miércoles, 25 de mayo de 2011

Más apoyo a la teoría de los rayos cósmicos


La teoría de los rayos cósmicos como formadores de nubes fue enunciada en los años ‘90 por el científico danés Henrik Svensmark y su colega Friis-Kristensen (Svensmark & Friis-Kristensen, 1997). Esta teoría resolvía la paradoja de cómo la poca variabilidad de la irradiación solar total podía tener tanto efecto en el clima como mostraban los gráficos cuando se acoplaban las anomalías de la temperatura global con los ciclos solares.
Quizás era demasiado fantástica, demasiado galáctica para ser cierta, así que muchos renombrados climatólogos, en especial los comprometidos con la teoría del calentamiento antropogénico, pero también muchos escépticos, la rechazaron o, por lo menos, la pusieron en “stand by” a la espera de comprobaciones posteriores.
Ahora ha recibido un nuevo apoyo de un científico que hasta ahora parecía ignorarla: nada menos que el Dr. Roy Spencer (ver aquí), el mismo que, junto con John Christy, confecciona las gráficas de temperatura global que edita la Universidad de Alabama, es decir, un científico de referencia mundial en el asunto del cambio climático. Spencer ha efectuado un estudio (aún sin publicar de una manera formal) con datos recogidos por el satélite CERES durante los últimos 10 años (de 2000 a 2010) sobre luz solar reflejada y luz infrarroja emitida por la Tierra. Estos datos los ha combinado con otros sobre rayos cósmicos recogidos en Moscú durante las mismas fechas. Después de múltiples cálculos y comparaciones, el Dr. Spencer llega a la conclusión de que los rayos cósmicos están bien correlacionados con el aumento o disminución de nubes bajas, es decir, a más rayos cósmicos, más nubes que reflejan el sol, con el consiguiente enfriamiento de la Tierra, la misma conclusión a la que llega Svensmark en su teoría.
En números, el efecto neto sería una pérdida de energía entrante al sistema climático de 0,55 vatios por metro cuadrado por cada 1.000 unidades de rayos cósmicos que llegan a la Tierra.
El Sol, mediante el viento solar, influye en la cantidad de rayos cósmicos que llegan a la Tierra. Como la intensidad del viento solar varía ampliamente por los ciclos solares, durante un ciclo solar típico de 11 años, se debería sumar la influencia directa sobre el clima de la variación en la irradiación solar total (el único efecto del sol que reconocen los ortodoxos) y la influencia indirecta sobre los rayos cósmicos que tiene el sol al impedir la llegada de estos rayos cuando está más activo, siendo la influencia indirecta hasta 2,8 veces superior a la directa. Las dos juntas representan, pues, una influencia solar mucho mayor que la reconocida por los científicos oficialistas del IPCC de la ONU, empeñados como están en minimizar las causas naturales de variabilidad climática y poner énfasis en la influencia humana.
Spencer al final le quita importancia señalando que esto es solo una influencia más de las muchas que tiene el sistema climático, pero no cabe duda de que la teoría de Svensmark sale muy reforzada con este nuevo estudio.

Referencias:
Svensmark, H. & Friis-Kristensen, E. 1997. Variation of Cosmic Ray Flux and Global Cloud Coverage-a Missing Link. J. Atmos & Solar-Terrest. Phys. 59:1225-1232.

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