miércoles, 12 de octubre de 2011
Volcanes submarinos y clima
Estamos asistiendo al nacimiento de un volcán en la isla de El Hierro, la más occidental de las islas Canarias (ver aquí). Se han producido ya las primeras erupciones. Es un acontecimiento extraordinario, entre otras cosas porque la última erupción en Canarias y en toda España, fue la del Volcán Teneguía (imagen de arriba) en la isla de La Palma, hace ya 40 años.
Se pueden ver fotos y reportajes de evacuados, unidades militares yendo de aquí para allá…
Pero no hay imágenes del volcán.
Y no las hay porque el volcán es submarino.
La mayoría de los volcanes de la Tierra son submarinos (ver aquí) y no se ven. Pero sus efectos podrían notarse más de lo que algunos están dispuestos a admitir.
Y es que existe una teoría que enlaza los movimientos del Sol alrededor del baricentro (el centro de gravedad del Sistema Solar) y la actividad volcánica: según Eduardo Ferreyra (2010), que cita estudios de la astrónoma checa Ivanka Charvatova, el sol describe dos patrones de movimientos alrededor de ese baricentro: en el patrón ordenado, dibuja una especie de trébol, y en el caótico, sus órbitas son desordenadas. Estos patrones se repiten de manera cíclica cada 178,7 años. La parte ordenada del ciclo dura unos 50 años, la útima ocurrió entre 1910 y 1960. Después de un periodo de transición, la parte caótica del ciclo empezó en 1990. Cuando el sol entra en la fase caótica, la actividad volcánica es mayor, tal y como ocurre en estos momentos con muchos volcanes en activo (recuérdese el año pasado el Eyjafjallajökull islandés, el Chaitén en Chile, el volcán de El Hierro actualmente, etc.)
De todas formas, como la mayoría de los volcanes son submarinos y sus erupciones pasan desapercibidas (si no están cerca de islas habitadas como las Canarias), es difícil establecer con precisión una estima de la actividad volcánica global y se hace indirectamente a través del velo de polvo de la atmósfera.
Queda por descubrir la conexión entre estos dos fenómenos, pero lo que está claro es la conexión entre la actividad volcánica y el clima: cuando aparecen fuertes erupciones volcánicas con emisiones de partículas que llegan a la estratosfera, como ocurrió en 1991 con el volcán Pinatubo en Filipinas, la temperatura global desciende por el efecto de sombrilla que ejercen las cenizas volcánicas.
El aumento de la actividad volcánica se añadiría a la débil actividad solar que se prevé para la segunda mitad de esta década, lo que provocaría un incremento del enfriamiento global, tal y como ocurrió durante el mínimo solar de Dalton, entre 1790 y 1830 con la erupción del volcán Tambora, en Indonesia, en abril de 1815.
Referencias: Ferreyra, E. (2010) Clima feroz. Lulu enterprises inc.
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