sábado, 29 de enero de 2011

¿Podemos controlar el clima?

Hay una creencia generalizada, mayoritaria entre las personas poco formadas en ciencia (es decir, la inmensa mayoría de la población), en la casi omnipotencia de la ciencia y la tecnología actual. En el caso de los fenómenos meteorológicos y del clima, está claro que muchísima gente cree que el ser humano puede modificarlos, no hay más que darse una vuelta por la red para comprobar la gran cantidad de leyendas sobre los experimentos que han realizado las grandes potencias para controlar y utilizar los agentes meteorológicos como armas de guerra, por no hablar de los religiosos que creen en intervenciones sobrenaturales para provocar la lluvia, por ejemplo.
La realidad es mucho menos fantástica de lo que parece. El ser humano está muy lejos de controlar el tiempo atmosférico, y más lejos aún de controlar el clima.
Un estudio israelí (aquí en La Razón) muestra que las siembras de nubes para producir lluvia artificial no son eficaces: se compararon 2 parcelas, en la primera se sembraban las nubes con yoduro de plata y en la segunda, situada un poco más al sur, no se hacía. Se vio que, en la segunda llovió incluso más que en la primera.

Hay otros experimentos, más o menos fiables, que muestran otros resultados, (enlace a Correo del Orinoco) y se sigue experimentando (en la imagen, un avión para sembrar nubes), pero los especialistas están de acuerdo en que, como mucho, de media se consigue aumentar un 10% la lluvia con estos métodos… y eso si se realiza durante un periodo normal o húmedo en cuanto a precipitaciones, porque si se intenta producir lluvia en periodos de sequía, el fracaso está garantizado.
Dicen que cada generación piensa que ya se sabe todo lo que se debe saber, o por lo menos, todo lo realmente importante sobre casi cualquier cuestión. La realidad es bien distinta. Sabemos poco o muy poco de la inmensa mayoría de los fenómenos naturales, por no hablar de los fenómenos que ni siquiera conocemos que existen. Incluso los conceptos más sólidamente establecidos son susceptibles de modificación a medida que se realizan nuevos hallazgos. Los fenómenos meteorológicos son uno de esos temas de los que sabemos más bien poco. Y si hablamos del clima, el desconocimiento es, sencillamente, abismal. Por eso es muy difícil de admitir que los científicos oficialistas crean, sinceramente, que podemos saber, con suficiente seguridad, cuál será el clima dentro de cien o incluso mil años.
Se puede creer que una persona no formada crea en eso, pero no un verdadero científico que haya estudiado a fondo el tema.
O, por lo menos, no un científico honrado.
Si, además, aboga por realizar acciones destinadas a cambiar el clima (reducción de emisiones de CO2, no comer carne de vaca para que no se tiren pedos con metano, etc. etc.) le diría que hable con los científicos israelíes, los de la lluvia artificial, y que se deje de cuentos apocalípticos.

Imagen:
http://www.correodelorinoco.gob.ve/wp-content/uploads/2010/04/Avi%C3%B3n-para-la-Siembra-de-Nubes-2.jpg

martes, 25 de enero de 2011

Desastres por agua y manipulación mediática

Los desastres naturales existen desde que el mundo es mundo, así que no es extraño que les tengamos tanto temor, y es probable que, si se estudia el asunto, se encuentre alguna característica sicológica profunda, inscrita de alguna forma en nuestro acervo genético, que nos provoque un miedo congénito a muchos de ellos.
Resulta que, en el caso del agua, las inundaciones son las que causan más daños, un 50% del total, muy por delante de los daños por sequías, epidemias relacionadas con el agua (como el cólera), desprendimientos, etc. (ver imagen abajo), así que son unas excelentes candidatas a provocar estos temores atávicos.

Cuando, como ha sucedido recientemente en Australia y Brasil, las inundaciones causan un número elevado de víctimas, los alarmistas de siempre se frotan las manos y tardan poco en salir por los medios de comunicación a echarle la culpa de todo al “calentamiento global” causado, según ellos, por las emisiones de CO2 de nuestros coches e industrias.
Según el discurso oficial, el calentamiento está provocando un aumento de estos desastres, que se agravará aún más en el futuro inmediato ¿Es cierta esta afirmación?
Si se ha producido un aumento de daños producidos por inundaciones, esto puede deberse:
- Al aumento del riesgo (más lluvias torrenciales)

- Al aumento de la exposición (más gente viviendo en o cerca de los cauces)

- Al aumento de la vulnerabilidad (empobrecimiento de la población, con la consiguiente mala calidad de edificaciones, incapacidad organizativa para hacer frente a los daños, etc.)
-O a una combinación de estos tres factores.

Para saber qué factores influyen y en qué medida lo hacen, hay que dejarse de propaganda demagógica y hacer estudios científicos serios.
En España se han hecho algunos estudios sobre inundaciones, como el de Llasat et al. (2004) en Cataluña, quienes declaran en su trabajo:
El análisis de la evolución temporal de las inundaciones registradas en Cataluña en los últimos 6 siglos no muestra tendencia alguna por lo que se refiere a inundaciones catastróficas pero sí aparece un cierto incremento en inundaciones extraordinarias, atribuible más que a la precipitación, a la mayor ocupación de las rieras”.
Este trabajo es extraordinario, por la profundidad y amplitud temporal del estudio, pero, ¿qué pasa con las últimas tendencias?
Si yo fuese alarmista, no hablaría de los estudios amplios y bien documentados como este, lo que haría es presentar el gráfico de abajo (u otro similar), referido a España y sacado de un informe para el consorcio de compensación de seguros:

En este gráfico parece que, efectivamente, el número de inundaciones ha crecido últimamente.
Si lo analizamos, en primer lugar vemos que el periodo que muestra es muy breve, característica frecuente en los gráficos alarmistas, pero, aparte de eso, no vemos nada más. Sin embargo, si el estudio es, como debe hacerse, en profundidad, deberíamos investigar otros factores, como comparar el número de episodios de inundaciones con el número de episodios de lluvia intensa, dado que las inundaciones no solo dependen de si llueve mucho o no (el riesgo), también dependen de la exposición, es decir, del número de edificios y otras construcciones en zonas inundables. Si lo hacemos así, como lo hacen Llasat et al.en su trabajo, aparece lo siguiente:

En este gráfico, vemos que el número de inundaciones crece con el tiempo, pero el número de episodios de lluvia intensa no lo hace.
Es decir, en realidad lo que ha crecido es la exposición a las inundaciones de la población y sus bienes.
Como en Cataluña, en muchas regiones del mundo los daños han aumentado a lo largo del siglo XX, lo que seguramente puede atribuirse a una mayor exposición al construir en o cerca de cauces de ríos y torrentes.
No seré yo quien critique a estas personas. Mucha gente (y también muchos otros seres vivos), no tienen más remedio que vivir al borde del caos.
Lo que sí me parece criticable es la manipulación mediática de las catástrofes por parte de grupos internacionales de presión que utilizan el miedo a los desastres naturales, como las inundaciones, para manejar a su antojo a la gente poco informada.

Referencias:
Llasat, M.C., M. Barnolas, M. Ceperuelo, M. Llasat y M.A. Prat, 2004. Algunos aspectos del impacto social de las inundaciones en Cataluña. Revista del Aficionado a la Meteorología [en línea]. Abril 2004, núm. 20. [Consulta 2 agosto 2004]. Disponible en:
http://www.meteored.com/ram/numero20/inundaciones.asp.

martes, 18 de enero de 2011

Más sobre manipulación de temperaturas

Parece que las gráficas sobre temperaturas globales que nos muestran las agencias norteamericanas NOAA y NASA no solo muestran errores de cálculo debido a no tener en cuenta adecuadamente los efectos del fenómeno de calentamiento conocido como isla de calor urbano y la pérdida de estaciones que vimos en la entrada anterior, sino que es aún mucho peor:
Según denuncia en un reciente documento( ver aquí) el eminente meteorólogo Joseph D’Aleo, la base de datos que utilizan estas agencias está gravemente falsificada con “cientos, si no miles de pares de estaciones de medición falsificadas y duplicadas”.
Esto ya se destapó en 2009 con los correos del “climategate”, el escándalo que sacudió la CRU de la Universidad de East Anglia (los datos brutos que manejan la NOAA y la NASA son los mismos que maneja la CRU). La manipulación es mayor en las regiones árticas, ya que, directamente, se inventan los datos en áreas en donde no existen estaciones de medición.
D’Aleo afirma que estas agencias amañaron datos de temperatura para crear un incremento artificial en la tendencia al calentamiento ocurrida desde los años ’30 del siglo pasado: Las temperaturas entre 1930 y 1950 fueron artificialmente ajustadas a la baja y los valores de las recientes décadas reajustados al alza para que pareciera mayor el calentamiento producido desde entonces. Numerosos artículos aparecidos recientemente en revistas con “peer-review” estiman que la desviación puede llegar a ser de entre un 30% y un 50% al alza sobre el incremento real de temperatura que ocurrió entre 1880 y la actualidad.


Las agencias norteamericanas se han resistido a explicar sus ajustes y a liberar sus datos para que sean examinados por científicos independientes, aunque eso podría cambiar debido al reciente cambio político en la Cámara de Representantes norteamericana.

viernes, 14 de enero de 2011

¿2010 el año más cálido del registro?

Se nos dice, por parte de la NOAA estadounidense y el GISS de la NASA, (ver aquí noticia) que 2010 ha sido el año más cálido desde que hay registros, al mismo nivel que 2005, pero, ¿es cierto?
En realidad NO LO SABEMOS
Y no lo sabemos porque, para elaborar esas estadísticas, en 2010 se tomaron datos de tan solo unas algo más de 1.000 estaciones meteorológicas en todo el mundo, pero no siempre fue así:
Resulta que en los años 60, 70 y 80 el número de estaciones utilizadas para computar los datos era mucho más elevado: en 1970 se utilizaban unas 6.000 estaciones, número que descendió a 5.000 en los años 80 y a 3.000 en los años 90, para caer posteriormente hasta las algo más de 1.000 actuales (ver gráfica).

Resulta, además, que muchas de esas estaciones desaparecidas estaban situadas en zonas rurales, por lo que el efecto isla de calor urbano no les influía demasiado. De las que quedan, la mayoría están situadas en ciudades grandes y aeropuertos, por lo que debería hacerse una corrección a la baja de las cifras actuales, corrección que estos organismos no realizan en la mayoría de los casos, y cuando lo hacen, es generalmente en sentido contrario al que deberían.
No se puede comparar un conjunto de datos con otro conjunto seis veces más pequeño y además sesgado a favor de ciudades grandes y aeropuertos.
La NOAA y el GISS son organismos dominados por activistas pro-calentamiento antropogénico, como el célebre James Hansen, uno de los calentólogos más radicales, así que les interesa proclamar años cada vez más cálidos.
Para ver realmente cuál ha sido el grado de calentamiento del año 2010, las mejores fuentes son, indudablemente, las mediciones por satélite de la baja troposfera que publican dos organismos diferentes: la UAH (Universidad de Alabama en Huntsville) (ver aquí) y el RSS (Remote sensing systems, empresa de Santa Rosa, California) (ver aquí). En ninguno de los dos aparece 2010 como el año más caliente del registro, récord que sigue ostentando 1998, por estrecho margen, eso sí.
Como estas mediciones no son exactamente superficiales, y tampoco podemos compararlas con los registros antiguos, ya que comenzaron a tomarse en 1979, quizás nunca sepamos cuál ha sido el año más cálido del registro superficial.
Pero yo no apostaría por 2010.

miércoles, 12 de enero de 2011

Inundaciones, presas y desaladoras


Me entero por Ice cap (ver aquí) de que las tremendas inundaciones que se están produciendo en el nordeste de Australia (Estado de Queensland, a la derecha imagen de la NASA) no son excepcionales, ya se habían producido antes, concretamente en 1974, con similar intensidad y en los mismos sitios en los que ahora ocurren(en la imagen de la izquierda la ciudad de Charleville).

Parece que las actuaciones (construcciones de presas, diques, etc) que podían haber mitigado algo el desastre, no se llegaron a realizar, entre otras razones, por el pronóstico para esa región que regurgitaron los alarmistas del cambio climático antropogénico: estos señores no tuvieron empacho alguno en profetizar sequías casi permanentes en esa región debidas al “calentamiento global” y al aumento de los gases invernadero.
Lógicamente, los habitantes y los políticos de turno no se preocuparon por realizar estas actuaciones contra las lluvias. Sin embargo, sí se apresuraron en construir desaladoras para las terroríficas sequías.
Pero el clima es cíclico, y por supuesto, las inundaciones no faltaron a su cita con el típico período de recurrencia de treinta y tantos años.
En España también se nos dijo hace ya más de 10 años que iba a haber sequías, cada vez más devastadoras, en Andalucía y lo que tenemos es, precisamente, lo contrario: inundaciones y pantanos rebosantes de agua. También aquí se están construyendo desaladoras en vez de construir, reparar y modernizar pantanos y presas. Toda esa agua que rebosa y se está perdiendo en el mar, tarde o temprano la necesitaremos cuando retorne la sequía, pues el clima sigue siendo cíclico, a pesar de lo que piensen los calentólogos.
Las desaladoras consumen mucha energía, energía que cada vez nos hacen pagar más cara, y generan problemas medioambientales (contaminación marina por salmueras, contaminación del aire, etc.) tan importantes o más que los problemas de las presas que, por supuesto, también los tienen.
Pero eso sí, estamos “salvando el planeta" del "calentamiento global”

Imagen por satélite de la NASA click aquí
Imagen de Inundación en Charleville, Queensland: click aquí

viernes, 7 de enero de 2011

¿Han aumentado los desastres naturales en 2010?

Leo en La Razón un artículo dedicado a los desastres naturales acaecidos en 2010.
Entre otras lindezas afirma:
(…casi 260.000 personas habían muerto en desastres naturales, mientras que en el 2009 la mortandad por estos fenómenos fue de 15.000 personas, según datos de la agencia de seguros Swiss Re recogidos por la BBC. 17 veces más) (enlace aquí)
Como siempre, la explicación oficial que se da como más probable, es la del cambio climático producido por el malvado ser humano.
Estas informaciones, obtenidas a través de las agencias de seguros, se basan en cuantificar daños a personas y bienes. Podríamos preguntarnos entonces si efectivamente se corresponden con un aumento de la frecuencia e intensidad de fenómenos naturales catastróficos o si, en cambio, se corresponden con la incidencia aleatoria de algunos de estos fenómenos allá donde la vulnerabilidad es más alta.
La vulnerabilidad está relacionada no tanto con la magnitud de un determinado evento extremo, sino con la capacidad de las sociedades humanas a las que afecta de hacerle frente: en primer lugar con políticas de prevención, como la construcción de edificios a prueba de terremotos, encauzamiento y desvío de ríos y barrancos etc. y, en segundo lugar, con políticas de mitigación y reparación del daño: adecuada instrucción a la población en riesgo o creación de redes de aviso temprano y de asistencia en caso de desastre, como los servicios de protección civil por ejemplo.
La vulnerabilidad es, lógicamente, más alta en países subdesarrollados, así que cuando por casualidad la catástrofe ocurre en esos países, los daños, sobre todo personales, son mayores. En 2010 ocurrieron dos terremotos de gran magnitud en áreas pobladas: el de Haití y el de Chile. En el primero, pese a ser de mucha menor intensidad, se produjeron cientos de miles de víctimas (entre 100.000 y 300.000 según diversas fuentes), sin embargo en el de Chile, mucho más intenso, solo se produjeron 521 muertos.
Si ahora nos fijamos en las informaciones sobre los desastres del 2010 vemos que, si no contamos el terremoto de Haití, los muertos en otros sucesos catastróficos en el resto del mundo solo suman 11.723, cifra menor que los 15.000 fallecidos en 2009 por las mismas causas.
Los artículos alarmistas, plagados de errores y exageraciones, (por ejemplo, cifran en 260.000 los muertos totales en todo el mundo para, unos párrafos más abajo, afirmar que solo en Haití hubo 300.000 muertos) siempre existirán, son la esencia del periodismo sensacionalista. No deberíamos dejarnos engañar. Para lograrlo, yo propongo enfrentarnos a ellos con sano espíritu crítico: utilizar la calculadora y, sobre todo, muy importante, contrastar y comparar los datos.
La duda es un sagrado ungüento.
Por cierto, mientras unos se dedican a meternos miedo detallando todos los desastres naturales del 2010, otros ofrecen datos que no se dignan poner en los artículos alarmistas: después de declarar por activa y por pasiva que los incendios en Rusia de este verano se deben al calentamiento global, vemos que, en España, 2010 ha sido el año con menos incendios de la última década: enlace a El Mundo, Incendios en 2010.
¿Será porque son verdades incómodas?

sábado, 1 de enero de 2011

Predicciones para la nueva década II

Según los americanos Compo y Sardeshmukh (2007), el calentamiento de los océanos es el verdadero responsable del calentamiento de los continentes (contra la creencia oficial de que es el efecto invernadero). Estos autores creen que existen mecanismos que llaman “teleconexiones hidrodinámico-radiativas” como el humedecimiento y el calentamiento del aire por encima de los mares, que luego es transportado por los vientos y calienta el continente. Los océanos mismos se calentarían, según ellos, por una combinación de fuerzas naturales y antropogénicas. Muchos otros autores están de acuerdo con ellos en la influencia decisiva de los océanos, aunque difieren en las causas por las que se calientan.
Sea lo que sea aquello que caliente a los mares del mundo, si podemos predecir su comportamiento y descubrir sus ciclos, podríamos predecir con bastante fiabilidad el futuro climático.
Según el meteorólogo estadounidense Joseph D’Aleo, el Atlántico Norte pasa por un ciclo que afecta a su temperatura superficial, llamado Oscilación Multidecadal del Atlántico (AMO en siglas inglesas). Este ciclo (ver gráfica) tiene una duración de 60-70 años con dos fases: durante la positiva, el hemisferio norte se calienta y durante la negativa se enfría. En 1995 se produjo una transición hacia fase cálida.


D’ Aleo cree que estas fases están relacionadas con el comportamiento del sol, con un retraso de unos 8 años. Su predicción es que la AMO entrará en la fase fría en 2015, asegurándonos un final de década de lo más fresquito.
El Dr. Roy Spencer es otro de los autores que creen en la decisiva influencia de los océanos. Él cree en la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO en siglas inglesas) como principal influencia en el clima mundial (gráfica de abajo)


La PDO también está entrando en una fase fría, en donde los episodios de enfriamiento tropical conocidos como “La Niña” serán los que predominen, en contra del predominio actual de los episodios cálidos producidos por el fenómeno contrario, conocido como ”El Niño”, lo que nos indica también enfriamiento global en los próximos años.
Otro de los expertos que han hecho predicciones basándose en los océanos es el Dr. Syun-Ichi Akasofu, ex director del International Arctic Research Center de la Universidad de Alaska. Akasofu cree que la subida de temperaturas que estamos experimentando desde la segunda mitad del siglo XIX es consecuencia de la recuperación de temperaturas desde el final de la Pequeña Edad de hielo, que se inició hacia el año 1.200 y concluyó aproximadamente hacia 1800-1850. Esta recuperación continuaría en el actual siglo, pero modulada por las oscilaciones oceánicas: la Oscilación Multidecadal haría que la temperatura sufriese oscilaciones con una amplitud de 0,2 ºC en períodos de 60 años, que se superpondrían a la tendencia general de subida que supondría un aumento de 0,5 ºC hacia 2100, aumento como vemos en la gráfica de abajo, muy lejos del proyectado por IPCC de entre 2 y 6 grados a final de siglo (siguiente gráfica).


Akasofu cree que la Oscilación Multidecadal hará descender las temperaturas de aquí a 2030, recuperándose posteriormente.

Referencias:
Compo, G.P., and P.D. Sardeshmukh, 2008: Oceanic influences on recent continental warming. Climate Dynamics, doi: 10.1007/s00382-008-0448-9.
Blog del Dr. Spencer aquí
Joseph d’Aleo (IceCap):
Akasofu en el blog de Roger Pielke