domingo, 8 de agosto de 2010

las causas de las glaciaciones: ¿naturales o artificiales?

Fue el suizo Louis Agassiz, en 1836, el primero que descubrió la existencia de antiguas glaciaciones al estudiar los sedimentos que dejaron antiguos mantos de hielo que cubrieron los Alpes, aunque no alcanzó a imaginar una teoría convincente sobre sus causas.


La teoría clásica para explicar estos fenómenos fue propuesta inicialmente por el escocés James Croll en 1864. Croll fue un personaje pintoresco que se negaba a vender alcohol en su fonda (él era abstemio), así que no duró mucho allí y se fue a un museo a trabajar de bedel, donde tuvo tiempo para pensar en estas cosas. Él afirmaba que, para que aparecieran los mantos glaciares, el factor fundamental era que hubiera veranos fríos para que no se derritiera toda la nieve caída durante el invierno anterior Posteriormente el serbio Milutin Milankovitch, otro personaje interesante, se pasó 30 años haciendo números con papel y lápiz para concluir, en 1941, que las glaciaciones eran consecuencia de los ciclos orbitales de la Tierra.
Según Milankovitch, hay tres grandes ciclos orbitales que influyen en la cantidad de irradiación procedente del Sol que llega a la Tierra:

1. Excentricidad de la órbita, es decir cómo de alargada es la órbita que describe la Tierra alrededor del Sol. Una órbita alargada significa que la distancia de la Tierra al Sol en el afelio (el punto de la órbita donde nos alejamos más del Sol) es mucho mayor que en el perihelio (el punto más cercano al Sol). Su ciclo es de unos 100.000 años
2. Inclinación del eje terrestre. Varía entre 21,5º y 24,5 º. En la actualidad es de 23º27’. Su ciclo es de 41.000 años
3. Precesión de los equinoccios o giro-bamboleo del eje terrestre, que describe una circunferencia cada 21.000 a 24.000 años. Actualmente la prolongación del eje está cerca de la estrella Polar, pero dentro de 12.000 años apuntará hacia la brillante estrella Vega, de la constelación de la Lira.
La combinación de estos tres movimientos hace que, en determinadas épocas, el hemisferio norte reciba menos radiación que el sur, lo que podría propiciar la acumulación de nieve en los territorios que rodean al Océano Ártico y terminar formando mantos glaciares. Cuando los valores de inclinación del eje terrestre eran bajos (ahora es relativamente alto) y coincidían con gran excentricidad de la órbita y más lejanía al Sol durante el verano del hemisferio Norte (como ahora) se daban veranos frescos que favorecían la entrada en una glaciación. Uno de los sitios más sensibles es el norte del Canadá, cuyo clima es particularmente sensible a los cambios astronómicos de insolación. Otra condición importante para que se inicie una glaciación es que las nevadas invernales sean suficientemente importantes. Para ello es necesario que los mares de donde provenga la humedad estén relativamente calientes, por lo que podría ser necesario que la Corriente del Golfo esté activa y que el Atlántico Norte esté relativamente cálido. El cierre del istmo de Panamá podría haber favorecido este proceso.
Una vez iniciadas, las glaciaciones se intensifican debido a que el color blanco del hielo incrementa el albedo, es decir, la luz solar que se refleja al espacio, lo que constituye un mecanismo de feedback positivo. Cuando se inicia el deshielo, los bosques y mares libres de hielo al ser más oscuros reflejan menos luz, por lo que absorben cada vez más calor y se produce una aceleración del deshielo
Hoy en día hay otras teorías que intentan explicar las glaciaciones recientes, entre las que destacan las que recurren a ciclos solares para explicarlas.
No está claro si estas nuevas teorías por sí solas pueden explicar las glaciaciones o si es una combinación de varias la explicación real. Lo que sí parece bien establecido es que las glaciaciones ocurren por causas totalmente naturales, lo que, mirado a la inversa, también es válido para los periodos interglaciares como el que disfrutamos actualmente. Si la Tierra puede calentarse y enfriarse, con diferencias de hasta 10 grados centígrados entre periodos fríos y calientes, por procesos totalmente naturales, ¿por qué recurrir a acciones humanas para explicar pequeños calentamientos de 0,5 ó 0,8 grados (según los diferentes autores), que es lo que se supone que se calentó la Tierra durante el siglo XX?.
Los que propugnan una influencia decisiva del ser humano en el clima intentan evitar esta objeción afirmando que el ritmo de calentamiento actual, sobre todo en los últimos 50 ó 60 años, es superior al de otras épocas, lo cual es, sencillamente, falso a la vista de los registros de temperatura más antiguos como los de Armagh en Irlanda del Norte y los del Centro de Inglaterra, que se remontan a los siglos XVII y XVIII, y en donde aparecen épocas con ritmos de calentamiento comparables o incluso superiores a los actuales. Tampoco los registros con proxys como núcleos de hielo, sedimentos, espeleotemas, etc. como el de Loehle (2007):

o incluso del tipo anillos de árboles, muestran superiores ritmos de calentamiento en la época actual, por lo menos los estudios libres de sospecha como el último de la Península de Kola en Rusia:


Entonces, ¿dónde está la excepcionalidad de nuestra época?.
La respuesta a esto es: en ningún sitio. Nuestra época no es en absoluto excepcional.

Fuentes de las imágenes y más datos en:
http://www.odiseacosmica.com/2009/11/el-cambio-climatico-desde-una.html
http://wattsupwiththat.com/2010/08/07/russian-kola-data-refutes-the-mann-hockey-stick/

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