las reseñas de estos mismos artículos en la prensa o en documentales y programas de divulgación, la frase que aparece es: "los científicos afirman ... (tal o tal cosa)". Desaparece toda mención a las incertidumbres, posibles errores o cosas que aún ignoramos, apareciendo en su lugar afirmaciones tajantes, categóricas, excluyentes de cualquier discrepancia o posible crítica.
Por supuesto, no todos los periodistas son así. Y tampoco todos los asuntos son tratados igual. El asunto del clima, al ser uno de los más politizados, sin embargo, es de los peores en ese aspecto: abundan las descalificaciones salvajes a los críticos del pensamiento único calentólogo y las demonizaciones de otras teorías distintas a la oficial.
Por eso es tan raro ver un artículo (pinchar aquí) como el de Mishchenko et al. (2007) (al que llego siguiendo a Willis Eschenbach en WUWT, ver aquí) reconociendo que existen esas incertidumbres en asuntos climáticos:
Although the climate effects of solar variability and aerosols are believed to be nearly comparable to those of the greenhouse gases (GHGs; such as carbon dioxide and methane), they remain poorly quantified and may represent the largest uncertainty regarding climate change”.
(Aunque los efectos climáticos de la variabilidad solar y los aerosoles se cree que son casi comparables a los de los gases invernadero (tales como dióxido de carbono y metano), están mal cuantificados y pueden representar la incertidumbre más grande al considerar el cambio climático)

Y no solo existen, son muy grandes:

…the current uncertainties in the TSI and aerosol forcings are so large that they preclude meaningful climate model evaluation by comparison with observed global temperature change
Es decir, “las incertidumbres en TSI (irradiación solar total) y aerosoles son tan grandes que excluyen una evaluación significativa de los modelos climáticos por comparación con el cambio observado de temperatura global”
Y es que hay una única ocasión en que estas incertidumbres suelen salir a la luz pública: cuando se trata de conseguir y justificar fondos de dinero público para una nueva y carísima investigación, que dará fama y dinero a los científicos en cuestión. En 2007 Mishchenko et al. intentaban justificar, con ese artículo, la misión Glory, que consistía en poner en órbita un satélite de la NASA para medir la irradiación solar y los aerosoles.
Desgraciadamente, el satélite ha fallado y no ha podido entrar en órbita, así que seguiremos teniendo esas incertidumbres y los científicos oficiales excusa para decir que los modelos aún pueden resultar correctos, a pesar de que cada vez sus predicciones se alejan más y más de la realidad observada.

Eso sí, mientras tanto, la opinión pública permanece en la ignorancia y creyendo que los sabios científicos de la NASA lo saben todo sobre el cambio climático.