Es curioso cómo, tanto los autodenominados progresistas como los más acérrimos defensores del capitalismo se apuntan al carro del cambio climático antropogénico juntos, sin ver en ello contradicción alguna.
En efecto, remando en el mismo barco encontramos:
A estribor (derecha mirando desde la popa),
el bando capitalista:-
Grandes multinacionales energéticas, propietarias de gigantescos parques eólicos y termosolares.
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Empresas propietarias de centrales nucleares (a menudo las mismas que las anteriores)
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Pequeños accionistas locales que, a base de influencias (y se rumorea que algunos mediante sobornos de hasta 30 millones de euros), han obtenido concesiones para construir huertos solares fotovoltaicos que les dejan pingües beneficios.
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Corporaciones financieras de enorme poder, propietarias de empresas de intermediación y compraventa de derechos de emisión de CO2, que aumentan sus ganancias literalmente vendiendo humo.
A babor (izquierda),
el bando progre:
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Ecologistas iluminados, que se creen portadores de verdades absolutas con las que van a salvar el mundo del apocalipsis climático, y que son la carne de cañón, los activistas que hacen el trabajo sucio para los siguientes.
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Ecolojetas metidos a directivos de ONGs y partidos políticos verdes, que saben perfectamente que no pasa nada con el clima, pero que cobran cuantiosos emolumentos de las multinacionales que los subvencionan y de los ingenuos particulares que se afilian a ellos y pagan cuota, creyendo que así expían sus pecados contra el planeta por comer carne de vaca, ir en coche o tirarse pedos.
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Académicos de renombre que, unos luciendo estética de Indiana Jones y otros con traje y corbata, se apuntan a presentar carísimos proyectos de investigación, en la confianza de que se los van a financiar las multinacionales o los propios estados, proyectos con los que promocionan sus carreras y engordan sus carteras.
Hasta ahora este barco ha sorteado con éxito los pequeños escollos representados por los pocos científicos escépticos que osan oponerse a la pantagruélica máquina político-mediática que apoya el mito del calentamiento global.
Pero no las deben tener todas consigo, porque
la realidad es muy tozuda y, en la era de Internet y las comunicaciones electrónicas, hasta un pequeño David, como el
Heartland Institute, con un raquítico presupuesto de 8 millones de dólares, puede desestabilizar el tremendo ídolo dorado, soportado por estados e instituciones, con presupuestos cientos o incluso miles de veces mayores ya que, como en la fábula,
El gigante tiene los pies de barro.
Así que se dedican a intentar desacreditar a estas instituciones acusándolas de los mismos pecados que cometen ellos (cree el ladrón que todos son de su condición), y si no encuentran nada raro, directamente se lo inventan como en el caso del ultraecologista Peter Gleick del Pacific Institute, en Oakland, California
El caso se puede seguir en Plazamoyua (
ver aquí)
Por si acaso la plebe abre los ojos, ya están dando a la creencia en el cambio climático antropogénico, el estatus de religión, con confesionarios y todo, no sea que se les acabe la mamandurria y el vivir del momio
Por cierto, yo no cobro un duro por este blog
(
ver aquí)
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